domingo, 26 de septiembre de 2021

Randomdarya. Fic capítulo 3


Hi! Aquí estamos, otra vez! 

Antes de empezar y como siempre, muchas gracias por leer y por vuestros comentarios en el fic anterior. Me alegro mucho de que os haya gustado; estoy trabajando ahora en darle un título a esta serie de fics, se aceptan ideas! También le haré una cabecera propia.

Para quién se haya perdido el anterior o no sepa de qué hablo, he comenzado a escribir una Historia Seria Propia. No sé si ponerle título o qué hacer, así que de momento solo numeraré las entradas como si fueran capítulos. Aquí os dejo los episodios anteriores:
- Fic capítulo 1! 
-Fic capítulo 2! 

Esta vez os traigo un fic tocho, más largo que un día sin pan, así que espero que os guste y no os aburráis mucho. Podéis leerlo en dos veces, si queréis, no os culpo (?) A partir de ahora, por desgracia, voy a estar un poco más ocupada porque he decidido continuar en la educación, la peor decisión de mi vida así que los fics estarán un poco más espaciados. De todas formas intentaré traeros al menos un episodio cada mes, so don't worry! Y pronto será Halloween por lo que habrá también el fic reglamentario. 
No os doy más la tabarra, os dejo leer:


RANDOMDARYA.

-¡Cyn! ¡Sé que estás ahí! ¡Saca aquí tu sagrado culo o tiro la puerta abajo!
Una voz que ya conocía bien, acompañada del para nada rítmico golpear de un puño contra la madera, me sacó de mi breve siesta. Sobresaltada, me incorporé de golpe en la cama y permanecí en silencio, rogando para que solo hubiese sido fruto de mi imaginación. Una nueva racha de golpes contra la puerta me dio a entender que aquel jaleo estaba pasando de verdad. Al otro lado de la puerta pude escuchar la voz de Yvair, visiblemente desesperado.
-¡Por el Oráculo, Landrah! ¿Quieres bajar la voz?
-Sino no va a oírme. ¡CYNNN! -El grito vino acompañado de otra racha de nudillos contra la madera. Me levanté todo lo rápido que mi magullado cuerpo me permitió para abrir la puerta antes de que la chica hiciese un agujero en ella. No es que estuviese huyendo de mis nuevos amigos, ni mucho menos; simplemente había decidido que tenía derecho a un descansito y había intentado saltarme el entrenamiento aquella tarde. Por lo visto, mi decisión no parecía ser muy respetada.
¿Por qué he decidido ser sociable y humilde, en lugar de temida y respetada?
-Bu-buenas, chic...
-¡Ya era hora! ¿Ya estás vestida y todo? Genial, andando! -Tuve el tiempo justo como para agarrarme al marco de la puerta antes de que Landrah tirase de mí y me sacase a rastras. Miré en busca de socorro a Yvair y Mila; el primero lucía, como ya era costumbre, el bochorno pintado en la cara. Era de las pocas personas que me tenía un mínimo de respeto y seguramente creía que a su amiga le caería una maldición de tanto pasearme de un lado para otro. Mila, sonriendo ligeramente avergonzada también, me señó una de las pocas palabras que ya me sabía de memoria: "discúlpala". Sin previo aviso la chica dio un tirón más fuerte y me arrancó de la seguridad del marco de la puerta. Victoriosa, echó a andar conmigo arrastras, seguidas de cerca por Mila e Yvair. La primera le dio unas palmaditas de ánimo a su compañero, que se había llevado la mano a los ojos para intentar no ver la escena. Desde que había vuelto de los combates, había tenido la oportunidad de pasar más tiempo con ellos, y había descubierto que Yvair era no sólo muy respetuoso, sino también un fiel creyente del Oráculo; aunque intentaba tratarme como al resto, se le notaba reticente a la hora de atacarme en los entrenamientos, y estaba segura de que cada vez que Landrah me zarandeaba o soltaba algo fuera de tono en mi presencia, al chico le salía una cana. Aunque el trato preferencial en ocasiones no me hacía sentir cómoda, siempre era agradable que hubiese alguien en aquel condenado lugar que me tratase con respeto y se preocupase por mi bienestar, aunque fuese por miedo a que lo partiese un rayo de justicia. Mila, que a primera vista parecía cándida y delicada, me había dejado entrever gracias a la creciente confianza que tenía un lado bastante sádico. Se le notaba la naturaleza predadora en los ojos cada vez que me acorralaba en la lucha; además, se veía claramente que disfrutaba con el silencioso sufrimiento de Yvair, causado casi siempre por Landrah. Gracias al Oráculo, fuera del campo de batalla volvía a ser la muchacha dulce que pacientemente me había enseñado unos cuantos signos para que pudiésemos hablar. La enana por su parte era un torbellino de energía, campechana aunque a veces algo brusca y tosca. Me caía bien pese a que casi siempre atentase contra mi vida de forma involuntaria, como estaba pasando en aquel mismo momento. 
-Yo...verás Lan'...hoy no voy a ir a entrenar...-comencé, cuando conseguí reunir el valor suficiente, pero ya habíamos andando un trecho. La chica se detuvo pero no me soltó; simplemente me observó de arriba abajo con aire escéptico. 
-¿Por qué no?
-Lan'...-Yvair intentó intervenir, posando una mano en el hombro de su amiga y tirando ligeramente hacia atrás, con el objetivo de que me soltase. No funcionó.
-Es que...como ya he recuperado mis poderes, no es necesario que entrene tanto y... -la mirada negra que me estaba lanzando la chica me hizo comprender rápidamente que quizá esa no era la mejor excusa, aunque en parte fuese verdad. Tragué saliva y volví a empezar. - A-además, llevo un par de días ayudando a Koori y a algunos de la Absenta con su recuento de nidos de familiares en el acantilado y ayer me llevé un buen golpe contra la pared cuando estaba descolgándome para ayudarles...así que había pensado en descansar hoy.
Landrah seguía mirándome escéptica, así que me apresuré a señalarle el moratón que cubría parte de mi brazo. Para mi desgracia, la historia era real y no una simple excusa: Koori me había liado para ayudarla con su parte del trabajo de campo que la Guardia le había encomendado. Estaban haciendo un censo de la población de familiares en el entorno del QG, para estudiar si los cambios que estaba experimentando el mundo estaban afectando más de lo esperado sobre la fauna. A la kitsune le había tocado revisar los nidos de familiares voladores que tenían la ladera del acantilado como hogar, y sin saber muy bien cómo, yo había acabado colgando de una cuerda para revisar si las cavidades estaban o no pobladas. Todo había transcurrido sin incidentes, teniendo en cuenta que las alturas y yo nunca nos habíamos llevado bien, hasta que Koori se despistó y se le escapó la cuerda. Por fortuna no terminé echa papilla sobre la arena de la playa, sino que descendí unos cuantos metros a toda velocidad para acabar golpeándome contra la pared cuando la chica consiguió recuperar el cabo. En ese mismo momento decidí que mi aventura de escaladora había finalizado y, siendo completamente sincera, tras mucho gritar y amenazar a Koori logré que me subiese de nuevo, pese a que solo quedaban un par de nidos por comprobar. Mi amiga se disculpó y me invitó a un chocolate caliente pese al calor que hacía, supongo que al verme temblar como una hoja; le restó importancia al incidente, diciendo que había sido un golpecito de nada y que seguramente al día siguiente estaría como nueva. No había sido así, y cada momento que pasaba estaba bastante más segura de que quizá tuviese una costilla rota. Pese a todo, había evitado pasar por la enfermería porque llevaba ya casi una semana sin hacerlo y no quería romper mi buena racha. 
Les relaté rápidamente lo sucedido mientras Landrah examinaba con ojo crítico las marcas en mi brazo. En el pecho tenía otro bastante más grande, pero el decoro me impedía usarlo también como excusa. 
-A-así que creo que lo mejor es que no entrene hoy, no vaya a ser que...-musité, mientras Yvair y Mila asentían, de acuerdo con mi argumento. Sin embargo Landrah no parecía tan fácil de convencer; antes de que me diese cuenta me había soltado, y sin ningún miramiento me había levantado la camiseta para examinar el golpe.
Yvair y yo intercambiamos una mirada horrorizada, seguida en el caso del elfo por un fuerte sonrojo mientras llevaba los ojos al techo para aparta la vista de mi ahora torso descubierto.
-¡LANDRAH! ¡Por las faldas del Oráculo, ¿qué demonios crees que haces?! ¡Estás...Estamos en mitad del pasillo, qué...?!
-Shssst, será culpa tuya si tenemos público, cállate. - La chica apretó con mano experta en un par de puntos, haciendo que el dolor me sacase de mi estado de confusión. - Ummm...puede que esté fracturada, sí. 
Sin darle la menor importancia, dejó caer de nuevo mi camiseta y volvió a enganchar mi brazo con el suyo. Mila señó algo en mi dirección, un "discúlpala" acompañado de otras palabras que aún no dominaba; pese a la disculpa, la chica parecía estar disfrutando del espectáculo. En concreto, parecía estar disfrutando del espectáculo que proporcionaba Yvair, que aún mirando al techo murmuraba lo que sonaba a plegaria religiosa, aunque rápidamente dio paso a una serie de maldiciones contra su amiga.  
-¿Sabes qué es lo mejor para esto? Entrenar. Si no es algo grave, aprenderás a luchar en situación de desventaja. -apuntó Landrah, risueña de nuevo, mientras tiraba de mí. - Y si sí lo era, al menos podremos ir a ver a Kaelan.



La venda que cubría mi pecho y que asomaba bajo uno de los tirantes de mi camiseta llamó la atención de los presentes; de todos menos de Leiftan, que había sido quien, por una vez, había hecho algo y me había salvado la vida. Pese a las plegarias de Yvair, Landrah no mostró clemencia alguna conmigo; el entrenamiento fue duro y en cierto momento el elfo se limitó a mascullar plegarias al Oráculo, pidiéndole perdón por el maltrato que estaba sufriendo su elegida. La sorpresa fue mayúscula para él en particular cuando Leiftan apareció de la nada junto a Landrah y le pidió tajante que quitase su bota de mi pecho o me acabaría partiendo de verdad la costilla ya dañada. En general todos parecían bastante descolocados, no sólo por la presencia del aengel sino también al descubrir el vínculo sensorial que nos unía y que había hecho venir al chico en mi rescate. Solo en aquella ocasión di gracias a ese extraño poder, y tras asegurarles a mis amigos que no pasaba nada, me dejé arrastrar por Leif a la enfermería. Allí me había dejado en manos de Ewelein, quien de paso me informó de que estaba citada aquella tarde para una reunión, y tras evaluar mis heridas y vendarme, me permitió dormir allí un ratito antes de acudir a la cita. 
Ignorando las miradas perplejas, tomé asiento a duras penas. Ewelein, que había entrado tras de mí, dedicó una sonrisa al resto de los presentes que contrastaba bastante con mi expresión, ya de malhumor. Huang Hua me miraba visiblemente sorprendida: entre la venda y los golpes que adornaban mi brazo izquierdo seguramente estaba dando una imagen un tanto chocante para alguien que hacía una semana había vuelto de una pieza de una arena de combate. 
-Pareces una fruta caída del árbol. - Comentó Nevra, quien también me estaba analizando con la mirada. Sonreí escéptica mientras me acomodaba como bien podía en mi sitio.
-¿Porque soy dulce y apetitosa?
-Porque estás llena de golpes. -Repuso el chico, sonriendo de la forma más sincera que le había visto hasta la fecha; lo cual era malo porque no hacía sino evidenciar que disfrutaba con mi desgracia. Esta vez fui yo la que puse los ojos en blanco.
-¿Ya, tan pronto? ¿Nadie va a decirme buenos días siquiera antes de empezar a insultarme?
-¿Qué ha pasado, Cyn? - Huang Hua parecía genuinamente preocupada, pero antes de que pudiese responder, Ewe lo hizo por mí.
-Está un poco magullada, nada más. 
-Sí, bueno. -Hice un gesto vago con la mano, intentando restarle importancia al asunto, pero todas las miradas seguían clavadas en mí. La fenghaung en especial me observaba con preocupación. - Oh por el Oráculo, no es nada, podéis mandarme a la misión que queráis, podré hacerlo.
-Lo dudo. No puedes ir con ese aspecto de... demacrada. -Comentó el vampiro, observando censurador los morados en mi brazo. 
-¿Ah? ¿Tienes miedo de que el bicho de turno no me encuentre lo suficientemente apetitosa y no intente comerme? Sería una agradable novedad. 
Todos, a excepción de Karenn, que me observaba con una media sonrisa divertida, pusieron los ojos en blanco. ¿Qué culpa tenía yo si todas mis experiencias en aquel mundo me habían dado a entender que yo era el aperitivo perfecto?
-Lo que Nevra quiere decir es que no puedes presentarte en la recepción de la Dama Aïne con tu actual...aspecto. Es una fiesta muy distinguida, y con todos esos golpes pareces... -la fenghuang intentaba buscar un término delicado para definirme, pero probablemente no lo había. A Karenn se le iluminó el rostro.
-Una de esos salvajes de la Obsidiana. -Comentó, y a mí pesar sonreí.
-No tiene nada que ver. Ni siquiera es culpa mía, Koori es pésima sujetando cuerdas. 
-¿Así que eras tú la que casi se despeña? -Mathieu me miró con renovado interés, aunque por toda respuesta alcé las cejas. No sabía que mi pequeño incidente se había vuelto de conocimiento público; creía que Koori no sería tan retorcida como para vanagloriarse de casi matar a la Salvadora de Eldarya, pero esa chica no dejaba de sorprenderme. 
Huang Hua carraspeó, cortando la conversación y evitándome así tener que dar más explicaciones, antes de volver a dirigirse a mí con tono delicado.
-Sea como sea, lo deseable sería que todas esas marcas desapareciesen en esta semana. - Buscó dubitativa la mirada de Ewelein, quién asintió, tranquilizándola. - Y también me gustaría pedirte que evitases cualquier tipo de...aventura estos días. 
-Eso vas a tener que ponerlo por escrito. -Murmuré, recordando que ni una costilla rota había detenido a Landrah a la hora de lanzarse contra mí martillo en mano. - Bueno, supongo que esta reunión no era para juzgar mis heridas.
-Efectivamente, hoy quería hablaros de cómo procederemos en la misión a la corte Seelie. -Huang Hua mostró un pequeño sobre que depositó sobre la mesa, sacando con cuidado su contenido: los cuatro anillos que habíamos conseguido en la arena. - El éxito de vuestra misión anterior ha sido importante y os felicito. Lo hemos estado discutiendo y hemos decidido que Leiftan y Cyn irán, ya que han sido invitados oficialmente y el no acudir podría ser considerado una falta de respeto.
Asentí satisfecha, pero rápidamente pude comprobar que Leiftan no parecía a gusto con esa decisión. Tampoco Nevra, seguramente en relación con la presencia del primero. 
-Sobre los otros dos anillos, Karenn tiene derecho si quiere ir o no, aunque...
-Iré, no pienso perderme la oportunidad de acudir a un baile de hadas. - La chica parecía emocionada con la idea, si bien su hermano le lanzó una mirada censuradora.
-No vas allí a divertirte...
-Creo que mis capacidades son suficientes como para que pueda cumplir y la misión y divertirme a la vez. - Repuso la chica, a la que no le faltaba razón. Era una excelente luchadora, por lo que había podido ver en los combates, y aunque Nevra suspiró, no vio como contradecirla.
-En cuanto al cuarto anillo, hemos pensado que debe ser Mathieu quién vaya. 
-¿Qué? -Mi interrupción pareció impacientar al vampiro, que en lugar de ignorarme, clavó una mirada censuradora sobre mí.
-¿Qué pasa ahora, Cyn?
-YO conseguí ese anillo, ¿No debería de tener derecho a opinar sobre esto? 
-No. -Repuso el chico, tajante, y Huang Hua suspiró levemente bajo su sonrisa tranquila. Me maravillaba que, tras todas las refriegas que el chico y yo teníamos en las reuniones, siguiese empeñada en hacernos estar en la misma habitación.
-Mathieu es el más adecuado para esta misión; en tanto que humano puede comprobar si es cierto que los objetos de la Dama Aïne proceden de la Tierra y...
-Eh, yo también soy humana. - Rebatí, apoyando ambas palmas en la mesa con vehemencia; gesto del que me arrepentí segundos después cuando mi brazo magullado me dio a entender que todos esos golpes no eran de adorno y que efectivamente, dolían. Para mi profunda ofensa, nadie me dedicó ni la más triste atención; Nevra alzó imperceptiblemente las cejas pero se ahorró el comentario que seguramente pugnaba por salir de sus labios.
-Y por tanto, podrás ayudar a Mathieu. -Concedió Huang Hua, con una sonrisa. - Vuestra misión será analizar si los objetos que posee son realmente terrícolas, e intentar recabar toda la información que podáis al respecto. Dada la reticencia que ha mostrado la Dama hacia nuestra presencia, dudo mucho que podáis sonsacarle nada. Por eso Karenn, confío en ti para que investigues con disimulo todo lo que puedas.
La vampira asintió, satisfecha ante la perspectiva de un poco de acción. A su lado, Chrome lanzaba miradas lánguidas: seguramente hubiese preferido participar en el plan de infiltración, aunque no fuese tal y como él había propuesto en un primer momento. 
-Leiftan, Cyn, vosotros simplemente cumplid con vuestro papel. Quizá podáis conseguir alguna información interesante, puesto que os darán trato preferencial. 
-De acuerdo. ¿Podéis entonces asegurarme que nadie intentará comerme?
-Como se te había explicado ya, se trata de hadas "buenas", Cyn. No hay nada que temer. Además, Nevra y Lance os acompañarán y escolt...
-¿Qué? Pero...¿no tenemos solo cuatro invitaciones? -Paseé la mirada entre los presentes; Nevra esta apunto de poner los ojos en blanco, y Lance, cuya presencia hasta ahora había ignorado, parecía tranquilo como siempre.
-Todos los nobles y demás invitados que acuden a los banquetes no se presentan solos, Cyn. La invitación os permite únicamente acudir al festejo y poder visitar la colección de la dama, pero tienen permitido entrar las escoltas, damas de compañía y en general todo el cortejo que un invitado lleve consigo. Os escoltarán durante el camino, pero una vez allí no podrán acudir al banquete.
-Entiendo...-mascullé, no muy convencida, no por la explicación, sino por verme de nuevo envuelta en un viaje con esos dos. Le lancé una sonrisa irónica al vampiro. -¿No te alegras, Nev? Otro laaaaaaaaargo viaje en mi preciada compañía.
El chico suspiró y me devolvió una sonrisa en la misma línea, dándome a entender que tampoco parecía muy feliz con la noticia.
-Creo que esto es todo, si nadie tiene ninguna duda...-al fenghuang dejó caer la frase, que fue recibida por el silencio. - Perfecto. El evento tendrá lugar la próxima luna llena, así que partiréis dentro de una semana. Le hemos encargado a Purriry ropajes para la ocasión, así que a lo largo de esta semana deberéis pasar a probároslos. Y Cyn..no entrenes esta semana, por favor.

Aquella última frase que Huang Hua me había dedicado en la reunión era más fácil decirla que llevarla a la práctica. Pese a aquella prohibición explícita de entrenar, fue difícil convencer a mis amigos, en especial a Landrah, de que la decisión no era mía y no estaba en mis manos romperla. Por suerte, aunque no para mi orgullo, Lance apareció en mi rescate una de las veces para confirmar que efectivamente tenía prohibido luchar. Pese a todo, no tuve tiempo a aburrirme; acudir a una recepción de la Corte Seelie era todo un evento y Purriry se había propuesto crear unos vestidos que "dejasen a la propia Dama como una pordiosera en harapos a nuestro lado". La purreko me reclamaba por tanto una vez al día para largas sesiones de prueba en las que me cubría con telas de diferentes colores y texturas, repletas de alfileres, mientras buscaba qué estilo de falda o qué tipo de gasa resaltaría más mi persona. A juzgar por los múltiples cambios, debía de ser una persona difícil de resaltar. 
Al final, la purreko se decidió por el color blanco para mi vestido, un color comodín para mi estatus de aengel. En total Purriry me había preparado dos conjuntos: uno para el viaje y la recepción, consistente en una camisa de mangas vaporosas que se cerraba en la parte delantera mediante un corpiño atado con una cinta de seda, acompañada por unos pantalones de montar. Contaba sin embargo con un truco muy ingenioso : a la parte inferior del corpiño podía engancharse sin problema una vaporosa falda que llevaría guardada en mi petate y que me pondría para acudir a la recepción con la Dama Aïne, ya que Purriry había estimado que aparecer en pantalones de montar sería "el colmo de la desfachatez y del mal gusto". Luego estaba el vestido. Había insistido en que quería algo sencillo y sobre todo, cómodo, pero no sé hasta qué punto se habían respetado mis deseos; formado por un corpiño de escote corazón preñado de pequeños brillantes blancos, la falda de seda sobre la cual descansaba una gasa de un tono liláceo caía con gracia y formaba un círculo a mi alrededor, haciendo bastante difícil el movimiento. La pieza estaba rematada por un cinturón plateado que emulaba un par de alas cuyas puntas se juntaban en la parte delantera, sin llegar a tocarse. El vestido de Karenn parecía seguir la misma dinámica, aunque su corpiño era negro con pequeños diamantes oscuros que lanzaban brillos irisados con la luz. La falda, del mismo color, estaba completamente cubierta de pequeños brillantes dorados en la zona de la cintura, que iban disminuyendo a medida que se acercaban a los bajos. En general aquel exceso de brillo me incomodaba un poco, aunque tenía que admitir que el traje de la vampira me gustaba bastante más; Purriry, con toda aquella historia de resaltar mi naturaleza aengel, solo me vestía de blanco y colores pastel. Cuando me probé por primera vez el que sería mi vestido me dio la impresión de ir camino del altar.


Entre vestidos y paseos a la enfermería, la semana se pasó volando. Gracias a los ungüentos de Ewelein, mis tan antiestéticos moratones desaparecieron, y gracias al cielo mi costilla mejoró considerablemente. Aún me dolía al hacer ciertos movimientos, pero el haber descansado me había hecho mucho bien. Dediqué los días previos a acosar a preguntas a mis compañeros de misión sobre la naturaleza de la Corte Seelie y sus moradores; como todos me decían que no tenía de qué preocuparme, decidí buscar una fuente más fiable. Tras pasar un par de días parapetada en la biblioteca, comprobé que efectivamente no eran criaturas peligrosas. Está bien, siendo completamente sincera, me aburrí bastante pronto de leer los archivos, pero lo que saqué en claro me pareció más que suficiente para sobrevivir a mi viaje: la corte Seelie estaba formada por hadas en su mayoría "buenas", es decir, sin ningún tipo de naturaleza hostil hacia otras razas, que a menudo frecuentaban. Aprendí también que la mayoría de las hadas no podían mentir, aunque eso no las eximía de engañar a los demás; pese a todo no solían tener malas intenciones y solo buscaban divertirse. De todos aquellos cuentos terrestres en los que se mencionaba que si comías comida de hadas no podrías abandonar su reino no encontré nada, lo cual no me tranquilizó mucho, pero supuse que sería algo lo suficientemente importante como para haberme avisado, dado que acudíamos a un banquete. Di por finalizadas mis investigaciones y abandoné la biblioteca para poder dedicar mi última tarde a doblar y guardar con sumo cuidado mis ropas para el evento.


-¿jugamos a algo?
-Oh, por el amor de...-
la maldición proferida por el vampiro pudo oírse con claridad gracias al silencio reinante en el bosque. Llevábamos ya medio día de camino; tras salir del cuartel antes siquiera de que amaneciese, de nuevo a lomos de unos familiares, nos habíamos internado en el bosque rumbo a la Corte Seelie. Lo temprano de la hora había jugado en favor de mis acompañantes, ya que no siendo yo una persona madrugadora, había pasado las primeras horas dormitando dulcemente sobre mi montura; nos habíamos visto obligados a avanzar en fila, por lo que el animalito seguía a los demás diligentemente y yo podía permitirme cerrar los ojos un rato. Una vez el sol estuvo ya en lo alto me entretuve conversando con Karenn, y para mi desencanto con Mathieu también, que se veía en la necesidad de incluirse en toda conversación. No obstante, tras haber parado para comer los temas de conversación se agotaron, y avanzamos en silencio durante un par de horas que se me hicieron eternas. Llegaríamos a la Corte Seelie a la mañana siguiente, con suerte, pero tenía que llenar con algo aquel silencio, sobre todo porque los crujidos y sonidos extraños procedentes de nuestro entorno no contribuían a mi tranquilidad.
Mathieu, que tras mi pregunta había ralentizado ligeramente su montura para situarse más cerca de la mía, me miró con curiosidad.
-¿A qué quieres jugar?
Nevra se giró ligeramente en su montura, que encabezaba la marcha, y lanzó una mirada reprobatoria al chico, que sin embargo no se percató de nada. Sonreí ladina.
-No sé, ¿al veo-veo? -Mathieu asintió, con visible motivación ante la propuesta. - ¿Alguien más quiere jugar? ¿Karenn, Leif? A vosotros dos no os pregunto, ya supongo que no.
Leiftan me dedicó una sonrisa tímida pero negó con la cabeza; había estado muy callado durante todo el viaje. Empezaba a sospechar que estaba allí por mera obligación de Huang Hua, y que al ver que yo ya había recuperado mis poderes, ya no sentía la motivación de acompañarme en las misiones. Lance cerraba la comitiva y parecía hacer oídos sordos a mis palabras. Por otro lado, Karenn se mostró interesada en el asunto y rápidamente me pidió que le explicase en qué consistía. 
-Empiezo yo. Veo veo una cosita....de color azul.


El juego nos entretuvo durante un par de horas en las que volví a mi tierna infancia. Los resoplidos de Nevra se hacían cada vez más frecuentes, y hasta Leiftan, que solía ser un derroche de paciencia y calma, estaba ya algo crispado aunque externamente no lo aparentase. Lance seguramente tampoco estaba pasando el mejor momento de su vida, a juzgar por la mirada negra que le dedicó a Mathieu cuando este, orgulloso de haber acertado una ronda, buscó la aprobación del dragón. 
-Veo veo...-comencé de nuevo, aunque tras casi dos horas de juego ya quedaban pocos elementos a los que pudiese referenciar; habíamos establecido como norma que solo se podían elegir objetos que llevásemos con nosotros, y no que formasen parte del ambiente.
-¿Sabes qué me gustaría ver? A ti callada, Cyn. -Interrumpió el vampiro.
-Lo siento Nev, creo que no has entendido cómo funciona el juego. ¿Te lo explico de nuevo?
Por toda respuesta obtuve aquella ligera elevación de hombros que el vampiro realizaba inconscientemente cada vez que ponía los ojos en blanco. 
Por desgracia -pero para alivio de los chicos- el camino fue estrechándose a medida que nos acercábamos a un desfiladero. La obligatoriedad de tener que ir de uno en uno y el ruido del turbulento torrente que transcurría unos metros más abajo, hicieron que tuviésemos que interrumpir el juego ya que no nos oíamos unos a otros. Aunque solo pude percibir el inmenso alivio que sintió Leiftan, supuse que era algo compartido. A todo esto había que añadir que, una vez abandonamos el desfiladero, Nevra se dedicó a organizar el orden de nuestra comitiva. La excusa había sido que se trataba de una cuestión meramente táctica, pero al ver cómo situaba a Mathieu justo detrás de él, seguido de Karenn y Leiftan, y dejándome a mí al final sola con Lance, quedó bastante claro que su objetivo era aislar a los tres elementos problemáticos del grupo para poder proseguir la marcha en paz y silencio.

El resto de la tarde transcurrió con tranquilidad, avanzando a buen paso por un camino de tierra en bastante buen estado que me hacía sospechar que se trataba de una vía oficial, o al menos concurrida. No nos topamos con nadie, y dicho camino solo nos otorgó la oportunidad de romper la estricta fila que Nevra nos había hecho formar y avanzar de forma más libre. Pese a todo, el vampiro no se mostraba nada conversador, al igual que Leiftan, al que había intentado sacarle alguna palabra sin éxito. Karenn y Mathieu estaban enfrascados en una intensísima conversación sobre estrategias de combate, pero yo estaba ya un poco saturada de tanto entrenar. Aburrida, me resigné a continuar en silencio recostada hacia delante sobre mi montura, sobre cuya cabeza apoyé ambos brazos cruzados para descansar sobre ellos mi barbilla. El animalillo me lanzó una mirada irritada que sin embargo ignoré.  
-Creo que no te he felicitado aún por tu actuación en los combates.
- Tardé unos segundos en darme cuenta que Lance me estaba hablando a mí, y cuando me giré para encararlo, descubrí que cabalgaba a mi lado. - Dos victorias no están nada mal.
-Habrían sido más si no me hubiesen echado. -Mascullé, muy a mi pesar, pues no quería conversar con el dragón, pero la impertinencia me podía. El chico alzó las cejas ante mi evidente derroche de confianza, pero sonrió ligeramente.
-También quería felicitarte por la deportividad con la que aceptaste tu descalificación. Veo que pese a tu... - el chico hizo una pausa excesivamente prolongada, que seguramente buscaba provocarme, a juzgar por su sonrisa - ...carácter, eres capaz de resolver las cosas diplomáticamente. 
-¿Qué quieres decir con...?-comencé, ofendida.
-Se ve que la Guardia te importa, pese a todo. -Me cortó, pillándome ligeramente desprevenida. Lo observé con escepticismo unos segundos antes de dedicarle una sonrisa irónica.
-Ha sido un caso aislado, tranquilo que no volverá a pasar. -Repliqué con sorna, pero aquello no amedrentó al dragón. La autosuficiencia de su rostro comenzaba a recordarme a Nevra y no sabía en qué momento había decidido que podía permitirse esas familiaridades conmigo.
-Con Erskine hiciste lo mismo.
Lo observé fijamente durante unos segundos. ¿Era posible que...? 
-No sé de qué me hablas.
-Quien te atacó aquella noche fue él.
- Sostuvo Lance, y no había ni un ápice de duda en su tono. Me observaba con atención, pero por una vez, estaba bastante segura de que mi expresión estaba siendo neutra. - No dijiste nada al respecto para evitarle conflictos a la guardia, ¿no es cierto?
Tomé aire lentamente. Que Lance me psicoanalizase no estaba entre mis planes de viaje. Quería olvidar aquel incidente y la rabia que aún bullía en el fondo de mi cabeza por haber dejado que aquel caballo loco hubiese salido indemne. 
-Mira Lance, siento desmontar tu historia pero no sé de que me...
-Cuando te encontré en el bosque tenías sangre en la boca, pero no estabas herida. Curiosamente, él sí.
Lo observé fijamente durante unos segundos, en los que el chico no apartó la mirada de mí. Puse los ojos en blanco, suspirando, rendida a la evidencia.
-De acuerdo, lo sabes. Felicidades Sherlock. Hablemos de otra cosa. - O mejor aún, no hablemos.
-No tendrías que haberlo ocultado. - Apostilló Lance, que por lo visto no estaba preparado para hacerme caso ni mucho menos para acabar con la conversación. Comenzaba a irritarme, y me revolví incómoda en mi montura; el resto parecía ajeno a nuestra conversación, por suerte.
-Claro, ¿y hacer qué? ¿Buscarle un nuevo enemigo a la Guardia? Ya tenemos bastante, creo yo.
-Desde el momento en que te atacó ya es nuestro enemigo. La diferencia es que la Guardia no lo sabe.
Resoplé, molesta. Estaba harta de esa conversación que comenzaba a parecerse mucho a una reprimenda: en cualquier momento seguramente me diría que el ocultarlo ponía a la Guardia en una posición de desventaja o algo así.
-Si lo sabías y tanto te importa, ¿por qué no dijiste nada tú?- Repliqué, haciendo esfuerzos por mantener un tono de voz de normal. El chico por su parte no parecía compartir mi alteración.
-Quería respetar tu decisión, aunque no la comparto. -Sus palabras me pillaron desprevenida, pero intenté mantener mi posición. La mirada del chico se endureció un tanto. - Te hizo daño y no debería de quedar impune.
No pude evitar alzar una ceja, divertida por aquella frase. Sé de alguien que también me hizo daño y se ha ido de rositas...
-¿Lo dices como mi jefe de guardia? -Solté, no sin cierta ironía. Que Lance se preocupase por mí ya no solo se me hacía violento, sino también había empezado a parecerme irónico. 
-Puede. Pero anteponer...
Oh, ya basta.
-Lo sé, lo he captado, Lance, puedes dejar de darme el sermón. No volveré a anteponer la seguridad de la diplomacia a la mía. Seguro que desde la Etincelante te agradecen que me hayas dado tan preciado consejo. -Repuse con sorna, segura de que más de uno hubiese ignorado la verdad si la hubiese contado, o me hubiesen explicado que el bien de la relación entre ambas partes era más importante que la justicia de mi caso. Al menos en el pasado así había sido. El chico suspiró. 
Lo que me faltaba, que encima me suspires cuando has empezado tú.
-No te lo tomes como un sermón. Sé que siempre intentas hacer lo correcto, aunque en ocasiones te perjudique. -Lo observé de reojo, pero asentí ante sus palabras. Aceptaba aquello como disculpa, porque el muchacho estaba admitiendo mi valía y la de mis decisiones; todo hubiese acabado bien si el dragón hubiese decidido dejarlo ahí. - Valkyon estaría orgulloso de...
Detuve en seco mi montura, tirando de las bridas con una violencia que el pobre animal no se esperaba. Lance tampoco, pues detuvo a la suya unos pasos por delante, mientras me observaba con cierta confusión. Sin dejar de fijarlo con la mirada, tomé aire para asegurarme de que mi voz saldría calmada y que no haría de aquello un espectáculo, como solía acabar haciendo.
Respira, Cyn, respira.
-Lo siento Lance, pero nuestra "relación" no ha llegado aún a la fase en la que te vaya a permitir que me hables de tu hermano. Y no creo que vaya a llegar nunca. No quiero oír su nombre de tus labios. 
Sin darle tiempo a responder, azucé de nuevo a mi montura, instándole a unirse a los demás, que no se habían percatado de nuestra pequeña pausa. 

Aquella conversación, sin quererlo, devolvió a la superficie de mi mente un oscuro pensamiento que llevaba tiempo rondándome la cabeza. Me resultaba nauseabundo y hacía que me sintiese una persona horrible, pero me había sorprendido a mí misma pensando, especialmente cada vez que tenía una discusión acalorada con Nevra, que tal vez era mejor así.
Quizá era mejor que Valkyon ya no estuviese.
La culpabilidad me embargaba solamente por dejar si quiera entrar esa idea y por el alivio culpable que me recorría al pensarlo. Si Valkyon siguiese aquí, habría cambiado, como lo habían hecho todos; la sola idea de que, de haber estado aquí, me hubiese tratado de forma similar a la que me trataba el vampiro me resultaba insoportable. Las discusiones que tenía con Nevra me dolían en el fondo, aunque no quisiese admitirlo y tratase de llevarlo con humor, pero el pensar que, de seguir vivo, Valkyon podría haber cambiado tanto como su amigo...Era también esa la razón que me detenía a la hora de ir al encuentro de Ezarel; me lo había planteado infinidad de veces, porque a mi pesar añoraba al elfo y me gustaría volver a verlo, pero el miedo a lo que pudiese encontrarme era superior. El encontronazo con Nevra había sido inevitable, pero no estaba aún preparada para descubrir que otro de mis antiguos amigos era ahora poco más que un extraño. 
Intenté alejar mi mente de aquellos pensamientos funestos y centré mi atención en el paisaje, pero pese a todo la realidad estaba ahí: aunque me había acostumbrado a mi nueva vida, en el fondo todavía quería que todo volviese a ser como antes. 


Debido a la conversación y a mi posterior reflexión, estuve taciturna el resto del día, pero por suerte el sol cayó y nos detuvimos a acampar unas horas después. Lance no se acercó a mí en ningún momento, supuse que o bien estaba aún encajando mis palabras, o bien había comprendido que necesitaba tenerlo fuera de mi vista si no queríamos volver al punto de partida. Estábamos en plena misión y el evitarlo no era una opción, así que dediqué la noche a tranquilizarme e intentar olvidar la conversación. Karenn y Mathieu me facilitaron bastante la tarea, y pudimos cenar a la luz de la hoguera compartiendo batallitas y chismes. Una vez más, intenté integrar a Leiftan en la conversación, pero el chico se limitaba a escuchar y esbozar alguna sonrisa educada de vez en cuando. Pese a todo, sus esfuerzos sociales duraron poco y pronto se excusó y se retiró a su tienda. Nevra, aunque no quería admitirlo, estaba escuchando, y de vez en cuando intervenía airado cuando su hermana -o yo- contábamos alguna anécdota que le involucraba a él. 


Emprendimos el camino, de nuevo, de buena mañana. Nevra cada vez más se me antojaba a ese progenitor histérico que siente la necesidad de salir con tiempo de sobra cada vez que se organiza un viaje familiar. Supuse que esos siete años de más habían dejado su huella. La noche anterior habíamos entrado ya en el territorio de la Corte Seelie; no quise darle muchas vueltas al hecho de que no habíamos acampado hasta que Lance y Nevra estuvieron seguros de que se trataba de territorio Seelie: aquello no hacia sino evidenciar que el territorio por el que habíamos pasado no debía de ser muy seguro, y no era algo que me apeteciese tener en mente a la hora de regresar. Apenas había pasado una hora desde que habíamos reiniciado la marcha cuando empecé a ver, entre la espesura que nos rodeaba, pequeñas criaturas. Cuando me giraba para comprobar si lo que había visto era real, parecían desaparecer, y la paranoia me acompañó un rato debido sobre todo a que mis compañeros parecían ajenos a aquello. Solo cuando un hadita de apenas veinte centímetros cruzó volando por delante de mis narices, di un respingo y pegué un pequeño grito. Todos se giraron hacia mí, curiosos.
-H-he visto un...¿hada? -musité, buscándola con la mirada, pero ya había desaparecido. Nevra me dedicó una sonrisa irónica antes de volver a mirar al frente.
-Llevan una hora revoloteando a nuestro al rededor, ¿te has dado cuenta ahora?
Estaba a punto de replicar cuando vi otra, y otra más, revoloteando en torno a nosotros. A medida que avanzábamos, las pequeñas criaturas parecían ir perdiendo el miedo, o ir ganando en curiosidad, y comenzaban a pasar más cerca, más despacio, y a observarnos entre risitas y cuchicheos que fui incapaz de descifrar. Me pregunté entonces si todas las hadas de aquel reino serían de aquel tamaño, incluida la Dama: veía bastante difícil el tener que alojarme en un castillo echo par gente de ese tamaño. ¿Quizá nos encogerían para que pudiésemos entrar? Mientras mi mente cavilaba sobre aquello, alargué la mano distraída hacia una de las haditas. No pareció sentirse amenazada, y me observó con curiosidad, dispuesta a rozar mi dedo. No obstante recordé de pronto dónde me encontraba: en aquel mundo en el que todo y todos solían tener tendencia a matarme. Aparté de golpe la mano, y me giré hacia Lance, que era por desgracia el que más cerca tenía. Por suerte para él, lo extraordinario de la situación hacía que me resultase más fácil olvidar nuestra última conversación.
-¿Puedo tocarlas, no? ¿No serán venenosas? 
El chico frunció el ceño, totalmente desprevenido, no sé si por la pregunta en sí o porque le hubiese dirigido la palabra. Conociéndolo, supuse que se trataba de lo primero: seguramente era una pregunta bastante idiota, pero allí no me podía fiar de nada. La última vez me habían dicho que si me tocaba un caballo acuático de aquellos tendrían que cortarme la mano; no quería arriesgarme a algo así.
-No, no lo son. -Repuso, escuetamente. 
-¿Muerden? 
-Depende de cómo las trates, supongo. - El chico pareció relajarse un tanto, y me observó con cierta diversión en el rostro; parecía no obstante comprender que mis temores tenían su base. - No te harán nada.
Todavía no muy convencida volví a alargar la mano hacia el hadita que, durante ese tiempo, había tomado asiento en la cabeza de mi montura. La pequeña criatura se acercó, rozó mis dedos con sus manos diminutas y avanzó hasta plantarse en mi palma. Sus pisadas me hacían cosquillas, por lo que sonreí, y me pareció escuchar una risita antes de que el hada alzase el vuelo de nuevo. Al cabo de unos segundos, un par de hadas más comenzaron a dar vueltas en torno a mí. También parecían bastante interesadas en los adornos del pelo de Karenn, que unos metros más adelante lucía a una de esas pequeñas sentada sobre su hombro. Mathieu las observaba con la misma curiosidad que yo; por otro lado, Nevra y Leiftan parecían ignorar su presencia. Estaba tan absorta observando a mis compañeros que no me percaté de que un par de ellas se habían acercado a mí. Solo cuando escuché el deslizarse del lazo de mi corpiño me di cuenta de que algo no iba bien.
-¿Pero qué...? ¡¡HEY!! ¡ESO ES MÍO! - Las dos criaturitas se fueron volando rápidamente, llevándose consigo el lazo de seda que hasta hacía unos segundos mantenía mi corpiño cerrado. Mi grito llamó la atención del resto de la comitiva, que se giraron para ver a qué se debía tanta conmoción para encontrarme de pie sobre los estribos de mi montura, haciendo aspavientos para recuperar el cordón que las dichosas hadas agitaban sobre mi cabeza. Lancé un manotazo al aire, que las asustó e hizo huir con su botín. 
-¡VOLVED AQUÍ, INGRATAS! ¡LADRONAS! ¡Ahora no teng...!- Solo entonces caí en la cuenta de que ese pequeño lazo era lo que mantenía unido el corpiño, así que rápidamente me llevé las manos al pecho y me dejé caer de nuevo en el familiar, que soltó un gruñido de disconformidad. 
Oh por el Oráculo, dime que nadie ha....
Al levantar la vista me encontré con la mirada estupefacta de Mathieu, que parecía incapaz de apartar los ojos pese a su visible sonrojo. Leiftan también me miraba, pero al ver que lo había pillado, carraspeó y se giró con rapidez. Un poco más allá pude escuchar a Karenn reírse por lo bajo, y si Nevra me había visto, volvía a estar de nuevo mirando al frente. Roja como un tomate, lancé una mirada censuradora a Mathieu, quién masculló algún tipo de excusa y se giró de nuevo. Manteniendo el corpiño cerrado con una mano, solté unas cuantas maldiciones mientras con la otra sacaba el cordón de una de mis botas y comenzaba a colocarlo donde hasta hacía unos minutos había estado el lazo. 
-Malditas hadas del demonio, ladronas, me han...
-No te lo tomes a mal. - La voz de Lance interrumpió mi retahíla de insultos, y le dediqué una mirada de soslayo cargada de reproche. Es muy fácil decir eso cuando no te han desnudado a ti. -Las hadas son una raza algo peculiar. Ciertas especies, sobre todo las pequeñas, no tienen la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Carecen de malicia, y todo lo que hacen es por diversión. No lo han hecho a propósito.
Miré al dragón largamente. Me costaba creerlo, y más aún mientras aquí y allá seguía oyendo las risitas de aquellas criaturas.
Ya.


Nuestro avance desde ese momento estuvo bastante acompañado por la presencia de pequeñas hadas, que no obstante fue menguando a medida que el bosque se hacía menos frondoso. A partir de cierto punto el camino fue tomando un aspecto más civilizado; pese a seguir siendo un camino de tierra estaba flanqueado por mazos de flores que no parecían colocados de forma azarosa. Llegados a cierto punto, el camino boscoso dio paso una pequeña calzada empedrada, que pese a todo lograba inserirse bien en el ambiente. Supuse que por fin estábamos llegando a nuestro destino y que aquel sendero nos guiaría hasta el palacio de la Dama. Pronto el bosque dio paso, a nuestra izquierda, a un lago de aguas cristalinas cuya superficie centelleaba bajo la luz del sol. Pese a lo idílico del paisaje y a que el lago estaba totalmente en calma, lancé una mirada aprensiva en su dirección. Leiftan debió de notar mi malestar, puesto que se giró levemente buscando mi rostro; le dediqué una sonrisa tranquilizadora, sacudiendo la cabeza, e intenté no centrarme más en el lago. 
Poco después llegamos a los dominios de la Dama Aïne: eran, por decirlo en pocas palabras, excesivos en todos los sentidos. Todo parecía brillar más de lo normal: la hierba, las piedras del camino, las flores que surgían de todas partes. Me pregunté si sería algo propio de los reinos de hadas o sería este un caso aparte. No fui capaz de vislumbrar todo lo que abarcaban aquellos dominios, porque rápidamente en lo alto de una colina se dibujó el que era su palacio: una enorme pero delicada construcción de una piedra traslúcida que me recordaba al cuarzo rosa. Las torres, altísimas y finísimas, daban una sensación de irrealidad, y más teniendo en cuenta que alguna nubecilla parecía enganchada en las agujas más altas. Pese a la altura descomunal, las dimensiones del resto del edificio no se quedaban atrás. 
Como me pierda ahí dentro no me van a encontrar jamás.


Tras las debidas presentaciones una vez fuimos detenidos por la guardia casi a las puertas del recinto principal, se nos había conducido en presencia de la Dama Aïne, en una amplia estancia en la cual la luz entraba a raudales por enormes ventanales. Orientado hacia ellos, un regio sillón parecía albergar la figura de nuestra anfitriona, que tras oír cómo éramos anunciados por uno de sus sirvientes, se levantó de un salto y se dirigió hacia nosotros. No era para nada como me la esperaba: probablemente tanta ostentación habían creado en mi cabeza la figura de una mujer extravagante entrada en años, rodeada de lujo y derroche. Ante nosotros se alzaba una muchachita que aparentaba mi edad, aunque estaba totalmente segura de que no era el caso. Su piel, tan pálida como la luz de la luna, estaba sembrada de pequeñas pequitas malvas. Un sencillo vestido de tirantes blanco cubría su delicado cuerpo hasta las rodillas; iba descalza y toda la ostentación se limitaba a unas pulseras plateadas que cubrían sus tobillos y tintineaban con cada paso. Los cabellos, también blancos y lacios, caían con gracia sobre sus alas de libélula, de un tono rosáceo pero con mil brillos irisados al entrar en contacto con la luz. Solo sus ojos daban una nota de color a su figura: dos orbes de un rojo brillante, como rubíes, que me observaban con curiosidad. Su mirada me turbaba, pero pronto me di cuenta de que quizá se debía a que, ensimismada como estaba, no me había percatado que mis acompañantes se habían inclinado ligeramente ante ella. Azorada, les imité, lo que provocó una risilla a nuestra anfitriona.
-¿Y bien?
-su voz cristalina sonaba algo impaciente, por lo que Nevra carraspeó y alzó de nuevo el rostro.
-Dama Aïne, permitidme presentarme. Soy Nevra, representante de la guardia Etincelante y...
-No estás invitado, ¿qué haces aquí? - El tono del hada no era para nada cortante o descortés, pero Nevra se tensó y yo tuve que taparme disimuladamente la boca para no reírme. 
No se anda con tonterías, la Damita.
-He venido en tanto que escolta de los invitados de la Guardia y de los dos aen... -la muchacha posó una de sus manos en el hombro del vampiro y lo apartó sin mucho miramiento, acercándose a nosotros. 
-¿Quiénes sois los aengels? -Preguntó, y Leiftan y yo intercambiamos una rápida mirada algo incómoda. Decidí dar un pequeño paso al frente, gesto que Leiftan imitó, seguido de una ligera inclinación de cabeza. Por el rabillo del ojo pude ver como Nevra, con cara de pocos amigos, se situaba junto a Lance y al resto, detrás de nosotros. 
-Dama Aïne, nos sentimos muy honrados de... -comenzó Leif, pero su voz se apagó de pronto. Alcé el rostro para ver qué sucedía esta vez, pero me topé con la imagen que había dejado mudo al chico. El hada ante nosotros nos dedicó una sentidísima reverencia, tan profunda que sospeché que sus rodillas estaban casi tocando el suelo. Después se incorporó con gracia y nos sonrió de forma radiante.
-Es todo un placer y un honor teneros aquí. Yo y mi pueblo os estamos inmensamente agradecidos por vuestro sacrificio. -La mirada de la muchacha se oscureció un momento, recordando probablemente la situación de Eldarya hacía siete años. - Mis dominios casi perecen; todo estaba muerto y marchito. Hasta mi palacio había comenzado a desmoronarse por las sacudidas de la tierra...pero gracias a vosotros todo ha pasado ya. 
Recuperando la sonrisa risueña, nos tomó de las manos, para nuestra mutua sorpresa.
-¿Puedo conocer el nombre de nuestros Salvadores? 
-Yo soy Leiftan.
-Y-yo Cyn. -Murmuré, todavía algo sorprendida por aquel recibimiento. Aïne sonrió encantada y apretó un poco nuestras manos.
-Quiero agradeceros de alguna forma por vuestro gesto. Pedid lo que queráis y se os dará. -Leiftan y yo compartimos de nuevo una mirada confusa, pero no tuvimos tiempo de pronunciarnos al respecto; la chica soltó mi mano y, situándose ante Leiftan, tomó ambas manos del chico mientras lo observaba fijamente.
-¿Hay algo que desees, Leiftan? Cualquier cosa. - Mi compañero alzó ligeramente las cejas, pero esa fue toda la sorpresa que expresó su rostro, que recuperó rápidamente su calma habitual. El chico le sostuvo la mirada a la Dama, que parecía buscar su ansiada respuesta en sus ojos. Finalmente, sacudió levemente la cabeza y compuso una sonrisa cortés.
-Agradezco vuestra oferta, Dama Aïne, pero no hay nada que desee. No merezco ser recompensado por mis actos; hice lo que tenía que hacer.
La muchacha lo observó durante unos largos segundos más, pero finalmente se dio por vencida.
-Es una lástima, yo sí considero que merecéis una recompensa. - Su atención se posó entonces en mí, y tomándome de nuevo de las manos, clavó sus iris rojos sobre los míos. -¿Y tú, Cyn? ¿Qué es lo que más deseas? Pide y te lo concederé.
Turbada, intenté apartarme, o al menos apartar la mirada, pero no logré ninguna de las dos cosas. Por un momento me perdí en aquellos pozos rojos: ¿deseaba algo? Nadie me había dicho que iba a tener que pedir un deseo; de haberlo sabido hubiese preparado una lista. Era curioso como en la Tierra siempre había habido cosas que quería, desde las más banales hasta algunas más trascendentales; sin embargo, allí, en un mundo mágico y fantasioso, todo lo que en mi vida anterior habría pedido como deseo ahora se me antojaba inútil o mediocre. No es que mi vida fuese perfecta, pero mis prioridades habían cambiado claramente y dudaba que hubiese algo que desease de verdad. Imitando a mi amigo, sacudí ligeramente la cabeza.
-N-no, pero os agradezco el gesto. - Esperé que soltase mis manos, como había hecho con Leiftan, pero no sucedió así. La chica siguió mirando en lo profundo de mis ojos, haciendo crecer mi incomodidad. Finalmente pareció darse por satisfecha, porque alzó las cejas casi de forma imperceptible y después sonrió; no era la misma sonrisa que le había dedicado a Leiftan. O quizá yo estaba imaginando cosas.
-Ya veo. -Soltándome finalmente, se asomó por encima de mi hombro para, por primera vez, observar a nuestros acompañantes. - En fin, ¿quién es esta gente?
Pude notar el tic que estaba recorriendo la ceja de Nevra sin girarme siquiera.
-Son la escolta que la Guardia nos ha proporcionado, y los dos miembros que han ganado el torneo de hace unas semanas. - Explicó paciente Leiftan, al que sí parecía escuchar el hada. Mathieu y Karenn hicieron una nueva reverencia de cabeza y le mostraron los anillos que vestían sus manos y los identificaba como invitados. La Dama los miró de arriba abajo pero no parecían dignos de su atención,  por lo que dándonos la espalda, se dirigió de nuevo a su sillón.
-Muy bien. Que se les conduzca a sus aposentos. Estarán cansados del viaje. - Y paseando la mano con aire ausente por el respaldo de la enorme butaca, se giró levemente de nuevo hacia nosotros. -Podéis descansar o visitar el palacio, como deseéis. Nos veremos esta noche.


-Adelan...-la puerta se abrió de par en par antes de que pudiese dar mi total consentimiento. Después de que la Dama nos despachase, cada uno fue conducido a su propia habitación; todo un lujo, aunque viendo las dimensiones del castillo no era para nada descabellado que cada invitado tuviese una estancia solo para él. También se nos explicó el funcionamiento de aquel castillo: dividido en dos alas, oeste y este, la primera era en la que se encontraba el recibidor y la mayoría de las habitaciones de invitados. También era la habilitada para los sirvientes, escoltas y demás séquitos de los invitados, y en la que la Dama recibía a las visitas. El ala este, por otro lado, era más exclusiva; solo podían acceder los invitados de la Dama. Allí se celebraban las fiestas, banquetes y demás eventos, se encontraban los aposentos de la anfitriona y su exótica colección de objetos. Comprendimos pues que, una vez comenzado el banquete, Nevra y Lance deberían de contentarse con examinar el ala oeste y los alrededores mientras nosotros investigábamos la zona este. 
Tras haber sido conducida a mi habitación, me había dejado caer indolentemente sobre la enorme cama con dosel, sobre la cual ya descansaba mi vestido. Por lo visto alguien había deshecho mi equipaje y ordenado su contenido. Allí me encontraba, casi dormida bajo la cálida luz de la tarde que se filtraba por las ventanas cuando habían llamado a la puerta. Y luego la habían abierto, haciendo que tuviese que incorporarme de golpe para presentar un poco de decencia.
La Dama Aïne me dedicó una rápida mirada antes de entrar como un torbellino en la sala, seguida por un par de hadas más. Me incorporé rápidamente e hice una pequeña reverencia, a la cual no le prestó la más mínima atención.
-Dime Cyn, ¿Te gusta tu habitación?
-¿eh? S-sí claro. -Repuse, todavía algo desorientada. Las otras dos hadas comenzaron a preparar el tocador del fondo de la sala, y supuse que vendrían a dejarlo todo listo para que pudiese prepararme para el evento. - Me siento muy honrada de hab...
-El banquete comenzará en un par de horas, ¿no estás emocionada? No importa cuántos celebre, siempre estoy ansiosa de que empiece. - me cortó Aïne, que danzaba alegremente por la sala, haciendo ondear su vestido y su larga melena entorno a ella. Llegó finalmente a mi altura, y solo entonces su mirada se posó en mi vestido, que descansaba sobre la cama. -¿Qué es esto?
-Es mi vestido para vuestro baile, yo...- comencé, pero la muchacha parecía no escucharme ya. Con delicadeza tomó la prenda, la examinó, y con mano experta y firme, la rajó desde el corpiño a la falda de un solo tirón. Tardé varios segundos en procesar lo que acababa de ocurrir.
Oh, Oráculo...voy a morir.
-Qu-qu....-balbuceé, pero Aïne ya había dejado caer los trozos de mi vestido sobre el suelo y se había dirigido a una de las hadas que la acompañaban.
-No voy a dejar que te presentes en mi baile con semejante harapo. Haré que te traigan uno digno de ti y de la ocasión. 
No podía apartar la mirada de la tela blanca que descansaba sobre la alfombra. 
-
-Nos vemos en unas horas Cyn. - Y dedicándome una sonrisa dulce, la muchacha desapareció a paso ligero por la puerta. Por mi parte no pude sino mirar lánguidamente al vestido. 
Purriry me va a matar...el cristal, Lance, salvar Eldarya, huir de un kelpie...y voy a manos de un purreko.


El vestido que la Dama había elegido para mí era sin duda alguna bastante más ostentoso que el que me había cosido Purriry, lo cual era difícil. De la parte trasera de mi cintura un par de alas de tela  surgían y reptaban por mis costados hasta acabar cubriendo pudorosamente mis senos; aunque emulaban a unas alas de ángel, estaban configuradas como si se tratase de alas de libélula, formadas por romboides de tela brillante plateada y dorada. La falda del vestido era enorme y algo aparatosa, aunque ligera como el aire: una infinidad de capas de gasa, que pasaban del negro sembrado de brillantes dorados al blanco más puro en los bajos, este con pequeños brillantes plateados, emitía un frusfrús con cada uno de mis movimientos. Del nacimiento de las alas que conformaban el corpiño, nacía otro par, a modo de cola, que arrastraba casi metro y medio tras de mí. Eran realmente hermosas y las plumas estaban dibujadas con hilo negro y dorado entrelazado, lo que le daba un toque regio totalmente diferente a la delicadeza de los tonos claros de mi primer vestido. Las hadas que la Dama había puesto a mi disposición me resultaron imprescindibles a la hora de ponerme aquella aparatosa obra maestra, y diligentemente se encargaron también de mi peinado. Pese a que mi cabello no era especialmente largo, se las apañaron para hacer un intrincado recogido que pese a todo conservaba un aire natural, con algunos mechones sueltos. Me coronaron con una tiara dorada, también con forma de alas, cuyos extremos se tocaban en la parte central y sujetaban un pedrusco brillante que supuse sería un diamante. El conjunto era, como poco, excesivo, y más teniendo en cuenta que se remataba con un par de guantes finísimos y una máscara de plumas: parecía que el evento de aquella noche se trataba de un baile de máscaras. Di gracias al Oráculo al descubrir que al menos iría descalza: por lo visto las hadas no le daban especial importancia al calzado, y para mí era un alivio que no intensasen subirme a algún tipo de zapato con un tacón imposible. Ni en mis mejores tiempos como humana había sido muy diestra caminando con más de cinco centímetros de altura extra.

Salí de la habitación una vez estuve lista para encontrarme con un perplejo Nevra, que parecía estar esperando por mí. El chico se repuso enseguida antes de tenderme el brazo; por lo visto él y Lance se estaban tomando bastante en serio su coartada como escolta de los aengels.
-Juraría que ese no es tu vestido.
-Ha habido un pequeño cambio de planes. - Respondí escuetamente mientras la imagen de Aïne haciendo trizas mi vestido se repetía en mi cabeza. Purriry me perseguirá hasta las nieblas del infierno. - ¿Habéis echado a suertes quién se encargaría de acompañarme a mí y has perdido, o ha sido una decisión consciente?
Nevra me miró de reojo, y pude ver una sonrisa asomando en la comisura de sus labios.
-Digamos que elegí el mal menor.
-Duras palabras para Leiftan. -Repuse, pero sonreí. Me fijé en que el chico también se había cambiado de ropa por algo más elegante, seguramente también proporcionado por Purriry aunque se le hubiese dicho que ni él ni Lance participarían en el banquete. Una casaca de un morado que casi rozaba el negro, ribeteada con hilo plateado y unos pantalones a juego. A favor de Nevra había que decir que seguramente había pocas cosas que le quedasen mal, así que no sabía si era todo mérito de Purriry. 

Atravesamos unos cuantos pasillos inmensos y descendimos por una de las múltiples escalinatas de mármol hasta llegar al gran portón que daba acceso al ala este del palacio, destinada solamente a los invitados distinguidos. El anillo descansaba en mi anular derecho como prueba de que tenía derecho a atravesar aquella puerta. A medida que nos acercábamos al lugar de reunión, observé que ya había una gran cantidad de invitados allí presentes. Pese a que las fiestas de la Dama Aïne eran algo "exclusivo", podía haber más de doscientas personas allí congregadas ahora mismo. Los demás estaban ya allí, y aunque pude comprobar que tanto Mathieu como Karenn conservaban sus vestimentas originales, rematadas con una máscara que probablemente les habían proporcionado en el palacio, Leiftan parecía haber sido víctima también de un cambio de vestuario de última hora. Al momento comprendí que su atuendo y el mío estaban hechos a juego: la casaca que portaba, sin mangas, era negra con vistosos ribetes dorados. Los pantalones eran blancos, y sobre sus hombros descansaba una capa que al igual que la cola de mi vestido, formaba unas largas alas blancas y doradas que arrastraban por el suelo unos metros. Una tiara con forma de alas también descansaba sobre su cabeza. Intercambiamos una mirada compasiva, sabiendo la que nos esperaría una vez pusiésemos un pie en el cuartel. Mi mirada paseó hasta Lance, que vestía un conjunto bastante similar al de Nevra, aunque algo más sobrio; no sabría decir si por petición propia o fruto de la poca estima en la que la purreko lo tenía. No tuvimos tiempo de intercambiar muchas palabras, puesto que un par de sirvientes abrieron las pesadas puertas de madera que daban paso a la exposición, y los invitados comenzaron a entrar en tropel. Habíamos acordado con Nevra y Lance, quienes no tenían permitido entrar al ala oeste, que uno de nosotros iría a informarles una vez hubiésemos comprobado el contenido de dicha exposición: si había motivos para sospechar sobre la presencia de un portal, ellos se encargarían de investigar los alrededores en busca de pistas mientras nosotros estábamos en el banquete. El castillo y los terrenos de la Dama eran enormes, así que en caso de tener que investigar, ellos se encargarían de toda la zona oeste y nosotros de la este, en la cual no podían entrar sin la debida invitación. Tras despedirnos rápidamente, seguimos a la multitud.

Las puertas dieron paso a un amplísimo pasillo con techos imposiblemente altos de los que colgaban cortinas de seda traslúcida que llegaban hasta el suelo; su función parecía ser separar unos elementos de otros y mantener el suspense de los visitantes entre un misterioso objeto y el siguiente. A izquierda y derecha nos encontramos con atriles de mármol sobre los que reposaban objetos, primero de pequeño tamaño: lápices de colores, una tarjeta de crédito, unos CD's... supuse que la Dama había estudiado cuidadosamente cómo presentar sus posesiones, ya que obviamente aquellas de mayor tamaño llamarían más la atención. Mathieu y yo observábamos aquellos objetos, tan comunes para nosotros, que sin embargo resultaban ligeramente extraños dado el lugar y la situación en la que se encontraban. Unos pasos más allá un número de la revista Rolling Stones descansaba abierto por una página al azar como si de un antiquísimo incunable medieval se tratase. Todo aquello se me antojaba surrealista: tanto el trato dado a los objetos como ellos en sí: nunca pensé que volvería a ver una tablet, aunque esa tuviese la pantalla rota, o que una tostadora podría encontrarse expuesta como si de una joya se tratase. Leiftan, ligeramente por detrás de nosotros, miraba los objetos con cierto aire ausente; Karenn por su parte los observaba con curiosidad, pero sin la fascinación que parecía recorrer al resto de invitados. No tardó en volverse hacia nosotros.
-¿Reconocéis algo? ¿Son objetos terrestres?
-Sí, todos. Sin duda, es...¿eso es un microondas? - El chico señaló el electrodoméstico que descansaba unos pasos más allá sobre su debido expositor. En el fondo de mi mente una vocecilla parecía querer advertirme de algo, pero no lograba descifrar de qué podía tratarse. 
-¿Y...sirven para algo? -La vampira observaba con curiosidad una señal de tráfico. Intercambié una mirada rápida con Mathieu mientras avanzaba hacia el siguiente objeto.
-Claro, aunque son cosas bastante...cotidianas. Muchas no pueden funcionar aquí porque necesitan electricidad o... -me quedé unos instantes observando el siguiente objeto, un martillo neumático. -...otras fuentes de energía, que en Eldarya no existen.
Por suerte.
La sensación de que algo iba mal no hacía sino crecer con cada paso que daba, y no fue hasta llegar al siguiente punto de la exposición cuando me percaté de ello. Ante nosotros se alzaba un contenedor de vidrio: grande y lleno hasta reventar. Alguna de las botellas que contenía habían sido sacadas y estaban expuestas delante, como muestra de su contenido. También había alguna lata de refresco.
Veo que alguien no sabe reciclar...
-Hay algo que no...-mi mente hizo click en ese momento, y me giré hacia Mathieu y Karenn, que contemplaban el contenedor con expresión perpleja, aunque seguramente que por distintas razones. - Son objetos muy grandes. Y pesados. Dudo que hayan podido transportarlos desde muy lejos. Además...
-Además están ordenados. -Mathieu pareció entender mi razonamiento, adquiriendo el mismo deje de preocupación que debía de estar pintado en ese momento en mi rostro. -Da la sensación de que...han sido elegidos a propósito. 
Karenn nos observó unos segundos, pensativa. 
-Puede que los haya encontrado, o comprado en el mercado negro, y simplemente los haya ordenado.
-¿Y que expongan algo nuevo cada semana? -Repuse.
-Karenn tiene razón, Cyn. Puede que los tengan almacenados, este lugar es inmenso. -Leiftan parecía querer creer firmemente en que aquello no tenía porqué ocultar nada turbio, pero en mi interior algo me decía que no tendríamos esa suerte. 
-Puede, pero son demasiados. Además...oh. -Mi mirada aterrizó sobre el siguiente objeto: una vespa. Algo desmejorada, y con la pintura azul desconchada, pero se trataba de eso.  
-¿Funcionará? -Musitó Mathieu, que se había acercado para verla más de cerca. Por mi parte, me volví a Karenn, el temor que había surgido en mi cabeza ya completamente desarrollado.
-Da la sensación de que son objetos elegidos al azar, pero elegidos al fin y al cabo. Hasta ahora no hay ninguno peligroso pero...podrían acabar trayendo algo que de verdad lo fuese.
El chico volvió de nuevo a nuestro lado, atento a la conversación mientras avanzábamos hacia el final de la exposición. Tras una pesada cortina de terciopelo rojo, parecía ocultarse la que sería la novedad de la velada. 
-¿Más peligroso? ¿Algo como una bomba atómica?
Miré al chico unos largos segundos, dispuesta a insultarlo, pero recapacité.
-No creo...colarse en instalaciones militares para robar eso creo que sería difícil hasta con un portal. Pero otras cosas...
Las luces parecieron atenuarse y el silencio se hizo en la sala, por lo que mi razonamiento tuvo que esperar: la Dama Aïne estaba a punto de desvelar su nueva adquisición. 
-Queridos, es un placer teneros aquí una velada más. Sé que muchos creáis que superar la adquisición anterior sería imposible, pero estoy encantada de poder presentaros una semana más una nueva y misteriosa maravilla procedente de la lejana Tierra. - Eché un vistazo buscando aquella última adquisición, que se encontraba a unos metros de nosotros: una máquina expendedora. ¿Tendrá chuches dentro? Mataría por unos regalices...a ver si puedo acercarme luego a sacudirla...la de la facultad funcionaba así.  
Mientras intentaba distinguir entre el gentío si la máquina contenía algo de interés, el discurso de la Dama dio paso a un "oooooh" generalizado cuando las cortinas se corrieron y mostraron lo que ocultaban. 
Un Cadillac rojo descapotable. 
Miré ojiplática a Mathieu, que también se había girado hacia mí. El resto de presentes cuchicheaban y observaban absortos como la Dama con delicadeza abría y cerraba las puertas y se deslizaba en el asiento del conductor. 
¿Tendrá las llaves? ¿Y gasolina?
-¿De dónde...?-comenzó Mathieu, volviendo a centrar su interés en el coche.
-¿Qué es? 
-Es un coch...una especie de vehículo...transporte...-acerté a decir, sin poder apartar la vista de la escena. -Es un medio de transporte terrestre. 
-Y uno caro. Calculo que será de los años 70, está muy bien conservado. 
-¿Ves a lo que me refería? Puede traer cosas más grandes y peligrosas, sin que se trate de la bomba atómica. - Apostillé, con cierta ironía.
-Claro, claro. Un camión, o un tanque...-comenzó el chico, que parecía sin embargo bastante más concentrado en el coche.
-Una simple bombona de butano podría acabar en desastre. -Murmuré, mientras observaba como Aïne abría el capó del coche para mostrar su interior a los curiosos que se acercaban. - Imagínate que intentasen abrirla así.
El chico se giró hacia mí, ligeramente más pálido, y asintió. 
-Voy a ir a...comprobar que el coche es lo que es. -Ante mi mirada interrogativa, intentó desarrollar mejor su excusa. - Ya sabes, los portales no siempre conservan lo que transportan y...
-Corre, corre a ver el coche Mathieu, no soy tu madre para que me pidas permiso. -Repuse con cierta ironía, despachando al chico con un gesto de mano para volverme después hacia Karenn. - Creo que deberías ir a avisar a tu hermano. O bien es como dice Leif y hay un almacén con cachivaches terrestres, o bien hay un portal.
-Y de haberlo supongo que estará cerca, porque el Cadi no tiene llaves. - Añadió Mathieu, que ya había vuelto de su pequeña excursión.
Karenn asintió, y en un parpadeo se abrió paso entre el gentío, en dirección contraria. Nosotros tres nos quedamos un rato más, observando los objetos expuestos; Mathieu parecía verdaderamente interesado en el coche, así que yo me ausenté para revisar qué más había en la sala. Leiftan me siguió a una cierta distancia, volviendo a observar los objetos con interés renovado, seguramente al sentir la ligera ansiedad que me recorría. Tenía miedo de encontrarme algo verdaderamente peligroso; no tenía claro qué, pero quizá una simple escopeta hubiese bastado. ¿Y si descubrían que era un arma e intentaban replicarla? ¿Y si intentaban replicar cualquier cosa, o darle uso? No estaba preparada para el impacto de ver un coche recorriendo los caminos de Eldarya. 
-¿Ves algo que te preocupe? -
La voz de Leiftan, cautelosa, me sacó de mi ensimismamiento. 
-No....no, la verdad es que no. -Mis pasos me llevaron de nuevo ante la máquina expendedora: efectivamente aún tenía cosas dentro. ¿Pasaría algo si me acercaba para darle una ligera sacudida?
Justo cuando estaba a punto de intentarlo, el murmullo general captó mi atención. La Dama había dejado su nuevo Cadillac y, encabezando la comitiva, se plantó ante una de las grandes puertas laterales. Mathieu nos hizo un gesto para que nos acercásemos.
-.... y es un gran honor para mí el recibir, en el banquete de esta noche, a los Salvadores de Eldarya.
- Sin saber muy bien como, Aïne nos localizó al momento con la mirada, y con una sonrisa no invitó a acercarnos al frente. Pese a las máscaras que portábamos, todo el mundo nos identificó rápidamente y nos permitieron el paso entre murmullos de admiración. Supuse que la larga cola de mi vestido y de la capa de Leiftan daba alguna pista sobre nuestra naturaleza, si bien todos los allí presentes vestían de forma fastuosa y exagerada. Mi compañero parecía no encontrarse muy a gusto con tanta atención, a sus ojos probablemente inmerecida, así que con muy poco decoro enganché su brazo con el mío, tanto para tirar de él como para demostrarle que no estaba solo. Me dedicó una tímida sonrisa bajo la máscara, y avanzamos hasta situarnos al lado de la Dama. Esta nos dedicó una de sus sonrisas infantiles antes de hacer un gesto a sus sirvientes, que abrieron la gran puerta, y nos invitó a entrar junto a ella en primer lugar. 

El lugar del banquete era de unas dimensiones imposibles: dada la curvatura de los muros, supuse que sería de planta redonda, pero no alcanzaba casi a ver el extremo contrario. La gran zona central, que a todas luces serviría de pista de baile, estaba rodeada por una zona acolumnada, con la que conectaban otros pasillos o puertas, siguiendo una organización radial. Junto a las columnas, y diseminadas por la estancia, había mesas con aperitivos, bebidas y comida varia, y las sillas estaban diseminadas por aquí y por allá, haciéndome entender que no se trataría de un banquete sentado sino más bien de una especie de buffet libre. Habíamos penetrado en la sala desde uno de sus costados, pero una vez avanzamos hacia el centro pude que ver que ante nosotros se alzaba una enorme escalinata de mármol rosa, con pasamanos dorados, repleta de flores y plantas, que la recorrían y decoraban hasta llegar a la planta superior. Allí se enredaban entre los barrotes de la veranda y caían de nuevo como cortinas sobre la sala. Justo a los pies de la escalera, unas hadas ataviadas de forma bastante uniforme sostenían extraños instrumentos que rápidamente comenzaron a sonar. El gentío invadió rápidamente la estancia, pero Leiftan y yo permanecimos cerca de la puerta, a la espera de nuestros compañeros. Mathieu apareció minutos después, seguido de Karenn, que ya había dado el aviso a su hermano. 

-Mathieu y yo echaremos un vistazo por los alrededores. - Dispuso la chica, mientras le daba un sorbo a una larga copa cuyo contenido de color violáceo estaba llamando mi atención. - Es mejor que tú y Leif os quedéis por aquí, llamáis mucho la atención y la Dama os echará en falta si desaparecéis.
-¿Me estás diciendo que mi misión va a ser simplemente comer, beber y bailar? - Repuse divertida, lanzándole una sonrisa radiante a Leiftan. El chico intentó corresponder mi gesto, pero se veía que seguramente preferiría estar en cualquier otro sitio. 
-Más o menos. 
-¿No deberíamos esperar un poco? Acabamos de entrar y... -comenzó Mathieu, lanzando una miradilla a su alrededor. Karenn sonrió con malicia.
-No sé si has echado el ojo a los pastelillos de aquella mesa o a la muchacha de las alas azules, Mathieu.
- El chico, visiblemente sonrojado bajo la máscara, comenzó a balbucear una excusa, pero la vampira simplemente rio. - Está bien, daremos una vuelta por aquí. Dentro de quince minutos me iré, y dentro otros quince, saldrás tú. Vosotros dos, portaos bien.
Dedicándole un saludo militar, me despedí de mi amiga.


Había perdido totalmente la noción del tiempo, debido en parte a que la fiesta continuaba en su apogeo, la música no se detenía y la comida y bebida parecía abarrotar las mesas pese a que seguramente ya hubiesen pasado un par de horas. Tras separarnos de Karenn y Mathieu, convencí a Leiftan para dar un pequeño voltio por la sala, y recorrerla por la zona externa a la pista central, amparados por las columnas. No estoy segura de que llegásemos a dar una vuelta entera, pues mi único punto de referencia era la escalera monumental, y las mesas, sillas e invitados se repetían una y otra vez, haciendo que me desorientara. El chico pareció percibir mi confusión, y no tardó en explicarme que era normal: las fiestas de hadas eran excesivas y caóticas, y aquel mareo y desorientación era una consecuencia de las fuertes luces, los gritos, la música y el excesivo brillo de todo lo que nos rodeaba. El aire, impregnado de un perfume dulzón procedente de las múltiples plantas, junto con los aromas de la comida, tampoco ayudaba. Decidimos entonces sentarnos un rato, pues Leif tampoco parecía sentirse muy a gusto en aquel lugar, pero al cabo de un tiempo comencé a aburrirme. Todo el mundo bailaba, correteaba por la pista, comía, bebía y reía, mientras Leif y yo permanecíamos regiamente sentados. No había ni rastro de la Dama eso sí, pero más de una vez alguno de los invitados se acercó para hablar con nosotros y mostrar sus respetos; tenía la sensación de que estaba formando parte del decorado y no de la fiesta en sí. Una vez el mareo inicial desapareció, y mi cuerpo se acostumbró al exceso de olores, luces y sonidos, decidí que quería participar en aquello, o al menos, bailar un poco. Súplicas, ruegos, y ojitos de cordero degollado no sirvieron para nada y Leiftan me prometió que me esperaría allí. 
Se ve que si una quiere hacer algo, tiene que hacerlo ella misma. 
No sin dificultad, me abrí paso entre la gente hasta llegar a la zona central, donde se congregaban todos aquellos que querían bailar. Me prometí que lo intentaría en la próxima pieza, pero la música no acababa nunca: una tras otra, las canciones se encadenaban sin descanso. Tomé aire, levanté ligeramente la falda de mi vestido para no tropezar y me introduje entre el gentío.

Había leído en varias ocasiones que había dos cosas que no se debían hacer si se acababa en el mundo de las hadas: una de ellas era bailar. Quizá las leyendas humanas sobre el asunto exageraban, pero había que reconocer que al cabo de un tiempo me arrepentí de la decisión que me había llevado a la pista del baile. Primero fue divertido: no sabía bailar pero aquello no parecía importar a nadie, y me dediqué a hacer el ridículo sin pudor alguno, dando vueltas, saltitos, y en general disfrutando de los movimientos de mi vestido entorno a mí. En algún momento el baile individual pasó a ser por parejas, y algún desconocido tomó mi mano y me arrastró a la danza. Para mi propia sorpresa, no solo no opuse resistencia, sino que continué bailando alegremente, cambiando de pareja mientras girábamos por la pista de baile. Era ligeramente consciente de que algo no iba bien, pero la música, el ruido y las luces parecían eclipsar hasta mis pensamientos, y solo me dejé llevar, riendo y cantando. Luego llegó el cansancio; me empezó a costar seguir el ritmo, y me sentía literalmente arrastrada por aquellos que tomaban mi mano en cada cambio de pareja. Empecé a agobiarme, me faltaba el aire; me tropecé un par de veces con la cola de mi vestido, y si no acabé en el suelo pisoteada fue porque por suerte alguien me tenía bien sujeta. Solo entonces me di cuenta de que los pies me dolían horrores y que estaba sin aliento. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, me liberé de las manos de los bailarines, que ahora formaban un corro, y me separé del centro. A duras penas me abrí paso entre la gente que continuaba saltando y danzando ajenos a mi agobio, y tras unos agónicos segundos, conseguí emerger de entre el gentío y llegar a una de las mesas que rodeaban la sala. Agotada, me dejé caer sobre una silla; tras un largo rato, miré a izquierda y derecha, comprobando que, efectivamente, no había tenido la suerte de salir por donde había entrado y Leiftan no estaba a la vista. 
Genial, ahora tendré que buscarlo...más le vale no haberse movido durante estas...¿horas?
Una vez superado el furor de la danza y pasado mi mareo, volvía a estar alerta, y bastante más que antes, ya que el cansancio y la angustia que había pasado para salir del círculo central me habían hecho mella. No me hacía mucha gracia estar sola allí, y más al comprobar que a medida que pasaba el tiempo la fiesta no sólo no decaía, sino que se volvía más salvaje: los invitados, seguramente ya borrachos o extasiados, correteaban por aquí y por allá, persiguiéndose unos a otros, jugando y bailando, y los círculos de tranquila charla habían disminuido considerablemente. Después de barrer la zona con la mirada, mis ojos se toparon con una mesa que, unos pasos más allá, seguía repleta de apetitosos dulces. Mi estómago gruñó: tanto ejercicio me había dado hambre, y al fin y al cabo, no había cenado nada en toda la noche. Me aproximé para examinar mejor los manjares, y me decidí por una tartaleta de arándanos y fresas, cuya brillante mermelada se desbordaba ligeramente, manchándome los finos guantes.
Bueno, es un consuelo que Purriry no vaya a matarme por ensuciar su vestido....aunque me vaya a matar igual.
El manjar estaba ya rozando mis labios cuando caí en la segunda cosa que, tradicionalmente, no se debía hacer en un mundo de hadas: comer. Según las leyendas terrestres, los humanos que probaban comida de hadas se quedaban allí atrapados para siempre. Lo medité un segundo: el dulce parecía demasiado apetitoso para ser inocente, y viendo el aspecto de bacanal que estaba tomando aquello sospechaba que algo tenía que tener la comida. Por otro lado, ¿qué mal podía hacerme? Yo ya estaba atrapada en Eldarya, de todas formas. Encogiéndome de hombros, concluí que merecía la pena el riesgo.
Algo por el rabillo del ojo llamó mi atención: pese a que portaba una máscara, que seguramente había tomado prestada, reconocí a Nevra acercándose a mí. Por lo visto había decidido colarse en el baile, con éxito al parecer; quizá había pasado algo que no pudiese esperar a más tarde. No podía verle bien el rostro, pero supuse que aquello que me estaba dedicando era una de sus miradas censuradoras, que se paseó de mi rostro a mi mano, sobre la cual la mermelada seguía goteando. Suspiré, apartando el pastelito de mi boca.
-Sí, lo sé, lo sé, "Cyn, no debes de probar la comida de hada bajo ningún concepto o te quedarás atrapada aquí para siempre, cosa que me haría muy feliz, aunque por desgracia la misión está por encima de mi felicidad personal", ¿no?
Para mi sorpresa, Nevra no contestó a mi provocación, sino que se limitó a sonreírme perezosamente, acercándose. Una vez frente a mí, guio con delicadeza mi muñeca hasta que el pastelillo estuvo al alcance de su boca. Con cuidado lo tomó entre sus dientes, rozando solamente mis dedos con los colmillos, y se lo comió; lentamente, supongo, aunque estaba anonadada ante la escena y no podía sino observarlo confusa. Plantó su iris grisáceo en los míos, y aunque no podía apartar la mirada de él, noté como su lengua limpiaba la mermelada de mis dedos. Tras esto, soltó mi mano, que no acerté a bajar de nuevo, me guiñó un ojo y se alejó como si tal cosa. 
Sonrojada hasta las orejas, sacudí la cabeza para intentar que mi alma volviese a mi cuerpo.
Maldito Nevra, sigue siendo un...es...espera...¿qué...?
Clavé mi mirada en la espalda del vampiro, que poco a poco desapareció entre el gentío. 
¿Qué acaba de pasar....?
Ese no era el Nevra que yo conocía...algo en mi cabeza hizo click entonces: lo peor es que sí era el Nevra que yo conocía. El de hace años. 
Qu-qué demonios...
Había tardado en procesarlo, pero el vampiro que se había acercado a mí era el Nevra de hace 7 años: el pelo, el parche, el porte desgarbado y despreocupado...Parpadeé un par de veces, volviendo a fijar la mirada en mis dedos, ahora vacíos. No había dado ni un solo bocado, no podía ser la comida.
¿Serán alucinaciones mías, o estaré drogada...?
Mi instinto me decía que pasaba algo, y en aquel mundo no solía ser nada bueno. Tenía que encontrar a los demás.


Obviamente aquello había sido mucho más fácil de decir que de hacer; aunque recorrí toda la sala en su perímetro buscando a Leiftan, no había ni rastro del chico. Tampoco me volví a cruzar a Nevra, y mi ansiedad comenzaba a aumentar; pese a todo intentaba buscarle algún tipo de explicación lógica a lo que había pasado.
Quizá no soy yo...quizá es Nevra. Puede que lo hayan hechizado o...¿estaba así ya antes de comerse mi pastel?  Por el Oráculo, ¿dónde se habrán metido? ¿Es todavía pronto para entrar en pán...?
Noté unos toquecitos en la espalda que me hicieron girarme rápidamente. No había nadie allí. 
-¡BUUH!
-Al volverme de nuevo el grito de la vampira me hizo pegar un respingo, causando que la chica se riese entre dientes. -¿Qué pasa Cyn? Pareces algo agobiada, ¿no te gusta la fiesta?
En cuanto tuve que bajar la vista para toparme con sus ojos curiosos, supe que estaba volviendo a pasar; la larga trenza de la muchacha, en la que se entrelazaban cabellos rosas y negros, me lo confirmó.
-Tú...tu hermano...-musité, sin apartar los ojos de ella. Estaba empezando a marearme de nuevo. Karenn puso los ojos en blanco.
-¿Mi hermano me está buscando, no es así? Ese aguafiestas...si te pregunta por mí, ¿puedes decirle que no me has visto? Aún no he podido divertirme como se debe. 
¿Qué está pasando?
-Karenn, ¿tú...cuántos años tienes...?-conseguí articular. Quizá era yo; tenía que ser yo. Quizá había tomado...o seguramente inhalado algo y estaba teniendo alucinaciones. Todos aquellos giros en la pista de baile no podían haber sido buenos; había salido muy mareada de allí así que algo tenía que haber pasado. Quizá ante mí estaba la Karenn de siempre, pero yo no podía verlo. Fuese o no la Karenn de siempre, pude notar cierta molestia en su rostro bajo la máscara.
-¿A qué viene eso? ¿Vas a sermonearme tú también?
-Y-yo no... yo.... - Cyn respira, esto tiene que ser una alucinación, solo tienes que encontrar... Mi cerebro encontró entonces otra pregunta más acertada. -¿Has visto a Mathieu, no estaba...?
La chica entrecerró sutilmente los ojos, sonriendo.
-Uuuuy Cyn, así que ya has conocido a alguien aquí. ¿Quién es ese tal Mathieu? ¿Es guapo?
Su respuesta me dejó petrificada durante unos largos segundos; ¿y si no era una alucinación, después de todo? ¿O si era una mucho peor? 
-Ma-Mathieu ha venido con nosotros, lo conoces, es del cuartel, es...-comencé a balbucear, pero solo recibí una mirada perpleja que rápidamente fue sustituida por una más compasiva.
-¿Has bebido algo, verdad? Ay Cyn, tendrían que haber avisado de que los licores de hadas son fuertes...ven, vamos a sentarnos. 
Sin ser capaz de articular palabra, vi como la vampira tomaba mi brazo y me guiaba hasta una de las sillas. Una vez me hube sentado, asintió satisfecha.
-Quédate aquí y descansa un rato; se te pasará el efecto. Yo voy a...
-¡Espera, no te vayas! -La desesperación de mi voz me sorprendió hasta a mí. Sin darme cuenta me había levantado de la silla, el brazo extendido hacia la chica, que me observó confusa. - Karenn yo....tenemos que buscar a tu hermano, quizá él sepa...
-Ah, no. Puede que tú ya hayas disfrutado de la fiesta, pero yo no me he cansado aún. -La chica se separó de mí de un salto, evitando que mi mano la agarrase. - ¡Ya nos vemos, Cyn!
-¡Espe...! - Pero Karenn ya se había perdido entre el gentío. Me dejé caer de nuevo en la silla. ¿Qué demonios estaba pasando? Intenté poner orden en mis caóticos pensamientos, pero la creciente ansiedad no ayudaba.
Calma, Cyn, calma...seguro que hay una explicación. Lógica. Espero.
Miré de nuevo a mi alrededor; nada parecía haber cambiado. La música, el ruido, los colores, olores...todo continuaba siendo excesivo. Los invitados podrían ser los mismos, aunque un nuevo ataque de pánico me hizo darme cuenta de que no tenía forma de averiguarlo. Tras un gran esfuerzo, conseguí concentrarme y llegar a dos opciones: o bien algo me estaba afectando a mí, haciendo que viese cosas que no eran, o bien algo estaba afectando al ambiente. ¿Podría ser eso, no? Por una vez podría no ser yo la víctima: quizá un hechizo, o algo en el ambiente...aquel olor dulzón no podía ser bueno. Puede que algo hubiese afectado a mis amigos, y por eso se veían y comportaban como hacía siete años...quizá yo, con mis poderes de aengel, era inmune al efecto.
¿En serio, Cyn? Sería una agradable sorpresa, no ser yo la víctima pero...oh por el Oráculo, me siento tan...sola. Bueno, está bien, deja de lamentarte. Hay que averiguar qué pasa: primer paso, saber si la que está drogada soy yo o son los demás.
Con una nueva idea en mente, me acerqué resolutiva a un pequeño corrillo de gente que parecían más sobrios que el resto. El plan era simple: preguntar si sabían quién era yo. Eso descartaría al menos la teoría de la alucinación colectiva, e inclinaría la balanza a que o bien yo, o bien mis amigos habíamos sido drogados, o hechizados, o...bueno, lo que fuese. Tenía sentido, ¿no? Al fin y al cabo, Aïne había puesto trabas para que acudiésemos. Quizá no quería que descubriésemos su portal, o lo que quiera que fuese que escondía.
Hadas buenas, hadas buenas, ya sabía yo que en este condenado mundo lo único bueno es quedarse en casa...
-Disculpe...-di unos toquecitos sobre el hombro de una de las muchachas, que pareció ignorarle. Tomé aire y esta vez planté con fuerza mi mano, haciendo que el hada se girase hacia mí, algo ofendida. -Disculpa....¿sabes quién soy yo?
-¿Qué? -Inspiré de nuevo para calmar mis nervios y lograr un tono de voz más elevado y claro.
-¿Me reconoces? ¿Soy la Salvadora de Eldarya, no es cierto? -La muchacha, al igual que dos de sus compañeras más cercanas, se me quedaron mirando en silencio antes de estallar en una sonora carcajada grupal. 
Por favor que sea por el alcohol, que sea por el alc...
-¿"Salvadora de Eldarya"? ¿Y de qué nos quieres salvar, bonita? 
Oh, no...
Retrocedí instintivamente, intentando encajar el golpe que suponía aquella información. En mi huida trastabillé con la cola de mi vestido y caí hacia atrás, acabando sentada en el suelo. Mi caída fue secundada por un coro de risas, pero ya no prestaba atención a las hadas que me rodeaban.
Oh, no...
Noté como el pánico volvía a apoderarse de mí, en oleadas. Me costaba respirar, quería salir de allí, pero no podía siquiera moverme. Me permití un pequeño ataque antes de intentar recobrar la poca compostura que me quedaba.
Calma Cyn, calma, ahora tienes que tranquilizarte y analizar la situación porque si de verdad estás sola entrar en pánico no va a....oh, por el Oráculo, ¡¿por qué todo me tiene que pasar a mí?!
Me levanté a duras penas e inspiré profundamente. 
De acuerdo, ¿qué sabemos? Nevra y Karenn son y se comportan como hace siete años; Karenn no sabe quién es Mathieu; nadie sabe quién soy yo. Así que o bien todo el mundo está afectado por algo que...¿algo que qué? Por el amor del cielo Cyn, es como si hubieses viajado al pasado y ... y... ay dios.
¿Podría ser?
La idea era totalmente descabellada pero...¿qué otras opciones me quedaban? Quizá había algo que en el aire que afectaba a todo el mundo menos a mí y había hecho cambiar su aspecto...aunque me parecía bastante improbable. 
Un mareo me sobrevino ante la posibilidad de que aquello pudiese ser cierto. ¿Había viajado en el tiempo? ¿Se podía, si quiera? ¿Y si era así, cómo, cuándo y por qué? No tenía respuesta a aquellas preguntas, pero una cosa tenía clara: tenía que mantener la sangre fría y descubrir qué estaba pasando. Y eso pasaba por encontrar al resto de mis amigos.


Tras entrar en modo supervivencia, empecé a recorrer la sala a pasos rápidos; no tuve suerte por lo que decidí probar fuera de esta. Saliendo por una de las muchas puertas laterales que permanecían abiertas, llegué a un amplio corredor en el que algún que otro grupo de gente todavía charlaba, ajenos a la bacanal del interior. La luz era bastante más tenue, e incluso se podría decir que el pasillo se encontraba en una cierta penumbra si se comparaba con las estridentes luces del interior. Aquella zona más tranquila no solo me ayudó a calmarme, sino también parecía el lugar ideal para encontrar Nevra o Leiftan. O bueno, quizá no a este Nevra, pero...Leiftan siempre había sido muy tranquilo. 
¿Habré viajado de verdad al pasado? No me noto distinta...espera, ¿nadie me ha notado distinta? Claro, tampoco he cambiado mucho en estos siete años...
Esos pensamientos ocupaban mi mente cuando, torciendo en una esquina sin un rumbo fijo, una mano tiró de mí hacia atrás. Antes de que pudiese siquiera gritar, una mano enguantada tapó mi boca, y cuando quise darme cuenta estaba placada entre la pared y...
-Mira a quién tenemos aquí. -La inequívoca voz de Lance manó tras la intrincada máscara, que a diferencia de la mayoría de las que había visto esa noche, cubría toda su cara. Era diferente sin embargo a la que solía lucir en el pasado. Sus ropas también eran distintas, más acordes con la situación, probablemente para pasar desapercibido. 
Agradecí de todo corazón que me hubiese tapado la boca: si de verdad había viajado al pasado, cosa que empezaba a sospechar cada vez más, llamarle "Lance" quizá habría supuesto un par de inconvenientes.
-Así que también tú has venido a recuperar el trozo de cristal, por lo que se ve. - El chico no pareció prestar atención a mi mayúscula sorpresa. ¿El cristal?¿Había viajado entonces...de verdad al pasado? 
La cabeza comenzó a darme vueltas, pero Lance no parecía apiadarse de mi temblorosa figura. Era mi enemigo, al fin y al cabo.
-Ahora te voy a soltar y te vas a portar bien, ¿De acuerdo? Contestarás a mis preguntas y si no intentas ninguna tontería, dejaré que vayas corriendo a avisar alguno de esos imbéciles de que me has visto. 
Sí, efectivamente este es el Lance que yo conozco. 
La mano enguantada del dragón abandonó mi boca, pero no fui capaz de proferir sonido alguno: me limitaba a observarlo, intentando procesar lo que estaba pasando.
Entonces he...¿viajado al pasado? 
-¿Qué demonios miras? - El muchacho parecía comenzar a mosquearse por mi mirada inquisitiva, pero tenía mucho que procesar. Sacudí la cabeza; si de verdad nos encontrábamos hacía siete años, cabrear al chico era lo último que me convenía. 
-Perdona Lanc.....Ashkore. Ashkore. -Madre mía Cyn, ¡¿cómo puedes ser tan, tan, TAN bocazas?! Más vale que no me haya oíd... 
Sujetándome por el cuello, el dragón me empotró contra la pared con un golpe rápido y brutal. Dejé escapar un quejido cuando mi espalda chocó contra el muro.
Perfecto Cyn, perfecto.
-¿Cómo has dicho? -Su voz fue apenas un siseo, pero notaba la rabia -o el miedo- que se apoderaba de él en el ligero temblar de su mano sobre mi garganta. Comenzó a apretar.
-Ash-Ashkore...
-Me has llamado Lance.
-N-no, yo...- sus dedos se clavaron en mi carne, haciendo que jadease con dificultad. Llevé mis manos a su antebrazo en un intento de que me soltase.
-No juegues conmigo. ¿Qué sabes? Y te lo advierto, una tontería más y no me costará romperte el cuello, humana. - Hacía tiempo que no recurríamos a ese insulto, da gusto estar de nuevo de vuelta.
Tomé un par de agónicas bocanadas de aire, que eran sin embargo puro teatro: Mila, experta en el engaño, me había enseñado que a veces era necesario parecer más indefensa para ganar tiempo y ventaja. Tal y como esperaba, el muchacho aflojó la mano para permitirme hablar. Darle una explicación estaba totalmente descartado: puede que en el futuro fuese un derroche de virtudes, pero era lo suficientemente inteligente como para saber que el dragón no me sería de ayuda por mucho que le explicase mi situación. Y más teniendo en cuenta que explicarla supondría evidenciar que había perdido, se había cambiado de bando y ahora era bueno. Había visto suficientes películas como para saber que contarle el futuro al malo era una idea pésima; puede que ahora mismo no supiese cómo, pero me gustaría arreglar aquel desaguisado y volver a mi futuro, tal y como lo recordaba. 
¿De verdad quiero volver a ese futuro....?
-¡CONTESTA! -El muchacho, tan irascible como lo recordaba, volvió apretar mi cuello, aunque no con la misma fuerza. Tendría que dejar los debates morales para más tarde. Haciendo acopio de toda mi fuerza, recurrí a la joya de la corona de las técnicas de Landrah: rodillazo en la entrepierna. El chico para su desgracia estaba lo suficientemente cerca de mí como para que aquella técnica fuese viable, así que alcé tan fuerte como pude la rodilla, que dio en el blanco. Su mano soltó mi cuello y no perdí un segundo: en cuanto se inclinó ligeramente hacia delante, coloqué ambas manos sobre su nuca y la empujé hacia abajo, mientras volvía a alzar la rodilla con brío. Dio completamente en el blanco, su nariz, y el chico calló hacia un lado. Lo solté rápidamente, salí de allí de un salto, y levantando mi falda a una altura indecente, eché a correr. El golpe había sido fuerte, pero no había logrado dejarlo inconsciente, así que no quería estar por allí cerca cuando se le pasase el atontamiento e intentase asesinarme.
Lo siento de veras Lance, pero.... por las faldas del Oráculo, no sabía que necesitaba tanto pegarte. Creo que no lo siento tanto.
Pese a la pequeña satisfacción y liberación que suponía el haberme desquitado por fin con el dragón, era consciente de la gravedad de la situación: debía volver en seguida a un lugar más concurrido, donde no se atreviese a acercarse o atacarme. 

No es que me hubiese alejado mucho originalmente, pero el tener que salir corriendo en una dirección aleatoria me había desorientado. Por suerte, el bullicio y la música me guiaron rápidamente de nuevo a la sala principal. Aliviada, vi pequeños grupos de gente junto a una de las entradas que conducían a la zona de baile. Sin dejar de correr y con el vestido todavía bien levantado, me lancé hacia la luz que se filtraba por el pasillo.
Cuanta más gente mejor, además por lo menos Karenn está ahí dentro así que primero debería...
-Elegante como siempre, qué sorpresa.
Me detuve en seco, dejando caer la falda del vestido. Cuando me giré, una sonrisa burlona asomaba bajo una máscara que, sin embargo, no me impidió reconocer a su dueño.
Oh...por el...
-¿Se puede saber a dónde vas corriendo como una loca? Sabía que no se podía traer a una humanita como tú a un lugar civilizado. 
La puya del elfo cayó en vacío porque había dejado de prestarle atención completamente; me limitaba a mirarlo con los ojos como platos. La teoría del viaje en el tiempo acababa de ganar todas las papeletas.
-¿Ez...?-mi voz fue a penas un susurro, pero llamó la atención del chico, que comenzaba a incomodarse bajo mi intensa mirada. Era él de verdad, tal y como lo recordaba.
-¿Se puede saber qué miras?
-Y-yo...- la vocecita de mi cabeza me decía que tenía que mantener el tipo, que si de verdad estaba en el pasado no podía cambiarlo ni llamar mucho la atención, pero me resultaba imposible recomponerme; no sabía que echaba de menos al elfo hasta tal punto. Antes de que pudiese volver a increparme, me lancé a sus brazos, estrechándolo fuerte contra mí.
Obviamente era Ezarel y no cabía duda de ello, ya que se tensó y en cuestión de segundos colocó sus manos sobre mis hombros para intentar despegarme de él.
-¿Pero qué....?¡Suéltame, Cyn! -Pese a sus gritos y a la presión de sus manos, le apreté un poco más fuerte. El elfo pareció sentir entonces que algo no iba bien ya que, a pesar de tener tensa hasta la última fibra de su ser, al menos dejó de empujarme. - ¿Qué demonios te pasa? ¿Has bebido demasiado? 
Pasa que llevo sin verte siete años, pero seguro que es algo que no debería decir.
Ante la ausencia de respuesta, el chico suspiró, y con más delicadeza aquella vez, colocó de nuevo las manos sobre mis hombros.
-¿Podrías por favor soltarme, Cyn? -Obedecí a regañadientes, para toparme con la expresión de vergüenza e incomodidad mal disimulada del elfo. Pese a todo, parecía ligeramente preocupado. -A ver, ¿qué has hecho?
-Yo...me he...me he perdido. -Incluso a través de la máscara pude notar como Ezarel alzaba una ceja con escepticismo. 
-Pues ya te has encontrado. Ahora vete a corretear de nuevo por ahí...y no hagas mucho el ridículo. 
Eché un rápido vistazo por encima del hombro del chico; no veía nada sospechoso pero estaba claro que Lance andaría cerca. Puede que Ez no me fuese de gran ayuda, pero no podía permitirme el lujo de volver a encontrarme totalmente sola; le dediqué al chico una mirada lastimera.
-¿Puedo quedarme contigo un rato? 
-¿Qué? No. 
-Por favor. Solo hasta que encuentre a... -vamos Cyn, piensa...¿quién podía serme de ayuda en aquella situación? Karenn tenía 15 años, Nevra no parecía muy receptivo y...Leiftan. Mi rostro se iluminó de nuevo: quizá Leiftan estuviese en la misma situación que yo. No tenía ninguna prueba que lo apoyase, pero era un aengel como yo al fin y al cabo. Y pese a que en el pasado había sido un traidor, no dejaba de ser la persona con más conocimientos...y la única a la que respetaba más o menos Lance. -...hasta que encuentre a Leiftan.
Ezarel me observó de arriba abajo.
Ahora no me digas que Leiftan no estaba en esta misión...
-Has bebido. - No era una pregunta, era un reproche. Seguí mirándolo lastimeramente, aunque supuse que tampoco tenía que esforzarme mucho para parecer desamparada. Ezarel suspiró. - De acuerdo. Quédate si quieres, pero no molestes. 
Asentí efusivamente y con las manos bien recogidas en la espalda, me quedé ahí plantada; el elfo volvió a suspirar y se giró a los componentes del pequeño grupo del que formaba parte, y en los que no había reparado. Se ve que había interrumpido su socialización. 


Tras un rato en el que me dediqué a pasear desde la figura de mi amigo hasta el quicio de la puerta que daba al baile, por si veía a alguien conocido, el elfo se despidió del grupo y vino a mi lado.
-¿Has encontrado a Leiftan mientras me orbitabas?
-Nop. - Contesté, sonriendo. El chico parecía extrañado por mi respuesta ante su puya, pero sinceramente me daba igual. Lo había echado mucho de menos; era todo un goce que todo volviese a ser como antes...por un ratito.
Porque tienes que buscar cómo volver a tu tiempo, Cyn, no te puedes quedar aquí...
-¿Y qué piensas hacer? ¿Seguir parasitándome hasta que aparezca?
-Umm...la verdad es que sí. -Repliqué, radiante. - A no ser que me ayudes a buscarlo, los dos saldríamos ganando.
Con exasperación teatralizada, el elfo aceptó, y no dudé en tomarlo del brazo, ganándome una nueva mirada de reprobación por su parte.
-Estás rara.
-Es tu imaginación. Vamos, no me mires así, acompañar a la Salv...a la humana, a la humana...es un privilegio. 
Ezarel volvió a fijarme con la mirada durante unos segundos, antes de echar a andar.
-Qué te habrás tomado...-masculló, pero pese a su visible descontento, no hizo ademán de soltar mi brazo. Supuse que me creía lo suficientemente borracha como para necesitar claramente ayuda.

Dimos un par de vueltas por la sala principal, en la que la fiesta continuaba en todo su apogeo; por suerte, Leiftan se encontraba casi donde lo había dejado en el...futuro; sentado junto a una mesa, observaba ausente el baile. Con visible alivio, Ezarel soltó mi brazo y me empujó ligeramente hacia el chico, que una vez nos vio se incorporó para acercarse.
-
Aquí lo tienes, princesa. Ahora, si me disculpas, voy a volver a mis asuntos. 
-Oh, Ez, Cyn, ¿ocurre algo? -El -aún no descubierto - aengel nos dedicó una sonrisa. Ezarel se encogió de hombros.
-Cyn te estaba buscando, así que no he dudado en ayudarla después de que me haya prometido sus postres durante un mes.
-Espera, ¿qué...?-me giré buscando al elfo, que volvió a encogerse de hombros, sonriendo.  Después se acercó a Leiftan con aire conspirador.
-No sé que le pasa, está rara. Cosas de humanos, supongo. Os dejo, ya nos vemos.
Contemplé como Ez se alejaba con un nudo en la garganta; me habría gustado despedirme de él en condiciones, ya que no volvería a verlo. 
Céntrate Cyn, hay que averiguar cómo salir de aquí...aunque...¿tan mal estaría quedarme un poco más cuando sepa como volver? 
-¿Cyn? - La voz de Leiftan me trajo de nuevo a la realidad, y me percaté de que debía de llevar un buen rato en silencio. Leiftan me observaba con esa expresión de calmada benevolencia que tanto le caracterizaba antes. Dolía un poco verlo así, sobre todo porque ya no sonreía de aquella forma...aunque sabía que en aquel momento escondía secretos oscuros y no era precisamente el chico cándido que aparentaba. 
-Eh, sí, perdona, es que...verás... -¿Y ahora, Cyn? Parece el Leif de hace siete años. Pensar que podría haber viajado al pasado como tú era una estupidez sin fundamento y ahora... 
-¿Pasa algo? 
-Eh...-tenía que intentarlo, de todas formas. Pero no sabía qué preguntarle que no fuese comprometedor....una idea fugaz cruzó mi mente. -¿Cómo te llevas con Nevra?
El chico parpadeó un par de veces, dudando de si había escuchado bien. Al ver que esperaba una respuesta, me miró con más extrañeza aún.
-Bien, supongo. ¿Ha pasado algo? -Aquella respuesta fue un nuevo golpe sobre mis ya debilitadas esperanzas. Me quedaba sin ideas. El muchacho se acercó un poco más a mí al ver que volvía a parecer ausente. -¿Te ha hecho alg...?
Su silencio llamó más mi atención que la pregunta; cuando volví a centrarme en él, me di cuenta de que su expresión había mutado completamente. Entrecerró los ojos, fijándome con tanta intensidad que empecé a sentirme incómoda, e inconscientemente retrocedí.
-¿Quién eres? - La pregunta me pilló por sorpresa; el tono calmado y amigable había desaparecido, y por un momento, tuve miedo. Luego me di cuenta de que podía ser algo bueno: Leiftan me notaba distinta, lo que apoyaba mi teoría.
Pero ¿por qué Leiftan...? Espera, ¡tengo poderes! Hace siete años no tenía poderes, y si puede sentirlos...
-No eres Cyn. - Él mismo se respondió, aunque seguía mirándome de una forma que empezaba a asustarme. Tenía que hablar con él antes de que decidiese matarme; en aquella época era muy dado a eso.
-N-no...bueno sí. Sabía que tú podrías... -Cyn por el Oráculo, ¡frases coherentes! - Sí soy Cyn, pero no soy vuestra Cyn. 
La mirada del chico pareció relajarse un poco, dando paso al escepticismo.
-Vengo del futuro. - Creo. 
-¿Qué? - No había especial sorpresa en su tono, sino más bien ofensa mal disimulada, como si creyese que me estaba riendo de él.
-O bueno, no lo sé, la verdad. ¿Es posible, no? ¿Se puede viajar en el tiempo? -Mis preguntas no estaban ayudando mucho, a juzgar por la mirada dura del muchacho, así que hice lo que mejor se me daba hacer: dejarme llevar por el pánico. -Oh por el Oráculo, no sé que ha pasado, yo estaba contigo dentro de siete años y de pronto todo ha cambiado y no sé ni siquiera si esto es real, yo solo quiero...solo necesito que alguien me ayude.
Ante mi patético espectáculo, la mirada del chico se relajó de nuevo.
-¿Cómo sé que no me mientes?
-¿Qué...? ¿Tú te crees que es divertido, esto?! -estallé, ofendida, al borde de la crisis de nervios. Leiftan cruzó los brazos sobre el pecho, así que me obligué a tranquilizarme y usar la lógica. - Soy...soy un aengel como tú, Leif. La Cyn de este tiempo no lo sabe aún, ¿Verdad? Que somos aengels. Por eso has sabido que soy distinta, has sentido mis poderes.
El chico parecía ligeramente sorprendido ante mis palabras, pero logró ocultarlo rápidamente.
-Sabes entonces...
-¿Tu plan diá....?- me mordí la lengua; necesitaba a Leiftan de mi lado, y quizá llamarlo demonio y decirle que había fracasado en su intento de acabar con la vida en Eldarya no era la mejor forma. Tuve que recordarme que hablaba con alguien muy similar a Lance, y tenía que ir con cuidado. - ¿Tu plan? Sí.
Ahora llega el momento en el que cualquier dato puede cambiar el futuro y puede que no sea el mejor futuro de todos, pero me niego a volver y encontrarme que puede ser PEOR. Cyn, concéntrate, te lo ruego.
-Pe-pero...todo irá bien, Leif. En el futuro estamos juntos. Mis poderes han despertado, puedes verlo. -Mentir no estaba bien, pero aquello no era, técnicamente, mentira; cada uno que lo interpretase como quisiese. Tenía que darle razones para ayudarme y hacerle creer que el futuro del que venía era el que él quería, aunque eso supusiese decirle que él y yo reinábamos sobre las cenizas de Eldarya. 
El muchacho seguía mirándome con desconfianza, aunque al menos la amenaza implícita en sus ojos parecía haber desaparecido.
-Digamos que te creo. Háblame de ese futuro del que vienes.
¿Nadie te ha dicho que los spoilers no están bien, Leif?
-No puedo. Si te dijese algo más, correría el riesgo de cambiar el futuro y...es un futuro al que quiero volver, Leif. Solo te puedo decir que somos felices. - Tendría que dedicarme al teatro, creo que se me da bastante bien mentir con descaro. Le sostuve la mirada, esperando que mi actuación fuese suficiente para convencerlo; bajo la máscara pude percibir un leve sonrojo que el chico trató de ocultar sacudiendo levemente la cabeza, suspirando.
-Está bien. ¿Qué quieres de mí?
-Que me ayudes. 
-Controlar el tiempo está bastante más allá del alcance de mis poderes, Cyn. -Repuso, con cierto reproche.
Ups.
-L-lo sé, ¿crees que no lo habría intentado por mi cuenta sino? Pero eres...la persona más inteligente que conozco, ¿tienes idea de quién puede tener semejante poder como para traerme aquí desde el futuro? -Formulé mi pregunta con cuidado, dejando caer sutilmente que había sido arrastrada allí desde el pasado y no viceversa. No podía arriesgarme a que Leiftan sospechase que el futuro del que venía no era un páramo desierto, sino la misma bacanal en la que nos encontrábamos. 
Tras una pausa que se me antojó eterna, y durante la que pensé que ya había metido la pata y tendría que correr una vez más, el chico habló por fin.
-No lo sé, la verdad. Manipular el tiempo requiere muchísimo poder. Aunque quizá...
-¿Quizá?- repetí, ansiosa, acercándome aún más al chico, que pareció algo turbado por la falta de espacio entre nosotros.
-La Dama tiene un pedazo de cristal, por eso estamos aquí. Bajo ciertas circunstancias, el cristal puede canalizarse para aumentar el propio poder. Que sepamos, lo usa para mantener sus dominios prósperos, pero...
Así que es esa puñetera hada, después de todo. Sabía que no eran hadas buenas.
Tomé las manos del chico con efusividad, causando que se tensase. No había sido consciente hasta ahora, pero tras mi despertar parecía que no respetaba tanto el espacio personal de mis congéneres. 
-Muchísimas gracias, Leif. - Apartó la mirada, incómodo, y yo estaba a punto de salir corriendo a buscar a aquella dichosa hada cuando caí en la cuenta de que no podía ir sola: Lance seguía por ahí. Apreté las manos del muchacho para llamar su atención. - ¿Podrías ayudarme a buscarla?
Leiftan dudó durante unos segundos, pero finalmente asintió. Supongo que la ligereza con la que lo trataba le hacía pensar que el futuro era tal y como lo había planeado, y por tanto no arriesgaba nada ayudándome. Me sentía un poco mal por utilizarlo, pero...oh, qué demonios, no me sentía mal. 


Leiftan resultó ser de más ayuda de lo esperado. Aunque intentaba mantener la fachada que había vestido en aquellos años, se permitía usar sus poderes y dejar de lado ciertas diplomacias ya que yo venía de aquel futuro idílico en el que conocía su verdadera naturaleza. Por eso, tras salir de la sala de fiestas, no dudó en acercarse a un sirviente y sonsacarle la ubicación de la Dama mediante algún tipo de control mental que nunca había visto usar, pero que esperaba secretamente que estuviese también entre los poderes de aengel que yo había heredado. No tuve que insistirle mucho en que me acompañase hasta la mismísima puerta de los aposentos de la Dama, así que atravesamos los oscuros pasillos sin mayor contratiempo, aunque no podía desprenderme de la paranoia de estar siendo perseguida por Lance. Una vez en la puerta intenté despacharlo, pero el chico parecía bastante reacio a dejarme sola; supuse que despertar su naturaleza posesiva tenía su parte mala. Por suerte Lance jugó a mi favor: parecía que mi paranoia tenía su base, y justo cuando estaba apunto de golpear la puerta, Leiftan se tensó. 
-Vas a tener que entrar sola, tengo algo de lo que ocuparme
. - Asentí sin hacer más preguntas porque yo también había visto a la sombra que se había ocultado tras una esquina cercana. Rezando para que todo pudiese solucionarse sin alterar el futuro del que procedía, llamé, y sin esperar respuesta, entré en la habitación.

-¿Um? -Aïne descansaba sobre el mismo enorme sillón en el que la había visto la primera vez; la sala también parecía la misma, iluminada solo por la luz de la luna que llegaba a través de los enormes ventanales. Con las piernas en uno de los reposabrazos y la cabeza en el otro, el hada me observó curiosa.
-¿Qué quieres? No recuerdo haberte dicho que pasases. 
¿Qué quieres, Cyn? Una muy buena pregunta. ¿Saber qué está pasando? ¿Volver a mi tiempo? 
-¿Has sido tú? - No había sido la mejor de las preguntas, de acuerdo, pero estaba ya cansada; maquinar formas de obtener información sutilmente ya no estaba en mi alcance. La Dama me observó  con cierta lástima.
-¿He sido yo "qué"? 
-¿Has sido tú quién me ha...enviado al pasado? O traído desde el futuro...¿has sido tú? - Aïne entrecerró los ojos, sin dejar de sonreír. Con parsimonia bajó sus piernas desnudas del reposabrazos y se sentó correctamente en el sillón, dejándose caer contra el respaldo. Su figura, completamente blanca, destacaba contra la tela oscura y la penumbra de la habitación.
-No sé de qué me hablas. -¿
Se estaba haciendo la tonta? ¿Podía, acaso? Había leído que las hadas no podían mentir. El pánico volvió a apoderarse de mí lentamente: ¿y si me había equivocado? ¿Y si ella no era la responsable? ¿Cuánto tardaría en encontrar la forma de volver a mi tiempo....si la encontraba? Yo sola no podía hacer nada allí, no era lo suficientemente lista. Tampoco podía contárselo a nadie a riesgo de cambiar el futuro, aunque...¿tan malo sería cambiar el futuro? No es que aquello fuese un campo de rosas, precisamente. 
¿Y si cambiaba el futuro?
La idea era tentadora, pero el miedo era mayor; había tantas cosas que podían salir mal... Confiaba en mis capacidades pero la vida me había demostrado que muchas veces creer y esforzarse no daban resultado. ¿Y si acababa reviviendo todos aquellos años; el dolor, la angustia, la pérdida...para nada? O peor aún, ¿y si hacía un futuro peor? Le había contado cosas a Leiftan; quizá aquel pequeño grano de arena inclinase la balanza hacia el otro lado. También había llamado a Ashkore por su nombre...¿Y si ahora decidía atacarnos antes, y vencía?
Noté que el aire no pasaba por mi garganta; la habitación era sin duda enorme pero empezaba a sentirme apresada entre esas paredes. Me obligué a respirar y cerrar los ojos unos segundos.
No pasa nada, Cyn. Primero tenemos que saber si esta maldita hada sabe algo.
Las hadas no podían mentir...aunque ya había probado aquello esa misma noche, volví a repetir la preguntar que consideraba más obvia.
-¿Quién soy?
Aïne me observó sonriente, pero su ceño se frunció un poco.
-Eres Cyn, de la Guardia. ¿A qué viene esa pregunta?
Tomé aire de nuevo; no podía rendirme solo con eso.
-¿Quién soy?
La molestia se dibujó en el rostro del hada, que se revolvió en su sitio, incómoda.
-No sé que...
-¿Cual es mi raza, Dama Aïne? ¿Soy humana, acaso? -Desconocía qué sabía de mí la Aïne del pasado, pero una cosa era segura: la Aïne del futuro me conocía solo por mi naturaleza aengel.
Por favor que funcione, que funcione, que funcione...
-...no. 
-¿Quién soy, pues? 
Un fuerte suspiro molesto abandonó sus labios, mientras se incorporaba del sillón, dedicándome una leve reverencia.
-...la Salvadora de Eldarya.
El alivio que me recorrió fue tal que noté las lágrimas hacerme cosquillas bajo las pestañas. Respiré de nuevo, ya que había contenido el aliento sin darme cuenta. No estaba todo ganado, pero al menos aquello me daba una pista con la que empezar a deshacer aquel enredo y volver a mi futuro...
Porque quiero volver, ¿No?
Cyn, por favor, no es el momento para el dilema moral...

-¿Por qué me has traído al pasado? -Inquirí, ya segura de que estaba sobre la buena pista. El hada mi miró confusa durante unos segundos antes de soltar una risilla cristalina. 
-No te he traído al pasado, ¿es eso lo que crees que pasa?
-La muchacha parecía encontrar realmente divertida mi teoría, y olvidé su estatus y mi posición al fulminarla con la mirada, molesta y algo avergonzada. 
-He visto a Ezarel. Mis amigos vuelven a ser como hace siete años, ¿qué está pasando sino?
La chica dio un par de vueltas sobre sí misma, ajena a mi estrés, y volvió a mirarme sonriente.
-Me honras, pero no tengo tanto poder como para manipular el tiempo. 
-¿Qué es todo esto, entonces? - Hice un ademán abarcando lo que me rodeaba. ¿Me había drogado o hechizado, al fin y al cabo? 
-Es tu deseo, Cyn. 
La observé sin comprender. ¿Mi deseo?
"¿Y tú, Cyn? ¿Qué es lo que más deseas? Pide y te lo concederé."
-Pe-pero...¡yo no te había pedido nada! - Tartamudeé, mientras aquella idea comenzaba a calar en mi persona. Todo aquello...¿era culpa mía?
-No, pero resultaste muy fácil de leer. El otro aengel no, por desgracia. -Aïne suspiró aburrida, mientras jugueteaba con un mechón de pelo. - Supo cerrar su mente a mí y no pude descubrir nada. Pero tú querías esto, Cyn. Y te lo concedí.
La sonrisa radiante que me dedicó, aunque cálida, hizo que me estremeciese. Las palabras de Lance sobre las hadas volvieron a mi mente, "algunas hadas carecen de malicia".
-Y-yo no...yo no quería esto...
-¿Ah no? Creí que querías que todo fuese como antes. -Aïne inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, confusa. - Y es lo que te he dado, ¿no te gusta? 
-P-pero...¿cómo has...? ¿Es... es real?
El hada frunció el ceño, dándome a entender que mis preguntas comenzaban a ofenderla. No creía que me conviniese enfadarla, pero necesitaba respuestas. Evitando mi mirada, comenzó a dar pequeños paseos a mi alrededor.
-No en el estricto sentido de la palabra, no soy tan poderosa. - Aquello parecía escamarle, pero di gracias en silencio por que fuese así. - Pero puede serlo, para ti. Puedes quedarte para siempre aquí, con tus amigos, con el mundo que deseas. 
-Yo no deseo....-comencé de nuevo, aunque cada vez estaba más confusa y menos convencida de mis propias palabras. ¿No me había planteado acaso quedarme allí cuando aún creía que se trataba del pasado?
-No tienes porqué mentirme, Cyn. No puedes, tampoco. - La chica rio ligeramente, tomando mis manos mientras me miraba emocionada. - Es todo lo que querías: que tus amigos volviesen a ser los que eran... y que tus enemigos volviesen a serlo, ¿No es eso? Que nada hubiese cambiado.
Tragué saliva, recordando a Lance. Por lo visto no tenía tan superado su cambio de bando, después de todo. También tenía sentido la desaparición de Mathieu; me sentía un poco culpable por ello, pero estaba claro que en mi mundo ideal tampoco había cabida para él. 
-Pe-pero... he visto a Ezarel y... él no estaba con nosotros hoy, ¿cómo has sabido que...?
-¿Tus amigos? Habían estado aquí antes; mucho antes del Sacrificio. Yo guardaba un fragmento de cristal bastante grande, un día apareció en mis dominios...bueno, da igual. Cuando Eldarya comenzó a tambalearse, el rumor llegó a la guardia y vinieron a buscarlo. Y se lo di, porque comprendí que aunque ese trocito de cristal mantuviese vivo mi territorio...aquello no bastaría si Eldarya caía. -La muchacha parecía sincera, y eso era lo que más me perturbaba. Quizá Lance tuviese razón, quizá no hubiese hecho nada de aquello con mala intención. Quizá la culpa era solo mía. Aïne apretó mis manos de nuevo, fijándome con ojos brillantes. -¿No te ha gustado? Tus amigos están aquí de nuevo, Cyn. También está ese chico...
Me tensé, clavando las uñas en las finas manos de la muchacha, que me miró sorprendida. 
Valkyon...¿Estaba aquí?
¿Cómo podía no haber caído en la cuenta...? Podría habérmelo cruzado, aunque no estaba para nada segura de cómo hubiese reaccionado. Ver a Ezarel me había afectado bastante y él ni siquiera había... de pronto la furia sustituyó a la tristeza.
Ah no, eso sí que no.
Una cosa es jugar con que Lance y Nevra han cambiado, y otra muy distinta era hacerme creer que podía salvar a Valkyon. Me daba igual que no tuviese malicia, que no distinguiese entre el bien y el mal, o que todo aquello fuera por complacerme; usar la imagen de Valkyon y hacerme creer que estaba vivo era simple y llanamente, cruel.
Sin soltar sus manos, la miré a los ojos.
-¿Por qué? 
-¿Por qué? Ya te lo he dicho. Eres la aengel que ha salvado Eldarya; quería agradecértelo. Tras todo ese sufrimiento y sacrificio, ¿qué hay de malo en que seas feliz por fin?
-Pero ¡esto no es real! - Rebatí, al borde del ataque de ira. Aïne parecía sorprendida por mi arrebato, así que liberó sus manos de entre las mías y retrocedió un par de pasos.
-¿Y qué? Lo sería para ti. Eldarya ya no te necesita, ya has cumplido tu deber. Podrías quedarte en mi palacio, viviendo en esta realidad. Tu realidad.
Inspiré  profundamente, porque sabía que montar en cólera no iba a ser la solución. Haciendo de tripas corazón, le dediqué una leve reverencia de cabeza.
-Te lo agradezco, Aïne, de veras. Puede que mi corazón desee esto, pero yo no lo quiero. Quiero volver a mi realidad. Ese es mi deseo, por favor.
La chica torció el gesto, cruzándose de brazos. Finalmente suspiró, poniendo los ojos en blanco y dejándose caer en el sillón.
-Está bien. -Y con un vago gesto de su mano, el aire pareció vibrar. Noté un pequeño vértigo que me obligó a cerrar los ojos un segundo, y para cuando volví a abrirlos la estancia estaba ricamente iluminada. Miré a izquierda y derecha con desconfianza; no tenía forma de saber si de verdad había pasado algo.
-Es una ofensa terrible haber rechazado un don ofrecido por mí, pero...-comenzó con cierto reproche, pero de pronto se me ocurrió una idea.
-Creo que...creo que hay algo que sí me gustaría pedirte, Dama Aïne.


Pese al agotamiento, físico y mental, no lograba conciliar el sueño. Quizá eran aquellas sábanas de seda que se me escurrían cada vez que giraba en la cama. Por lo menos, había salido de aquella pesadilla y volvía a estar en mi cómoda realidad, aunque no fuese la mejor de todas. No quería darle mucho espacio a la vocecilla de mi cabeza que dudaba todavía de haber hecho lo correcto; lo que me había ofrecido la Dama era tentador...pero no dejaba de repetirme que no era real. No eran mis amigos; no era Valkyon. Vivir toda la vida en una especie de alucinación no se me antojaba apetecible, por muy idílica que esta fuese. Pese a todo, me dolía, porque por un tiempo había creído que de verdad había viajado al pasado. Ahora me sentía estúpida ante la sola idea, pero hubiese dado lo que fuese porque aquello hubiese sido real...aunque hubiese tenido que regresar al presente.
El asunto con la Dama había quedado entre nosotras; poco después de que todo volviese a la normalidad, Nevra, Leiftan y Lance habían entrado en tropel en la estancia. Parece ser que durante el tiempo en el que había sido presa de la ilusión del hada, había "desaparecido". Leiftan había dejado de sentirme, y alarmado, había buscado al resto. Cuando volvió a notar mi presencia todos se lanzaron a mi encuentro, y la mirada censuradora de Nevra fue más que palpable al darse cuenta de que se había preocupado por nada y que estaba de una pieza, charlando con Aïne.
Obviamente no había sido así, pero no tenía ninguna gana de dar explicaciones.
A Aïne le había pedido una sola cosa: que dejase que la Guardia examinase, y si procedía cerrase, el portal que poseía. La muchacha me había mirado contrariada, visiblemente molesta porque, una vez más, la Guardia volviese a quitarle su juguetito nuevo. Le expliqué la situación como buenamente pude, teniendo en cuenta que ni yo misma sabía mucho del asunto, y tras decirle que era por el bien de Eldarya, logré que accediese. También le expliqué que traer objetos de la Tierra era peligroso, y que de momento no había pasado nada, pero quizá en el futuro acabase en sus manos algo que pusiese en peligro su vida o la del mundo. Pese a todo, y para que las relaciones entre ella y la Guardia no fuesen más tensas, le prometí algo a cambio de la pérdida del atractivo principal de sus eventos: le dije que en nuestras filas había un humano que estaría encantado de presentarse allí para cada banquete mensual para enseñarles cómo funcionaban aquellos objetos y explicarles qué eran. Supuse que a Mathieu no le importaría, y si le importaba, era demasiado tarde. Aquello pareció contentar al hada, y justo en ese momento Nevra y compañía irrumpieron sin elegancia alguna. Aproveché que el chico estaba allí para que acabase de atar el acuerdo al que había llegado con Aïne. El vampiro me miró extrañado pero no dijo nada, y yo me eclipsé de la sala tras asegurarle a Leiftan que me encontraba bien.


Permanecimos un día más del previsto en el palacio de la Dama Aïne; todos, salvo Leiftan y yo, estuvieron bastante ocupados con el asunto del portal. Leif como siempre quería permanecer ajeno a la Guardia, y yo por mi parte no me veía con ánimos. Nadie vino a buscarme tampoco, así que dediqué mi día a pasear por los jardines y pensar en lo sucedido. Después del almuerzo se me unió Leiftan, que parecía ligeramente preocupado por mi desaparición de anoche; ante mis evasivas no insistió demasiado y nos limitamos a pasear en silencio. Agradecí su compañía aunque no podía dejar de mirarlo de reojo para comprobar que se trataba de mi Leiftan. No estaba segura todavía de si me alegraba o no que todo volviese a ser como debía ser.

A la mañana siguiente el asunto del portal ya estaba más o menos solucionado; de momento no iban a cerrarlo, pero dentro de un mes, coincidiendo con el siguiente banquete y la ahora obligada visita de Mathieu para hacer de guía de museo, algunos miembros de la Absenta vendrían a analizarlo y tomar las medidas oportunas. Acabé de recoger mis cosas, decidiendo que iba a dejar allí el suntuoso vestido que la Dama me había dado; con un poco de suerte podría salvar mi vida si le decía a Purriry que el suyo le había gustado tanto al hada que se lo había quedado. Unos golpes en la puerta me interrumpieron cuando ya estaba cargando mi petate.
-¿Estás ya lista? 
Lance me observaba desde el quicio de la puerta. No pude evitar contemplarlo pensativa; toda aquella historia había hecho que me diese cuenta de que quizá no tenía tan asumida su presencia allí. Era algo vergonzoso de reconocer, porque creía que, aunque no fuésemos amigos, era lo suficientemente madura como para aceptar que había cambiado. Por lo visto no era así. No sé en qué situación me dejaba el preferir que fuese malo.
-¿Cyn?
-¿Eh? ¿Qué? Ah, sí, ya voy. - El chico me sostuvo la puerta y salimos de la estancia, en silencio. 
Creía que Nevra me prefería a mí antes que a Leif...habrá cambiado de opinión. 
-Quería disculparme contigo sobre... -el dragón rompió el silencio, haciéndome pegar un respingo. Nos detuvimos en mitad del pasillo. ¿Qué querría decirme? Seguramente era algo sobre nuestra pequeña discusión de camino aquí.
Creía que había dejado claro que no quería hablar de ello. Por el Oráculo, ¿cómo no voy a preferir al Lance malo? Al menos no era tan cargante....y al menos he podido pegarle....je, je...hubiese pagado por ver su cara, la verdad, es una pena que no fuese el pasado de verdad porque...
-¿Me estás escuchando? -Lance me observaba con aire serio y ligeramente contrariado. Sacudí la cabeza, intentando ocultar la sonrisilla que se había formado en mis labios al recordar cómo mi rodilla había dado en el blanco. Al menos podía llevarme aquella satisfacción.
-No te voy a mentir, Lance. - Y con eso, eché a andar. Puede que el chico estuviese haciendo un esfuerzo por arreglar las cosas, pero no lo necesitaba; me bastaba con recordar que, al menos en aquella realidad alternativa, había podido darle su merecido.


FIN~~


Bueno, hasta aquí lo que se daba! Como siempre, espero que os haya gustado, espero vuestras opiniones, comentarios, preguntas y sugerencias! Si tenéis idea para el título de esta Saga, para que así pueda dejar de llamarla "Fic", os querré un montón. En fin, como he dicho ya, tardaré un poquito en subir una continuación, pero no temáis o temed! porque la habrá!
Esto es todo~~ 


See you~~ 






10 comentarios:

  1. Todo el capítulo esperando EL MOMENTO y no se lo cruza. Maldita sea... seguro que le habría dado un ataque... aunque lo perdonaré por ese majestuoso rodillazo!

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    1. Me alegro de que se me perdone pese a todo xDDD no me apetecía mucho el drama lacrimógeno, disculpa la licencia (?)
      Gracias por leer y comentar!

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  2. Me ha encantado, me quedé enganchada todo el capítulo. Fue un torbellino de emociones, lo cual lo hace bastante entretenido. Sin duda fue una gran sorpresa volver a tener a Ezarel aunque sea un momento, y aunque fue una lástima no saber de Valkyon, es muy comprensible uu Por lo demás pienso que la historia, tal y como está, ha sido bien pensada y desarrollada, así que te felicito y agradezco por ello ^^ disfruté que aparecieran objetos del mundo humano, por alguna razón (? Y aunque pase uno o varios meses, estaré ansiosa de leer el siguiente capítulo <3

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    1. Me alegro mucho de leer eso y saber que no se ha hecho pesado pese a la longitud XD Gracias a ti por tus palabras y por leer! Te espero para el siguiente capítulo <3

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  3. Efectivamente tardé dos días en leerlo entero XDDDD Pero quedó genial! Maravilloso tributo a las rutas que se perdieron.
    La verdad esperaba que cuando al final Cyn le dijo a la hada "espera, si hay algo que quiero" pidiese revivir su última noche con Valkyon o algo así pero bueno uwu pidió que la guardia pudiera tratar lo del portal y se comportó toda madura (seguro eso hace que suba puntos en el lovmetro de Lance 1313)
    Y pues eso, en general me gusta mucho más como llevas el progreso de las relaciones con los personajes y la despedida de las anteriores. Hay un párrafo en especial que me encantó! Sentí como me ponía en el lugar de Cyn y al fin conocía a su verdadero ser bajo esa fachada de humor y carácter con el que se muestra la mayoría de veces con la guardia (por que en el fondo anda en tensión con la mayoría de líderes de la guardia xD) al fin!! Conectaba con ella!! Además de una explicación lógica de por qué no hace ciertas cosad. Dejó por aquí el párrafo:

    "Me resultaba nauseabundo y hacía que me sintiese una persona horrible, pero me había sorprendido a mí misma pensando, especialmente cada vez que tenía una discusión acalorada con Nevra, que tal vez era mejor así.
    Quizá era mejor que Valkyon ya no estuviese.
    La culpabilidad me embargaba solamente por dejar si quiera entrar esa idea y por el alivio culpable que me recorría al pensarlo. *negrita*Si Valkyon siguiese aquí, habría cambiado, como lo habían hecho todos;*negrita* la sola idea de que, de haber estado aquí, me hubiese tratado de forma similar a la que me trataba el vampiro me resultaba insoportable. *negrita*Las discusiones que tenía con Nevra me dolían en el fondo, aunque no quisiese admitirlo y tratase de llevarlo con humor, pero el pensar que, de seguir vivo, Valkyon podría haber cambiado tanto como su amigo...Era también esa la razón que me detenía a la hora de ir al encuentro de Ezarel; me lo había planteado infinidad de veces, porque a mi pesar añoraba al elfo y me gustaría volver a verlo, pero el miedo a lo que pudiese encontrarme era superior.*negrita*
    El encontronazo con Nevra había sido inevitable, pero no estaba aún preparada para descubrir que otro de mis antiguos amigos era ahora poco más que un extraño."

    El fin también me recuerda que tengo una lista de deseos! Ver un dibujo del grupo de obsidiana de Yvanir, ver un dibujo de Cyn con el vestido que le dio la Reina hada
    Por ahora éstos son los deseos de éste capítulo. En los anteriores ya comenté que sería genial hiciésemos una imagen de cada cap xD Ojalá pueda ponerme a ello (si es que algún día lo hago :'3) pronto!

    Ah! En cuanto al título de la historia podrías llamarle "La vida de Cyn" o algo así, para que pueda ser identificado a parte de todos los ramndomdaryas que hay por ahí xP

    Saludos!! Y ojalá las caps sean más seguidos qwq pero bueno, no está tan mal uno al mes. Pero más de un mes, no ¿eh? T.T
    Cuidatee

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    1. Comprensible, de verdad XDD me alegro de que lo hayas acabado pese a todo, tiene su mérito XD
      (todos estábamos pensando en el lovometro de Lance, no te voy a mentir (?) pero si metía escena con Valkyon esto iba a acabar en drama jusjus)
      Me alegro mucho de leer eso, en serio! Intento ir desprendiendo lentamente el fic de Origins en parte porque yo también hecho de menos las rutas antiguas, así que me alegro de que le déis el visto bueno y os guste <33

      Sobre tu lista de deseos, solo decirte que: estoy trabajando en ello! Me gustaría al menos hacer unos bocetos de los chicos de la Obsidiana y subirlo al Twitter del blog para que los veáis (he subido uno de Mila pero quiero mejorarlo un poco). Y sobre el vestido, no me costará nada enseñároslo también, pues lo tuve que dibujar primero para poder describirlo XDDD

      Sobre las imágenes de capítulo, a ti y a cualquiera que las haga, os amaré eternamente y las añadiré a los episodios, como ya he hecho con la del episodio 2 <33 si tengo tiempo intentaré dibujar algo también <3

      Mmmm me gusta esa línea para el nombre, pensaré en ello o en algo similar, gracias!
      Se hará lo que se pueda, no te preocupes!

      Gracias por leer y comentar! <33

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  4. Hola de nuevo Lyn! Esta vez me tome mi tiempo para saborear la entrada y debo decir que valió la espera! Fue literalmente una montaña rusa de emociones y, la parte de Ezarel debo admitir que me toco la fibra sensible XD Claramente jamás voy a superar la perdida de tamaños personajes y aun ansió ver un deje del pasado en los que aún quedan, así que esto fue simplemente hermoso de leer. Espero con ansia el siguiente capítulo! Nos leemos!

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    1. Hola! Pues gracias por tu paciencia y me alegro de que haya sido fructífera <33 (same here, aquí estoy intentando superar que no vuelvan los pjes antiguos un año después ;;)
      Gracias por leer y comentar, nos leemos!

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  5. Me encanta tu fic, de verdad. No dejes de escribirlo por favor, me encariñe con cyn, ame volver a leer a ezarel y la personalidad que le has dado a todos los personajes 7 años despues es faNtastica y adecuada.

    No se sI te han preguntado sI te defInIras por alguna ruta en concreto en este fic? De todas formas espero haya tIra y afloja con todos menos Mathieu, un abrazo no nos hagas sufrIr esperando mucho tIempo otro episodio!

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    1. Hola! Me alegro mucho de leer eso, intentaré continuar siempre que la vida me lo permita <3

      No me han preguntado y admito que no lo he pensado aún, la verdad. Así será sorpresa para todos (??) pero prometo salseo con todos, no te preocupes!
      Gracias por leer y comentar <3

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