domingo, 17 de abril de 2022

Randomdarya. Pascua 2022



Hi again, queridos míos!
¡¡Estrenamos separador!! Como habréis visto he estado trasteando con el fondo y los colores del blog, que llevaba sin tocarlos desde 2019 y no podía seguir siendo así. Así que en breves veréis como vengo con una nueva hornada de separadores para las secciones, si bien solo esta tendrá dibujitos. Espero que os gusten mis humildes chibis~~he dibujado a Mathieu por voluntad propia, si esto no es un paso más hacia la tolerancia, no sé que lo será. Espero poder ir quitando cosas, borrando entradas inútiles y en general, organizando un poco este caos en el que habito (?)

Pasando ya al contenido de la entrada, de nuevo vengo con un fic que nadie había pedido y que seguramente nadie necesitaba, pero no me apetecía escribir una reseña y bueno, algo había que escribir (?)

Lo he llamado fic de Pascua por llamarlo de alguna forma pero os advierto que la trama aquí presente es prácticamente inexistente y no es más que un fic de autocomplacencia cuyo único contenido es Cyn y Ezarel discutiendo. Así que si echabais de menos a Ez, estáis de suerte!

En fin, espero que os guste aunque sea cortito y carente de mucho sentido, ya sabéis que acepto sugerencias para los fics y demás, y que me pondré en breve con el episodio 7 del fic Random~~ De momento os dejo con esto, espero que os guste!


Randomdarya. Pascua con Ez



—Esto no es justo. —Mascullé, dándole un puntapié a una piedrecilla que había tenido la mala suerte de encontrarse en mi camino. Rodó hasta perderse entre unos arbustos, unos metros más allá. Sopesé el ir a buscarla, porque hasta la fecha había sido mi única fuente de entretenimiento.
—¿Por qué lo dices?
—Esto es un aburrimiento, Valk. —Intenté que mi mohín desesperado fuese convincente, pero el chico no apartó la vista de sus quehaceres. Pese a todo, una sonrisilla comprensiva asomó a sus labios.
—Las misiones a veces son así. Yo me alegro de que sea tranquila, te da tiempo para pensar.
El escepticismo de mi mirada no pareció llamar su atención, y con un suspiro teatral me dejé caer sobre uno de los improvisados asientos.
—Yo no necesito pensar, ya lo tenía todo pensado. — Mascullé, pero si el chico me había escuchado, no lo hizo ver.
En esa ocasión, y por primera vez, la Guardia me la había jugado. De nada habían servido mis bien organizados planes, ni todo el secretismo con el que había intentado llevarlos a cabo. La paciencia de Miiko y en general de la Eticelante parecía haber llegado a su fin y habían decidido tomar cartas en el asunto: sacarme del cuartel durante las fechas señaladas. La idea, que según tenía entendido había sido de Ezarel, era sencilla: despacharme con alguna misión que me tuviese lejos y ocupada. Para desgracia y profundo desencanto del elfo, le había salido el tiro por la culata: la única misión lo suficientemente larga y lo suficientemente inocua para permitirme participar en ella era la que lideraba el peliazul. Por lo visto, aprovechando la primavera, él y algunos miembros de la Absenta tenían que realizar un pequeño viaje para recolectar ingredientes por el bosque. Aunque hacía tiempo ese tipo de actividad no conllevaría mucha parafernalia, dados los recientes acontecimientos y la inseguridad reinante en la foresta, era necesaria la presencia de una pequeña escolta. Labor que había recaído, por tanto, en mí; por lo menos no me iba de vacío con todo aquello, ya que Valkyon se había ofrecido para ser el segundo miembro de la comitiva de protección, aunque sospechaba que era más por desconfianza hacia mis habilidades que por verdadero interés en el trabajo.
Y allí estábamos, mano con mano y presa del aburrimiento, sentados sobre sendos troncos en el improvisado campamento que habíamos levantado hacía un par de días. Aunque quizá lo de aburrimiento solo se aplicaba a mí: Ezarel, Alajea y un par de miembros más de la Absenta se pasaban el día atareados, entrando y saliendo del claro para acarrear ingredientes, muchos de los cuales preparaban y embotellaban en el pequeño laboratorio de campo que se habían montado. Por lo visto alguna de esas cosas no aguantaría el viaje, o necesitaban ser tratadas en cuanto eran obtenidas para poder conservarse bien. Valkyon era el encargado de acompañarles siempre que tenían que alejarse del campamento, relegándome a mí al triste papel de Guardiana del fuerte. Alguien tenía que quedarse, al fin y al cabo. En ocasiones su presencia como escolta no era necesaria así que se quedaba a hacerme compañía, pero como ya sabía bien, no era un hombre de muchas palabras y en general se pasaba el rato en silencio, tallando con aire distraído un trozo de madera. Como era el caso. La continua presencia de los demás tampoco ayudaba a tener una conversación un poco más íntima. Lancé una miradilla lánguida a Floppy, que dormitaba acurrucada sobre su hombro.
Y yo ni siquiera puedo hacer eso.
Se escuchó un leve frus-frús procedente de los arbustos, pero ni siquiera me giré, las esperanzas de que ocurriese algo interesante perdidas hacía tiempo. Sabía que se trataría de Ez o de alguno de los miembros de la Absenta, y efectivamente, la vida no quiso sorprenderme: poco después el elfo entró seguido de Mara, una de los miembros de nuestra expedición. Dejaron sus cestas repletas de hierbas sobre la mesa de la gran tienda que habíamos levantado y donde llevaba trabajando Dove desde hacía un par de horas, haciendo que mis esperanzas de estar a solas para hacer algún avance con mi jefe de guardia se desvaneciesen por completo. Sin esperar mucho más, los recién llegados comenzaron a clasificar, cortar y guardar los ingredientes. Poco después Alajea hizo acto de presencia igual de cargada y se unió a la faena. Me acerqué a cotillear, no porque tuviese un interés real en ver cómo picaban hierbas y lavaban raíces, sino porque sabía que Ez me gritaría y dadas las circunstancias, era lo más entretenido que podía hacer.
—Ni un paso más. —Siseó el elfo, sin levantar la mirada de la tabla de cortar. 
—Te prometo que esta vez no tocaré nada. 
—Eso dijiste la última vez y por tu culpa he tenido que ir a buscar más polen de nenúfar, humana. 
Compuse la sonrisa más inocente que fui capaz de elaborar mientras recordaba lo divertido que había sido jugar con aquellos polvitos: seguro que tenían algún tipo de utilidad real más allá de teñir las cosas de rosa, pero para mi esa información había sido suficiente. Alguno de los mechones de mi pelo aún conservaban cierto brillo rosáceo. 
—Solo quería, eh...¿experimentar? Como una buena aprendiz de alqu....
—Aléjate de mi laboratorio o le diré a Valkyon que te ate. Otra vez.
—Primero: solo fue durante media hora. Segundo: estás celoso porque el rosa me quedaba mejor a mí que a ti. —Añadí mientras me seguía acercando con aire ausente. El muchacho alzó la mirada un segundo, y yo me detuve fingiendo interés en la lona de la tienda.
—Yo no me he untado el pelo con eso, creo recordar. No, no, tú no... Lancé una miradilla disimulada por encima del hombro del chico; efectivamente la mancha rosa seguía allí, decorando uno de los mechones antaño azules que llevaba recogidos. Me había costado pintárselo, pero al menos aquel tira y afloja de perseguirlo hasta poder pasar disimuladamente una mano cargada de polvillo mágico por su pelo me había tenido entretenida una buena hora. Volví a echar otro vistazo al rosa brillante que destacaba entre la mata de pelo azul. Una muy buena hora.
Intenté tragarme la sonrisilla mientras me acercaba un poquito más a la mesa.
—Oh vamos, Ez, solo quiero aprender.
—¿Y qué te hace pensar que yo te quiero enseñar? — Alajea parecía dispuesta y emocionada por ofrecerse a hacerlo ella, pero una rápida mirada de reojo del peliazul fue suficiente para que cerrase rápidamente la boca. 
—¿Qué te hace pensar a ti que necesito que me enseñes? Creo que solo con mirar puedo pillar el truco a trocear hierbas. — Apunté, y pude ver cómo los dedos del elfo se crispaban sobre el cuchillo. Quizá no era la mejor ocasión para provocarlo, y Valkyon parecía ser de esa opinión a juzgar por el suspiro cansado que escuché a mi espalda.
—Cyn...
—Esto no es un cursillo de cocina, humana. —Ez me miró desafiante antes de alzar el cuchillo y apuntarme con él. — Ahora esfúmate, me tapas la luz.
—Pero, querido Ez, si has sido tú quién ha insistido en que venga a esta misión. — Ignorando el cuchillo y las dos amenazantes y frías rendijas azules en las que se habían convertido sus ojos, me acerqué, arrastrando en el proceso un taburete en el que tomé asiento.— Cómo voy a...
— Cyn, ¿puedes venir a ayudarme un momento? — Pese al tono tranquilo, podía notarse que Valkyon temía por mi vida y mi integridad cuando me vio tan cerca del cuchillo del elfo. Suspirando, me levanté de nuevo, no sin antes dedicarle una sonrisilla inocente a Ez.
—Voooy jefe. 
Tomé asiento de nuevo ante el muchacho, que estiró la mano con la palma abierta para tenderme alguna de esas frutitas con las que alimentaba a su familiar.
—¿Quieres darle de comer a Floppy? — Seguramente el tic de mi párpado derecho no pasó desapercibido, pero aún así intenté borrar todo tono de reproche de mi voz.
—¿Para esto me necesitabas?
—Decías que estabas aburrida.
—Pero ya me había buscado entretenimiento. — Rebatí, intentando ser la viva imagen de la inocencia, truco cuyo éxito ya empezaba a flaquear con mi jefe de guardia. 
—Están trabajando, Cyn. — No había reproche en su voz, pero sí un ligero cansancio ante una frase que debía de haber repetido por lo menos diez veces en aquellos dos días. Pero, ¿qué culpa tenía yo? Aquello era un tostón mortal: no me dejaban ayudar, no me dejaban mirar, no me dejaban hablar, y el único entretenimiento que se me ofrecía era alimentar a aquella ratita que, por cierto, me miraba con cara de pocos amigos.
—Ya sabíais a lo que os exponíais trayéndome; no haberme traído. — Mascullé, cruzándome de brazos. Valkyon suspiró, guardando de nuevo la comida ante una aliviada Floppy; en los últimos días su dueño la había sobrealimentado solo para tenerme quieta, callada y lejos de Ez durante un ratito.— ¿No puedo volver al cuartel? Aquí no hago nada.
Y con suerte todavía llegaría a tiempo para llevar a cabo mi plan y...bueno, lo siento por Nevra y Leif, esta vez les tocará solo a ellos.
—Que no hagas nada es buena señal. ¿O preferirías que nos atacasen? — Abrí la boca para responder, pero Valkyon alzó una silenciosa ceja dándome a entender que quizá debía de pensarme mejor mi  respuesta. Aparté la mirada.
—No, señor.
—Además — el tono del chico se volvió más suave, dada mi aparente rendición. — Me alegro de que sea así, me apetecía pasar tiempo contigo.
Valkyon sonrió, ajeno totalmente al impacto de sus palabras ya que seguramente no las había dicho con ningún tipo de doble intención, pero yo ya me había puesto roja como un tomate. Claro que el hecho de que él hubiese venido era un gran aliciente, pero a penas nos veíamos porque Ez y compañía se lo llevaban de escolta y a mí me tocaba quedarme a vigilar. 
—Va-vale... — El muchacho sonrió aún más al ver que por fin había dado mi brazo a torcer. Se incorporó y me tendió la mano de nuevo. Dubitativa, estiré la mía a su vez.
—Si te apetece, ahora que todo parece tranquilo quizá podríamos.... 
—Ejem. —El carraspeo del elfo no solo rompió el momento, sino que también me hizo pegar un respingo e hizo que mi mano agarrase solamente el aire en el que segundos antes había estado la de Valkyon. — ¿Os molesto?
La miradilla astuta que me lanzó dejaba claro que aquella era su intención, pero me contenté con fulminarlo con la mirada. Mi jefe de guardia parecía ajeno a nuestro intercambio.
—No, Ez, dime.
— Creo que ya hemos acabado, así que podríamos empezar a desmontar el campamento.
— Justo ahora tenía que ser. — Mascullé, viendo como mi posibilidad de pasar tiempo a solas con Valkyon acababa de desvanecerse por completo. 
—¿No era la humanita la que se quería marchar? Si ahora le tienes cariño al bosque, siempre puedes quedarte
—¿ Y privarte de mi agradable compañía? Tu sueñas, Ez. —El elfo me dedicó un gesto de burla al cual respondí sacándole la lengua; Valkyon resopló.
—Bien, pues empecemos a...
— Antes voy a tener que ir a buscar más savia de trepadora venenosa. Alajea no ha recolectado suficiente.—Cortó el elfo, que sacudió una pequeña botellita medio llena de un líquido verduzco mientras miraba por encima del hombro a la interpelada. La chica nos dedicó una sonrisilla nerviosa mientras seguía guardando frascos. Valkyon lanzó una mirada al campamento, luego a mí, y después asintió con determinación.
— Está bien. Empezaré a desmontar las tiendas mientras tanto. Que Cyn vaya contigo.
—¿Qué yo qué?
—¿Qué?
—Esa planta estaba bastante lejos, no vas a ir solo.
— ¿Y? ¿Tu solución es que me acompañe....esto? — Hizo gesto vago hacia mí con el frasco acompañado de una mueca de desagrado, reflejo de la que se pintaba en mi cara. — ¿Qué va a hacer si alguien nos ataca? ¿Servir de entrante?
Estuve a punto de replicar, pero entonces en mi mente surgió una idea mejor. 
—Oh vamos Ez, si querías que viniese. ¿No te alegra? — Canturreé con voz melosa; el chico me observó de arriba abajo con deliberada parsimonia para después lanzarle una mirada elocuente a Valkyon.
—Puedo ir solo.
—Ez, por favor... — Comenzó Valkyon, y su amigo chasqueó la lengua. — Ya sabes las reglas. Y Cyn es muy capaz, dale una oportunidad.
—Eso, eso. — Asentí efusivamente, las manos pulcramente escondidas en la espalda mientras sonreía con dulzura. Ezarel paseó la mirada de uno a otro hasta que finalmente suspiró y echó a andar hacia la verde espesura.
—Muy bien, pero no te sorprendas si vuelvo sin ella. 
Valkyon me dedicó una mirada de ánimo antes de instarme a correr tras él, que ya había desaparecido entre las ramas.
—¡Tranquilo Ez, iremos de la manita! —Grité alegremente, intentando alcanzar al elfo.


Tener permiso para salir del campamento era toda una mejora, aunque la compañía dejase mucho que desear. En más de una ocasión me planteé separarme del elfo y tomar otro camino para explorar la zona, o detenerme a mirar alguna cosa, pero rápidamente recordaba que mi misión era protegerlo...o bueno, algo así. La conclusión a la que había llegado era que si me separaba de su lado la perjudicada sería yo, y de todas formas seguro que era mucho más interesante tensar la paciencia del elfo hasta sus límites. Aderecé nuestro viaje con infinidad de preguntas de las que tampoco me interesaba mucho la respuesta, como qué era eso o aquello, o qué pasaba si me llevaba alguna florecilla o si le daba un bocadito a una futa sospechosa. No es que fuese a hacerlo, pero para mi sorpresa el elfo parecía bastante preocupado por mi integridad a juzgar por la rapidez con la que me quitaba de las manos todo lo potencialmente peligroso.
—Ni se te ocurra tocar eso. — Me cortó, dándome un golpecito nada amable en la mano con una vara verde que había cortado hacía un rato. Puede que se preocupase por mi integridad, pero seguía siendo el elfo sádico de siempre, y a juzgar por su rostro el único consuelo que sacaba de todo aquello era poder arrearme con aquel palito. Aparté rápidamente los dedos de aquella extraña flor violeta, lanzándole una mirada reprobadora mientras me masajeaba el dorso enrojecido de la mano.
—¡Oye! ¡Deja de arrearme con esa vara, no soy ganado! 
—Ojalá lo fueras, seguro que serías más fácil de controlar. — Rezongó el chico, mirándome de reojo. Pese al escozor en mi mano, le sonreí melosa.
—Oh Ez, te veo muy preocupado por mi seguridad. Creí que dejarías que me comiese alguna cosa venenosa y muriese por aquí. 
—La idea me tienta, pero todos creerán que te he envenado yo. 
—Vamos vamos, dices eso pero sé que serías el que más... —Alargué distraída la mano para rozar las vistosas hojas rojas de una planta trepadora, pero la trayectoria de mis dedos se vio interrumpida por el silbido de la vara rompiendo el aire. Por suerte para mí, mis reflejos habían mejorado bastante durante la última hora, y logré apartar la mano antes de que la improvisada fusta del elfo volviese a darme. Este chasqueó la lengua ante el fallo y por toda respuesta le dediqué una sonrisa. —....lloraría.
—Estoy deseando que llegue el momento para comprobarlo.

Seguimos caminando por el bosque un largo rato, deteniéndonos esporádicamente para que Ezarel comprobase alguna planta, recolectase alguna hoja, y en general rajase todas las enredaderas que se encontraba en busca de aquella preciada savia. El elfo parecía saber hacia dónde se dirigía, pero no por ello parecía menos frustrado ante la falta de resultados que estaba obteniendo. Seguramente mis continuas intervenciones eran también un aliciente más para querer acabar aquella misión cuanto antes. Finalmente, y por suerte para él y para el dorso de mi mano enrojecida, llegamos a un claro donde aquellas extrañas hiedras parecían querer apoderarse del imponente tronco de un gran árbol. Los tallos de la planta trepadora alcanzaban un grosor considerable, casi el de mi muñeca, por lo que Ezarel sacó su cuchillo de alquimista y, tras encaramarse a las raíces del árbol, comenzó a cortar la hiedra por diversos sitios, a la espera de que alguno le procurase el líquido que estaba buscando.
—¿No te da pena, rajar así a la pobre planta?
—¿Quieres ocupar su lugar, pequeña Cyn? — Masculló con patente frustración al ver que el líquido que manaba de los cortes eran a penas unas gotas.
—¿Necesitarías mi sangre para algo?
—Solo necesito que te calles y me dejes trabajar. ¿Crees que podrás hacer algo tan simple como eso, o se escapa de tus limitadas capacidades? 
Me encogí de hombros, suspirando, aunque decidí darle un pequeño respiro al elfo. Comencé a pasear con aire ausente por el claro en el que nos encontrábamos, analizando las plantas que nos rodeaban. En favor de Ezarel tenía que decir que, tras todos aquellos golpes de vara en mis manos durante el viaje, al menos ahora sabía identificar una buena docena de especies vegetales, flores y frutos que sabía que no debía tocar. 
No obstante algo llamó mi atención; entre las ramas me pareció ver algo de color rojo brillante. Eché un vistazo a Ez, que sin embargo me estaba ignorando por completo, la atención puesta en la planta de la que intentaba extraer la savia. Viendo que tenía vía libre, me acerqué, aparatando con cuidado las ramas y hierbas para toparme con un discreto nido en el que descansaban media docena de huevos rojos. Algunos eran más claros que otros, dando lugar a un tono rosáceo y dándome a mí ideas: ¿serían huevos de familiar? ¿Serían comestibles? Parecían...huevos de pascua. Quizá pudiese llevarme un par de recuerdo...no eran muy grandes y quedarían bonitos para adornar.  Aunque por culpa de Ezarel me hubiese pasado las fiestas en aquel condenado bosque, todavía podía intentar salirme con la mía y celebrar la Pascua...a mi manera.
Tras lanzar otra miradita sobre mi hombro, me agaché y con cuidado, tomé uno. No parecía pesar mucho, aunque la cáscara parecía gruesa. Quizá estuviese vacío. 
Me llevaré uno...bueno dos...tres, solo tres.
—¿Qué estás tramando? — La voz del elfo a mi espalda me hizo pegar un respingo, y rápidamente deslicé el último huevo en el bolsillo de mi pantalón. Por suerte el muchacho seguía concentrado en su tarea unos metros más allá, sin dignarse a mirar en mi dirección.
—¿Yo? Nada de nada.
—Estabas muy callada. Eso no puede ser nada bueno. —Lanzó una miradita por encima de su hombro, pero yo ya me había incorporado y acercado con aire inocente y las manitas entrelazadas en la espalda.
—Me has pedido que me calle. ¿Prefieres que hable? Oh, sabía que en el fondo me....
—Lo retiro, trama lo que quieras, prefiero arriesgar la vida a cambio de tu silencio. —Cortó con sorna el elfo, mientras acababa de desangrar a aquella pobre planta. 


Aquella hiedra venenosa o lo que fuese resultó no tener suficiente savia para saciar las necesidades del elfo, por lo que continuamos dando tumbos por el bosque. Comenzaba a aburrirme hasta de molestar a mi compañero, por lo que cuando nos detuvimos al cabo de un rato ante una nueva víctima vegetal, opté por simplemente sentarme en el suelo y observar.
No en silencio, obviamente.
—¿Y porqué haces eso?
—De esta forma la savia no se contamina con... Uf, ¿por qué te lo estoy contando? 
—Porque he preguntado. — Concedí alegremente desde mi posición de atenta alumna. Ezarel me observó por encima del hombro antes de suspirar.
—¿Puedes, por favor, querida Cyn, callarte? 
—Umm...—Me mesé la barbilla con aire pensativo sin quitarle el ojo al elfo y a su faena. — No, creo que no.  
El muchacho se giró por completo, apuntándome de nuevo con su cuchillo de alquimista y con una sonrisa sardónica en los labios que sin embargo no lograba enmascarar el tic de su ceja izquierda.
—También puedo callarte yo, si lo prefieres. 
—Pero Ez, yo solo quiero aprender de mi admirado alquimista. — Rebatí, obteniendo por toda respuesta un gruñido mientras el muchacho volvía a su faena. — ¿Así tratas a tus aprendices? ¿Negándoles la sabiduría a punta de cuchillo?
—No, pero contigo siempre me gusta hacer una excepción. — Me incorporé para ver mejor en qué consistía el trabajo del elfo, aunque a simple vista solo parecía estar recolectando la savia en un bote.
—No parece muy difícil, la verdad. —Comenté, haciendo que el chico se crispase al descubrir que había recortado alarmantemente el espacio entre nosotros. Se revolvió incómodo, pero su tarea le impedía alejarse más de mí. — Quizá tendría que cambiarme a tu guardia.
—Cámbiate y será lo último que hagas. Ahora apártate, estás respirando mi aire. 
Con un suspiro teatral, retrocedí. Intenté buscarme algún otro entretenimiento, pero tras dar un par de vueltas por aquel pequeño claro, comprendí que allí no lo encontraría. Resignada, seguí dando vueltas en círculos por el claro, mareándome y mareando a Ez de paso, que pese a darme la espalda podía notarse en la crispación de sus hombros que estaba barajando seriamente lanzarme el cuchillo.
—¿Falta mucho? —Me detuve momentáneamente a la espera de una respuesta que no llegó. Suspirando, comencé a dar vueltas en la dirección contraria.
—¿Quieres por favor dejar...? No, deja de dar vueltas. 
—Es que me aburro Ez. ¿Jugamos a algo? 
—Umm... claro, por qué no. — El muchacho se encogió de hombros, aparentemente convencido. 
—¿Lo dices en serio?
— Claro, yo también me aburro. 
— Vale, ¿y a qué jugamos? — No tenía ni idea de a qué se jugaba en Eldarya. ¿Quizá aquí también jugasen al veo-veo?
— De acuerdo... ¿Ves ese árbol de hojas azules? — Ezarel se giró ligeramente, sin dejar de sujetar el frasco bajo la herida de la hiedra, señalando al ya citado árbol con su vara. Asentí, esperando al resto de instrucciones. — Echa a andar en esa dirección contando hasta cien. Y cuando acabes, no vuelvas.
El muchacho rio por lo bajo ante mi expresión decepcionada, y volvió a centrar su atención en su tarea.
—Qué gracioso. 
—También podemos jugar a ver quién está más tiempo callado...aunque creo que las instrucciones son demasiado complejas para ti. —Añadió con sorna, pero aquella puya ya no tuvo efecto sobre mí puesto que había visto algo moverse entre las ramas bajas del árbol que había señalado minutos antes. Nunca había sido especialmente valiente, así que di un paso hacia el elfo, que se percató de ello por el rabillo del ojo. — ¿Qué se supone que haces? Déjame trab...
— He visto algo moverse.
El resoplido exagerado del muchacho fue casi ofensivo.
—Lo que me faltaba. 
—¡Es en serio! Ahí hay alg...
— Probablemente, Cyn. Esto es un bosque, hay cosas. — Su tono daba a entender que o bien no me entendía, o bien le daba igual. Fuese lo que fuese, no le dedicó ni una mirada al lugar que estaba señalando. 
—¿Pero y si son cosas malas...?
—Para eso estás tú aquí. — Me dedicó una sonrisilla cruel antes de volver a centrar su atención en su tarea. Abrí la boca para replicar pero su fría mirada de reojo no me dio oportunidad. — Cuanto menos me molestes antes acabaré y podremos poner fin a esta tortura mutua. Así que sé una buena humanita y cállate
Tras poner los ojos en blanco, decidí dejarlo estar. Pese a que mantuve la vista clavada en el matorral, este no volvió a moverse y nada salió de él, por lo que acabé por relajarme y dejar de escrutar la zona. Comenzaba a sentirme un poco avergonzada por haber entrado en pánico con tanta rapidez cuando volví a escuchar un leve frus-frus. Al girarme me topé cara a cara con un familiar que clavaba la mirada sobre nosotros.
—Esto....Ez. —Comencé, pero ante la falta de respuesta del elfo, estiré la mano para tironearle de la ropa. El resultado fue un nuevo intento del chico de pegarme con la vara en los dedos, pero los retiré rápidamente.
—¿Ahora qué qui...?
—Hay un bicho que nos está mirando. 
Ezarel suspiró con patente exageración mientras murmuraba algo sobre mi raza antes de girarse para, seguramente, reírse de mí. Por su expresión, no contaba con encontrarse con la mirada inquisidora del familiar que se encontraba solo a unos pasos de nosotros. 
—Es un Lamulin, es inofensivo. No hará n...—el citado Lamulin no parecía muy de acuerdo con su descripción, a juzgar por la impaciencia con la que una de sus pezuñas traseras comenzó a arañar el suelo. El elfo pareció hasta casi ofendido por aquella reacción que parecía dejar en evidencia sus conocimientos, por lo que tapó la botellita de savia, dejó lo que estaba haciendo e hizo amago de acercarse. Solo se ganó una mirada negra del animal, que inclinó ligeramente la cabeza como si estuviese dispuesto a embestirnos. 
—Qué demon...
— No le caes bien, ¿quién lo diría? Con lo agradable que er... — Comencé, pero el aspaviento involuntario que hice con la mano pareció ser provocación suficiente para que el bicho bufase. El elfo a mi lado también bufó. 
—No es normal que se comporte así... —Masculló, mientras analizaba al animal con la mirada. Alcé las cejas, mirando rápidamente el estado en el que se encontraba la enredadera víctima del cuchillo de Ezarel.
—Quizá esa hiedra que estabas desangrando era su hiedra, ¿eh? —El muchacho pareció planteárselo, pues giró levemente la cabeza para echarle un vistazo a la hiedra como había hecho yo. El animal bufó de nuevo.
—No...te muevas. Lo tomará como una amenaza.— Siseó Ezarel, que pese a no haber dado ni un solo paso, había comenzado a alzar la fina vara verde con la que llevaba atormentándome todo el día. No pude evitar lanzarle una mirada escéptica. 
—¿No tienes nada mejor con lo que defendernos? 
— He venido a por ingredientes, no a...— Ezarel se interrumpió, y tras alzar levemente las cejas, colocó una rápida mano en mi espalda, empujándome unos pasos por delante de él. Ante mi gritito de protesta, el chico solamente sonrió. — Cumple tu papel, humana. 
—¿El de cebo? —Mi queja se quedó en un susurro malhumorado mientras intentaba mantener el contacto visual con el bicho, que no estaba nada contento con todo el movimiento que estaba presenciando. Pese a todo, podía sentir la sonrisa maliciosa en los labios del elfo incluso sin girarme.
— El de guardiana. Para algo estás aquí. — Me permití lanzarle una miradita cargada de odio antes de volver a centrar mi atención en el familiar ante mí, que por suerte aún parecía estar decidiendo si atacarnos o no. Aproveché para repasar mentalmente las lecciones que Valkyon me había dado al respecto, pero estaba bastante segura de que "Noquear familiares cabreados" aún no estaba entre mis conocimientos.
A ver, Cyn, un arma, busca un arma...el cuchillo, ¿dónde tengo yo el cuchillo...?
Empecé a palparme los bolsillos y la ropa en busca de mi querido cuchillo o de cualquier cosa que fuese a servirme de ayuda hasta que caí en la cuenta de que no iba a encontrar nada.
—Ups. 
—¿Ups? —Mi frenética e infructuosa búsqueda no había pasado desapercibida a mi compañero.
—Puede que... haya venido desarmada. — Murmuré, y recordaba claramente cómo le había tendido mis cuchillos a Valkyon para que me los afilase antes de que se hubiese puesto a tallar madera. ¿Los había tomado de vuelta? Se ve que no. Noté en mi nuca la mirada perforadora del elfo.
—¡¿Qué clase de guardiana eres tú?! 
—Eh...¿una pacifista? 
—No sé cómo Valk no te ha echado aún, no eres más que...— Comenzó Ezarel, haciendo que me girase hacia él, airada, y olvidase por completo nuestra situación de potencial peligro.
—¡Mira, elfo, si tan listo eres...!—Mi movimiento brusco y mi grito parecieron poner fin a la paciencia del animal, que con un nuevo bufido se lanzó contra nosotros. Los reflejos del peliazul fueron suficientes como para agarrarme de mala manera por el antebrazo y tirar con fuerza de mí, lejos de la trayectoria del Lamulin. Me permití unos segundos de confusión antes de notar cómo Ezarel volvía a tirar de mí, sin darme tiempo casi a procesar nada.
— ¡Corre, humana! 

Aunque estaba bastante segura de que estábamos corriendo sin rumbo fijo, Ezarel parecía tomar desvíos y curvas imaginarios que en más de una ocasión casi acababan conmigo derrapando o en el suelo. Por suerte nada de eso llegó a pasar, ya que el elfo me tenía bien sujeta por el brazo -puede que demasiado bien sujeta, estaba casi segura de que luciría las marcas de sus dedos en el antebrazo durante una buena temporada -, evitando así que cayese y tirando de mí sin mucha delicadeza cada vez que tropezaba. Pese al estrés y la carrera, parecía tener aliento suficiente para insultarme de vez en cuando, lo cual decía mucho de la capacidad torácica de los elfos. Por mi parte, no dejaba de ser una humana que encima solía escaquearse los entrenamientos, por lo que en seguida me encontré jadeando con dificultad. No obstante, tras notar en una ocasión lo que me pareció que era el aliento del familiar en mis pantorrillas, mi cuerpo encontró motivaciones suficientes para seguir corriendo. Para mi sorpresa, efectivamente Ezarel parecía tener claro a dónde íbamos, puesto que tras un último sprint entramos en el claro del bosque en el que hasta hacía unas horas se alzaba el campamento. Valkyon había estado moviendo cosas, y aunque Ez logró saltar ágilmente el tronco que nos había servido de banco, para mí fue demasiado tarde y tropecé con él, cayendo de bruces y arrastrando al elfo en mi caída. 
Nuestra sorprendente entrada no pasó inadvertida a los demás miembros de la expedición, y segundos después Valkyon estaba inclinado ante nosotros con evidente cara de preocupación. 
—¿Qué ha...?
—Bicho...perseguir...cuid....—conseguí balbucear entre jadeo y jadeo, pero no hice amago de levantarme. Mi jefe de guardia lanzó una mirada más allá de mi figura y se enderezó con cuidado; supuse que el dichoso lamulin nos había dado caza, pero el cansancio, la falta de aire y el golpe contra el suelo me habían robado todo atisbo de instinto de supervivencia. Confiando ciegamente en Valkyon, decidí que iba a quedarme ahí tumbaba recuperando el aliento, pero Ezarel tenía otros planes. Pese a que parecía tener también ciertos problemas por recuperar un ritmo respiratorio normal, no tardó en tironear de mí, obligándome a levantarme de nuevo.
—Déjame morir....—mascullé mientras hacía resistencia pasiva para continuar en el amable suelo. Mi interlocutor puso los ojos en blanco y tiró de mí con más fuerza.
—Nada me gustaría más que eso.
Refunfuñando me incorporé para poder ver cómo el Lamulin, tras entra en el claro, se había acercado a mi bolsa, que había salido volando en mi caída. Olfateándola, había logrado abrirla con el hocico, dejando a la vista de todos los dos brillantes huevos rojos que había encontrado en el bosque. 
Oh, oh.
Tras lanzar una mirada ofendida, el bicho había tomado con sumo cuidado la correa del zurrón entre sus dientes y había vuelto a desaparecer entre las ramas con expresión satisfecha, ante el desconcierto general.
— ¡Eh! Se lleva mi bols.... — Comencé, dándome cuenta demasiado tarde que quizá esa no debería ser mi preocupación principal. Noté la mirada negra del peliazul clavada en mí, pero lo que noté aún más fueron sus dedos sobre mi piel mientras tironeaba de mí para encararme. 
—Tú...— comenzó el elfo con un tono de voz calmado e inusitadamente amenazador. Intenté retroceder pero aún tenía su mano rodeando mi muñeca. — ¡Has sido tú! 
— Y-yo no...
—¡Nos ha perseguido por tu culpa! ¡Robaste sus huevos! 
—¡Yo no robé nada! ¡No sabía que tenían dueño! — Espeté, airada. 
—¡¿Por eso estabas tan callada?! Te quito el ojo de encima medio segundo, ¡y robas unos huevos!
—¡No es eso! Los vi en el suelo tirados, y eran muy bonitos así que pensé que...
— ¿Pensaste? ¿Sabes PENSAR acaso, humana? — Valkyon y compañía observaban la escena en silencio, sin atreverse a intervenir. — ¡¿Para qué demonios los querías?!
—¡Para decorar, demonios! Y si esto es culpa de alguien, ¡es tuya! — Rebatí, y Ezarel alzó las cejas con visible ofensa ante aquel ataque. 
—¿Discul...?
—Chicos, está bien...— La voz de Valkyon llegó a mis oídos a la vez que veía su figura acercarse por el rabillo del ojo. Seguramente temía cómo iba a acabar aquello.
—¡Hiciste que me arrastrasen a esta misión, me dejaste sin Pascua! ¡Yo tendría que estar en el QG haciendo huevos de chocolate y decorando con flores y conejitos, no aquí! 
—Dichosa humana de los...— Masculló el elfo, pero la presencia de Valkyon a nuestro lado hizo que se pensase mejor su reacción. Inspiró exageradamente, cerró los ojos, y expiró. — Tendría que haberte abandonado en el bosque. Tendríamos que haberlo hecho en cuanto tuvimos la primera oportunidad.
—Ez, no seas así, no lo ha hecho... — Comenzó Valkyon, y aunque agradecía que saliese en mi defensa, no pude evitar fijarme en que Ezarel aún me tenía sujeta por el brazo. Sonreí, melosa.
—¿Tendrías que haberme abandonado? — Alcé la mano para mostrarle cómo la suya seguía aferrada a mi muñeca. — Creo que ya puedes soltarme, Ez.
El elfo pareció genuinamente sorprendido, ya que seguramente no debía de haberse percatado en primer lugar de haberme tomado de la mano durante todo el viaje. Molesto y avergonzado, sacudió su mano, librando mi brazo por fin.
—Piérdete, humana. 
—No podrías vivir sin mí. — Canturreé, pero noté como Valkyon me miraba con cierta desaprobación antes de suspirar.
—Cyn... —Mi jefe de guardia depositó una mano sobre mi hombro, evitando así que fuese tras el elfo que a grandes zancadas se alejaba hacia lo que quedaba del campamento. 


—Oye, Ez... —Aunque mi lugar era al final de la comitiva, en cuanto hubimos dejado atrás el bosque nuestro riguroso orden de marcha se relajó un tanto, permitiendo que me adelantase hasta la altura del elfo y de Valkyon, que habrían el grupo. Sin embargo, había tenido la precaución de no abrir la boca hasta que llegamos a las puertas del cuartel; en parte lo había hecho por Valkyon y por la mirada de súplica que me había dedicado cuando de la nada había aparecido entre Ezarel y él. Mi jefe de guardia sin embargo ya se había dirigido al interior del cuartel para ayudar a dejar los bártulos del campamento, por lo que creí que aquella sería la mejor oportunidad. Pese a mi llamada, el elfo intentó ignorarme.  — Eeeez.
— Ya está, ya estamos en el cuartel. Diría que ha sido un placer, pero temo que te lo acabes creyendo. ¿Puedes ir a amargar a otra persona? Seguro que Nevra te ha echado de menos. — Soltó el muchacho, sin detenerse ni dedicarme una mirada.
— No, Ez, espera, quiero disculparme. — Mis palabras captaron su atención y el peliazul se detuvo, si bien seguía mirándome con desconfianza.
—De acuerdo, inténtalo. 
—¿Me perdonas? — Tanteé, batiendo las pestañas cual mariposa. El chico solamente alzó una ceja.
—No.
—Vamos, Ez, de veras que siento...haber aderezado tu misión con mi presencia. 
Ezarel se giró por completo hacia mí, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Tranquila, Cyn. Puede que ahora no estés arrepentida, pero te aseguro que lo estarás. — Su sonrisa sardónica no obtuvo el efecto deseado y solo asentí, concesiva.
— Oh, claro que me arrepiento. Y como muestra de arrepentimiento... — Quizá con una rapidez sospechosa, tomé una de sus manos antes de que pudiese alejarla. Con la otra, hurgué en mi pantalón hasta que encontré lo que buscaba: el tercer huevo de Lamulin. Se me había olvidado por completo su existencia hasta que, durante el aburrido trayecto hasta el cuartel, había metido una mano en el bolsillo y lo había encontrado allí. Para mi sorpresa seguía intacto, por lo que había meditado largo y tendido sobre qué hacer con él; la verdad, después de lo vivido no quería un lamulin y solo lo había tomado prestado por su valor estético. No tuve que pensar mucho puesto que, dado mi lugar de última persona de la comitiva, en seguida había comenzado a notar que algo nos seguía. 
Sujetando aún la mano de Ez, deposité el huevo sobre ella. La confusión pintó el rostro del elfo durante aproximadamente diez segundos, hasta que su mente fue encajando las piezas del puzle.
—Ahí tienes, Ez. Cuídalo mucho....o llega a un acuerdo con su madre. Creo que quiere tener unas palabras contigo. — Con un gesto de cabeza señalé al Lamulin que nos miraba de nuevo con cara de pocos amigos a unos metros de distancia, en la llanura. 
—Per...— Comenzó el elfo, pero en cuanto hubo dado un paso hacia mí, el familiar comenzó a acercárselos. Me despedí efusivamente con la mano mientras echaba a trotar hacia la seguridad del cuartel. Ezarel siguió confuso y clavado en el sitio durante unos instantes, paseando la mirada de mi persona, al huevo y al lamulin que se le acercaba al trote.— ¡EH, vuelve aquí! ¡Cyn...!
—¡Feliz Pascua, Ez!


FIN~~

Y bueno, hasta aquí este pequeño y humilde fic, espero que os haya tenido entretenidos un rato~  Ahora procederé a centrarme en otras cosas más importantes, pero como siempre, cualquier comentario, crítica y sugerencia es bien recibida!
Nos leemos~~



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