sábado, 25 de diciembre de 2021

Randomdarya.Navidad 2021

 Hi! Aquí estamos, otra vez!  ¡¡Feliz Navidad!!

De nuevo, OH SORPRESA, me veo en la horrible tesitura de admitir que llevaba 3 AÑOS sin escribir un fic de Navidad ¿¿ pero cómo me permitís esto?? Aquí os dejo el último, que va de Eldarya Origins, por si luego os quedáis con ganas de más: ¡Navidad 2018! 

He decidido adelantar la entrada del domingo a hoy porque sé que el día 25 puede ser aburrido para más de uno me incluyo, así que espero que al menos esto os amenice un poco la tarde-noche navideña. Pese a todo, espero que estéis pasando una felices y tranquilas fiestas en compañía de quien vosotros queráis y con quien os sintáis a gusto <3 Y si no os gustan las Navidades, espero que al menos estén siendo tolerables~

Antes de entrar en harina, agradecer de nuevo a los incondicionales que me aguantáis por Twitter y votáis estoicamente en todas las encuestas que pongo. Gracias a vosotros, el tema del relato de este año será Eldarya New Era! El pueblo hablado, pero como siempre digo, habrá más encuestas así que los fans de Origins no os preocupéis y participad en la democracia (??)
Al igual que el relato de Halloween de este año, esta historia es completamente ajena al fic que estoy escribiendo nunca pierdo la oportunidad para venir con el autobombo, en enero os traeré el episodio 5 pinky promise y que se inscriben en la vieja tradición eldarística de "Mi Gardienne haciendo de las suyas y complicándoles la vida a sus congéneres".

Disfrutadlo~

Eldarya Navidad 2021



-Plan sin fisuras. -Murmuré después de, tras un último vistazo rápido, cerrar con sumo cuidado la puerta de mi habitación. De llave. 
-¿De qué plan hablas? - Pegué un respingo al escuchar la voz de mi jefe de guardia a mi espalda. No sé cómo se las apañaba pero siempre andaba rondando cuando yo tramaba algo. Bueno, quizá "tramar" no era la palabra, porque a todas luces lo que estaba organizando era un evento único y especial con el fin de animar la vida y traer felicidad a los habitantes del cuartel, pero seguro que no todo el mundo allí compartiría mi punto de vista, a juzgar por lo críticos que se habían mostrado en el pasado. Así que sí, probablemente a ojos de Lance estaba "tramando algo". No estaba segura de si se trataba de un sexto sentido suyo o de si Huang Hua o Nevra lo habían puesto en antecedentes, pero el caso es que el muchacho siempre andaba más presente de lo habitual cuando se acercaban fechas señaladas. O quizá solo fuese pura ignorancia, ya que a diferencia de él, Nevra, Chrome y Karenn sabían que lo más recomendable cuando se acercaba una festividad era rehuirme.  
Di la espalda a mi puerta, guardando la llave en el bolsillo de mi vestido con aire inocente.
-De mi plan de vida, por supuesto. Conseguir ir al comedor la primera para que me pueda tocar postre: un plan sin fisuras.
Lance me observó de arriba abajo con aire suspicaz y los brazos cruzados sobre el pecho. ¿A qué venía tanta desconfianza? Era la primera Navidad que íbamos a pasar coexistiendo en el mismo espacio-tiempo, no tenía razón para sospechar. Aferrándome a que yo era inocente hasta que no se demostrase lo contrario, alcé el mentón con seguridad.
-¿Algo más o puedo irme a comer? 
-Puedes, es solo que...¿estás tramando algo, Cyn? 
-¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué debería? -El muchacho me fijó durante unos segundos sin responder.
-Huang Hua me ha dicho que has pedido que no se te encomendase ninguna misión hasta pasado el día 25, lo cual...
-Lo cual se debe a que en la Tierra es Navidad y yo soy muy devota de mis tradiciones terrícolas. -Apunté, aludiendo con un ademán a mi bastante vistoso vestido rojo decorado con pompones blancos en la falda. El dragón no pareció impresionado por mi modelito.
-Sí, Mathieu me ha hablado de esa celebración, pero él nunca ha pedido el día libre por...
-....porque no respetará las tradiciones. Yo sí, y más ahora que soy un aengel. Tengo mi lore en la Tierra, ¿sabes? Debo guiar a una estrella a...espera, no era eso. El ángel era el que...bueno, ¡en Navidad es importante un ángel! Es casi como mi propio día festivo. Si me disculpas, me voy a comer.
Ignorando la mirada inquisitiva y para nada convencida del chico, me dirigí a paso ligero al comedor. Sin embargo, me di cuenta de un detalle importante y me volví a girar hacia el chico.
¿Debía decírselo?
Vamos Cyn, es Navidad, no puedes marginarlo sistemáticamente...bueno, sí puedes, pero no estaría bien. No en Navidad. El día 26 podrás volver a marginarlo sistemáticamente. 
-Eh, Lance...
-¿Sí? - Por su tono parecía estar esperando una confesión. De intenciones, digo. Por desgracia para él, no iba a recibir ninguna de ningún tipo.
-Yo eh...en Navidad es costumbre escribir una carta a...bueno, a un señor gordo vestido de rojo que trae regalos...En fin, he...
-Sí, Mathieu me ha contado que has puesto una especie de buzón para que la gente deposite cartas y...
-Pues si ya lo sabes, perfecto. - Corté, incómoda con la situación. No era una buena idea meter a Lance en el ajo. - Te invito a escribir una. Y ahora, me voy a comer.


-Vamos a ver, ¿qué le has contado a Lance? ¡Teníamos un trato, Mathieu! - Espeté con un siseo amenazador, mientras tomaba asiento tras la mesa navideña que habíamos instalado en el kiosko. Mathieu, que a todas luces no parecía preparado para ver a una aengel vestida de felpa roja y con un sombrerito de duende echarle la bronca, tuvo que recurrir a todo su autoncontrol para tomarme en serio. Se le veía en la mirada.
-Oh vamos Cyn, yo solo he cumplido con mi trabajo. - Musitó con una sonrisa inocente, pero a esas alturas ya debería de saber que aquellos trucos baratos de niño bueno no funcionaban conmigo. YO los había inventado. 
-Ya, pues ahora sospecha de mí. -Farfullé, tomando asiento junto al chico.
Era ya 24 de diciembre y mi dulce plan navideño estaba a punto de llegar a su apogeo. Aquel había sido un año flojito, y tras devanarme los sesos pensando qué podía organizar por Navidad, se me ocurrió como solución desesperada echar mano del otro componente terrestre del QG. Puede que su sola presencia me irritase, pero tenía que admitir que todo era más sencillo cuando contaba con un cómplice al que no había que darle extensas explicaciones sobre quién era Santa Claus y porqué había que escribirle cartas y dejarle galletas. Tras unirlo a mi causa, el plan original había sido el de siempre: parapetarse en la cocina. Había sido bastante productivo, pero mientras horneábamos pequeños hombres de jengibre, el chico había mencionado un punto importante: ¿para qué tanto esfuerzo sino existía la cultura navideña en Eldarya? La solución era obvia: había que implantarla.
Así que, abandonando a medias el proyecto culinario, en cuestión de un día ya había trazado un maquiavélico plan para ir sembrando la semillita de la Navidad. Tras montar un improvisado puesto en el kiosko y decorarlo con ramitas, lazos y toda cosa brillante y navideña que pude encontrar, decidimos comenzar con la labor informativa. Todo aquel que se acercase a menos de 2 metros del puesto recibía una rápida lección sobre qué era la Navidad y quién era Santa Claus, aquel místico abuelete que la noche del día 24 recorrería toda la Tierra - y Eldarya - en un trineo volador para repartir regalos a aquellos que se hubiesen portado bien. Después, les contábamos todo el proceso de escribirle una carta al ya citado señor, y les instábamos a ello dándoles un trozo de papel y un sobre, material que había tomado prestado silenciosamente de la biblioteca, como auto-regalo navideño. Habíamos engalanado una preciosa caja con telas y lazos, construyendo un buzón en el que la gente pudiese depositar su carta, que sin duda haríamos llegar a Santa Claus.
Todo aquello sonaba espectacular en mi cabeza, pero a la hora de la verdad la gente  - como siempre - nos miraba con mal disimulada desconfianza y en un par de ocasiones Huang Hua había venido a ver qué ocurría, puesto que le habían advertido que "la aengel estaba haciendo cosas extrañas". Por suerte, el respeto que me confería mi nuevo título era lo que obligaba a mucha gente a escucharnos hasta el final e incluso seguirnos la corriente. 
Habían pasado ya tres días desde nuestra magnífica idea y apenas habíamos conseguido un par de docenas de cartas, pero tanto daba. Cuando las almas cándidas que habían participado en nuestro circo viesen sus deseos cumplidos por arte de magia el día 25, la voz se correría y el año próximo sin duda todo el QG participaría en mis eventos navideños. Era un arriesgado plan a largo plazo, pero tenía muchas papeletas para salir bien.
Mathieu y yo nos turnábamos en el puesto, aunque muchas veces estábamos los dos durante horas. Toda aquella convivencia con el chico me estaba atacando a los nervios, pero me decía a mí misma que era un pequeño precio a pagar.
-Bueno, ¿hasta cuándo vamos a seguir aquí? - Preguntó con aire ausente, mientras jugueteaba con uno de los pliegos de papel, en un intento de hacer un avión.
-Ummm...quizá hasta las 4. -Sacudí el buzón ligeramente. ¿Cuántas cartas habría? Dudo que llegase a cincuenta. - Tengo que leerlas todas antes de la noche.
-Cla...espera, ¿qué? ¿Las vas a leer?
-Por supuesto, ¿qué demonios esperabas? ¿Que Santa Claus tome un desvío desde el Polo Norte para recoger su correspondencia extra-terrestre? - Mathieu me miraba totalmente confuso.
-Pero creí que...en fin, pensaba que esto era solo por el detalle. Imitar la costumbre humana por hacer algo distinto, no pensé que...
-Oh Mathieu, ¿Qué gracia tiene? Si después de todo este circo lo único que reciben es haber escrito una carta a cambio de nada, ¿de verdad crees que les interesará la Navidad?
-Bueno, es un bonito gesto...la Navidad es desear cosas buenas y...
-La Navidad es recibir regalos. - Le corté, con aire solemne. - Necesitamos que crean en Santa Claus, y sino les damos lo prometido, no lo harán.
Mathieu estaba a punto de replicar cuando un grito interpelando su nombre cortó nuestra conversación.
-¡Así que aquí estás, vaya novedad! - Huang Chu, con los brazos en jarras, no parecía de muy buen humor. - Quizá te moleste mientras estás aquí perdiendo el tiempo, pero creo que tienes obligaciones que atender en tu guardia, ¿o me equivoco?
El chico se encogió ligeramente en el sitio mientras apartaba la mirada, molesto. Ignorando la situación, decidí que era mi oportunidad para seguir con mi labor.
-¡Huang Chu, qué sorpresa! ¿Has escrito ya una carta para Santa Claus? - Y con una sonrisa le tendí un trozo de papel y un lápiz. La mirada furibunda de la chica abandonó a su objetivo principal para suavizarse y centrarse en mí.
-¿Qué has...? Ah, ¿vuestra historia del señor en trineo que da regalos? -Asentí, efusiva, tendiéndole de nuevo el papel, que rechazó sin embargo con un gesto vago. - No, gracias, lo único que yo quiero es que este gandul vuelva al laboratorio, donde ha dejado una cocción a medias.
-Ups...
-¿De verdad que no quieres pedir nada? ¿Un alambique nuevo? ¿Un libro? ¿Algo? 
La chica alzó una ceja, pensativa. 
-¿Solo se pueden pedir cosas materiales? -La pregunta me pilló desprevenida. Había dado por hecho que todo el mundo lo habría entendido así, pero ahora la duda me estaba carcomiendo. ¿Y si habría las cartas y me encontraba chorradas como "la paz mundial" o "amor"? Tendría que haber puesto alguna especie de letrero, algo tipo "Solo deseos materialistas". 
En fin, el error hace al maestro. Lo tendré en cuenta la próxima vez. Quizá pueda escribir cartas a nombre de Santa Claus...sí, haré eso. Les agradeceré su deseo altruista pero les diré que para la próxima vez se pidan un par de calcetines nuevos.
-Bueno...es lo más común. - Respondió finalmente Mathieu, ya que yo seguía sumida en mis cavilaciones. Huang Chu suspiró, y sin esperar por nada más, echó a andar por donde había venido.
-Lo único que quiero es verte dentro de cinco minutos revolviendo esa cocción o de lo contrario el que va a tener que pedir un deseo vas a ser tú.
Mathieu tragó saliva, me dedicó una sonrisilla de disculpa y una vez le di mi beneplácito con un ademán de cabeza, salió corriendo detrás de su jefa de guardia.



-¿Eh? ¡Un momen...ah, eres tú, Leif. - La presencia del chico, que acababa de llamar a la puerta de mi habitación, se hizo patente en mi mente. Había que admitir que aquella extraña conexión resultaba útil a veces. Lancé una mirada al caos en el que había sumido mi habitación debido a las preparaciones navideñas: las bolsitas de galletas inundaban mi pequeño escritorio, y por el suelo había retazos de tela y de papel que había ido encontrando aquí y allí y había...tomado prestados para la ocasión. Mi cama la ocupábamos yo, mis modelitos navideños, el improvisado buzón y las cartas. Mi familiar dormitaba sobre un montón de trapos entre los que se encontraba el mantel que había usado para nuestro improvisado puesto navideño. Tras sopesarlo unos segundos, invité a Leiftan a pasar. 
El chico intentó como pudo ocultar su espanto cuando entró en el campo de minas en el que habitaba, aunque una vez más nuestra conexión neuronal no jugó a su favor.
-Veo que estás...ocupada.
-Sí, puede decirse así. - Comenté, mientras tomaba una carta del montón, la abría sin ceremonia y leía rápidamente su contenido. Puse los ojos en blanco durante un segundo. - Otro que quiere la paz en Eldarya. Qué poco materialistas sois en este mundo, la verdad.
-¿Estás...? ¿Qué estás haciendo? -El tono conciliador del chico ocultaba la precaución propia de quien había vivido en sus propias carnes mis planes navideños y aún los tenía frescos en su memoria. Tomó asiento como pudo en la cama junto a mí, apartando con cuidado las cartas. -¿Son las cartas de tu proyecto navideño?
-Así es. - Orgullosa, señalé el montón. - En estos días hemos conseguido unas sesenta, no está nada mal para ser la primera vez, ¿Eh? El año que viene ya habré implantado la Navidad en Eldarya  y nunca más nadie se volverá a reír de...
-Ya, pero...¿no deberías...no leerlas? 
-¿Qué? -Fruncí el ceño, sin comprender. El chico pareció confuso durante unos segundos.
-Creía que...eran para un tal Santo...y que se las ibas a enviar... ¿por qué las estás leyendo tú? 
Lo observé en silencio durante un periodo de tiempo lo suficientemente largo como para empezar a notar, mental y físicamente, la incomodidad del chico.
Ya está, lo he conseguido, ¡he conseguido que alguien crea en Santa Claus! 
-Ve-verás, Leif...-comencé, luchando contra la risa nerviosa que amenazaba con apoderarse de mí. - S-sí, claro, son para Santa Claus pero...como está en la Tierra y no vamos a abrir un portal para enviarle el correo....yo haré de su enviada en Eldarya.
-Ya veo...-Leiftan seguía mirándome con cierta desconfianza, quizá porque me estaba costando horrores conservar un porte digno y serio. Leyó por encima de mi hombro la carta que había abierto. - ¿Y de verdad está bien que las leas? Al fin y al cabo quienes las han escrito no creo que quieran que se desvelen sus deseos.
-¿Qué? ¿Cómo voy a saber qué ha pedido la gente, sino?
-No tienes porqué saberlo. Ya que no las vas a enviar a... a su destinatario, ¿por qué no dejarlo simplemente en algo simbólico? 
-¿Cómo dices? - Inquirí, sin soltar por un segundo la carta. 
-Podrías celebrar solo la parte en la que la gente escribe sus deseos en una carta y ... no sé, quemarlas o realizar algún tipo de ritual simbólico. Sería muy boni...
-Cómo se nota que en este mundo no existe el capitalismo, Leif. -Mascullé. - Tu idea es muy bonita, pero ese no es el espíritu de la Navidad. El verdadero espíritu navideño es recibir regalos.
El muchacho me observó con una mezcla de tristeza y decepción.
-Me parece un poco triste.
-Yo no pongo las reglas. En fin, ya que estás aquí... - añadí, sin darle tiempo a que siguiese con su línea de pensamiento basada en la paz y en el amor - ayúdame a leerlas y clasificarlas. Aquí un montón con las que piden cosas materiales, y aquí...las que piden paz, amor y demás memec...cosas trascendentes.
Leiftan me dedicó una sonrisa de disculpa, y sin que abriese la boca ya sabía que venía a continuación.
-Lo siento Cyn, pero...no me siento cómodo invadiendo la privacidad de nadie.
Supongo que eso no se aplica a meterte en mi cabeza.
El chico frunció el ceño automáticamente.
Ups, perdón.
Suspiré, dándome parcialmente por vencida.
-De acuerdo, no te obligaré, pero...me vendría muy bien que me ayudases, Leif. - Ronroneé, poniéndole ojitos. En el pasado ese truco siempre había funcionado, no veía porqué no iba a funcionar ahora. Efectivamente, el chico se rindió con un suspiro mal disimulado. Sonreí encantada. - Perfecto. Quiero que escribas...espera.
Tomé papel y lápiz y garabateé la típica disculpa que los niños recibían cuando le pedían a Santa Claus cosas imposibles, como un dinosaurio o un unicornio. Aquella respuesta me la conocía muy bien. Orgullosa de mi obra, le tendí el papel a Leiftan, que lo leyó por alto.
-De acuerdo...¿solo quieres que escriba esto?
-Eh, sí. De momento, unas veinte veces. Puedes ir empezando.


El contar con Leiftan en plantilla hizo que la tarea fuese mucho más liviana y que en un par de horas hubiese acabado de leer, clasificar y redactar las cartas de disculpa para aquellos ilusos que no habían aprovechado la oportunidad para pedir algo material. Pese a todo, ya había contado con que aquello sucedería y junto con la carta, les entregaría un pequeño paquete de galletas. Al final solo unas quince personas habían comprendido el objetivo de todo aquello y habían expresado un deseo material. Tras listar las cosas que debía conseguir antes de medianoche, agradecí efusivamente a Leiftan su colaboración y hasta le ofrecí que escribiese una carta. El chico, a todas luces desencantado con el proceso, reclinó amablemente mi oferta. 
Comenzó entonces la parte más ambiciosa del plan: conseguir aquellos regalos. Me pasé primero por el laboratorio para buscar ayuda, pero Mathieu parecía estar cumpliendo alguna especie de castigo por parte de Huang Hua, por lo que la labor recayó enteramente sobre mí. Aquella era quizá también la parte más controvertida de toda la historia porque, obviamente, no tenía dinero para comprar quince regalos. Robar no estaba muy bien visto moralmente, pero al fin y al cabo ¿No era yo una especie de Robin Hood navideño? Robar a los purrekos para dárselo a las cándidas gentes del cuartel. Durante un segundo las implicaciones éticas de todo aquello me asaltaron, pero al fin y al cabo, había hecho cosas mucho peores antes, y dudo que fuese un delito que la Salvadora de Eldarya repartiese felicidad entre sus congéneres de forma gratuita. Eran fechas señaladas, seguro que los purrekos lo comprenderían.
Aprovechando que la hora de la cena se aproximaba, me deslicé saco en mano por el mercado ya casi desierto. En el fondo creo que todo el QG debería de dar gracias a que mis inclinaciones no me hubiesen llevado a formar parte de la Guardia Sombra, o de lo contrario tendrían un serio problema entre manos, dada la facilidad con la que sisé objetos de aquí y de allá. Todos aquellos que habían pedido algún tipo de regalo se habían contentado con cosas sencillas: Karenn un par de puñales nuevos, Chrome un cinturón de cuero y comida, Koori unos anillos...todo había sido bastante fácil de localizar y de...tomar prestado. Me topé con que Mathieu había escrito también una carta con unas instrucciones muy específicas sobre una nueva espada con el mango tallado que descubrí no sólo que costaba un dineral, sino que además estaba guardada bajo llave.
Y parecía tonto cuando lo compramos...por listo, para ti habrá un par de calcetines, Mathieu.
Para mi genuina sorpresa y sobre todo, regocijo personal, me di cuenta de que había conseguido casi todo lo listado amparada en la furtividad de la noche. Todo el mundo se encontraba ya cenando, a juzgar por el barullo procedente del comedor. Solo me quedaba el regalo de...Nevra. ¿De Nevra? Me sorprendía que el vampiro se hubiese dignado a participar voluntariamente en esto...las dotes de persuasión de Mathieu debían de ser dignas de estudio. El muchacho había pedido simplemente...¿un libro? 
¿Y de dónde saco yo un libro ahora? 
Leí el título; me sonaba de algo. Seguramente lo había visto en la biblioteca. 


Tras entrar de nuevo en el cuartel, saco al hombro, me escurrí hasta mi habitación para dejar mi preciada carga. Para no llamar la atención, me dejé caer por el comedor, tomé una rápida cena y me colé en la biblioteca antes de regresar a la comodidad de mi cuarto. Perdí un tiempo precioso rastreando las estanterías, sin éxito.
-¿Buscas algo?
La voz de mi jefe de guardia me hizo dar un respingo. ¿Desde cuando un dragón con armadura era tan condenadamente silencioso?
Me giré para toparme con Lance, que me miraba curioso desde uno de los escritorios, sembrado de informes. Seguramente ya estaba allí cuando yo había entrado, pero no me había fijado.
-Eh,no....bueno.... -¿era seguro preguntar por un libro que iba a robar? Seguramente después asociarían su desaparición con mi persona, y se acabaría la Navidad para mí...y el entrar en la biblioteca, seguramente. Sacudí la cabeza; ya lo encontraría por mi cuenta. - No, solo algo para leer esta noche.
-Ya veo. -El chico volvió su atención al papeleo, mientras yo barría la estancia con la mirada. Unos metros más allá, sobre otro escritorio, descansaba una pila de libros que alguien no había vuelto a acomodar en sus estantes.  Con aire ausente me paseé hasta allí, echando un rápido vistazo a los títulos.
Bingo.
Lance, ignorando de nuevo mi presencia, seguía centrado en sus asuntos, por lo que escurrí el libro debajo de mi camisa y me marché a paso ligero.
-¿Te vas sin libro, al final?
-Eh...sí. Ya se me han pasado las ganas de leer.
-Por cierto, Cy...
-No te molesto más, buenas noches Lance. - Y sacudiendo la mano efusivamente pero sin girarme, salí victoriosa de la habitación.

Ya era pasada la medianoche cuando acabé de envolver, clasificar y ordenar los regalos, sobres y paquetes de galletas, para meterlos indolentemente en mi saco navideño y vestirme para la ocasión. Me había planteado seriamente el conseguir una barba postiza y ocultar un cojín bajo la panza, pero tanta parafernalia solo limitaría mis movimientos y mi furtividad durante mi misión. Finalmente me limité a ponerme otro vestido rojo de terciopelo, decorado con un cinturón con una gran hebilla y con algodón blanco en el cuello, los puños y la falda. Tras rematar mi atuendo con el reglamentario gorro de Santa Claus que yo misma me había confeccionado, me eché la saca al hombro y di comienzo a mi misión navideña.

-Bien, solo queda...Nevra. - Murmuré, tachando a Chrome de la lista. Habían pasado ya casi dos horas y por el QG no se veía a un alma. Aunque mi plan original era el de colarme en las habitaciones de la gente, en seguida me di cuenta de que muchos de ellos  ya dormían, además cerrados de llave. Tuve por tanto que resignarme con dejar los regalos colgados de los picaportes, esperando de todo corazón que nadie se atreviese a robar nada...aunque la verdad, yo no era nadie para hablar de robos. 
Por suerte, aunque de algunas habitaciones podía verse la luz filtrarse bajo las puertas, nadie salió a mi encuentro y pude llevar acabo mi misión sin contratiempos, aunque en más de una ocasión tuve que esconderme ante un inoportuno ruido de pasos.
Ya solo me quedaba Nevra, que había dejado para el final dado el finísimo oído del vampiro. Esperaba que a aquellas horas ya estuviese dormido. Me deslicé hasta la puerta de su habitación, dispuesta a dejar colgado el libro del picaporte mediante un lazo cuando, al rozarlo, la puerta se abrió unos milímetros.
¿Estaba abierta?
Con cuidado la empujé un poquito más, esperando a que soltase algún crujido estridente, pero no sucedió. Dentro no se veía ninguna luz. Aunque el hecho de que Nevra se hubiese dejado la puerta abierta era digno de levantar sospechas, decidí que lo mejor era aprovechar la oportunidad, deslizar el regalo dentro y huir. Con cuidado, me agaché y colé el libro por la rendija que había dejado la puerta.
Para mi sorpresa, esta se abrió de golpe.
-Aaah....- intenté ahogar el grito de sorpresa mientras daba un brinco hacia atrás. Acabé sentada en el suelo, y al alzar la vista me topé con el rostro inexpresivo del vampiro. -Bu-buenas noches, Nev.
-No me vengas con "Nev", ¿qué estabas haciendo? - Me cortó, con un susurro tranquilo que ocultaba una amenaza velada. Tragué saliva, intentando componer la expresión más inocente que fui capaz.
-¿Yo? Nada. Solo volvía a mi habitación.
-Esta no es tu habitación. - Añadió, cruzándose de brazos. De pronto reparó en el libro que había depositado en el suelo, junto al marco. Intenté aprovechar ese momento para incorporarme y huir.
-Tienes razón, fallo mío. Ahora mismo me pongo a buscarla. Buenas noches, N...
-¿Qué es esto? -El chico observó el paquete con escepticismo antes de volver a posar su mirada en mí. -¿Qué estás tramando, Cyn?
-Y dale con el "tramar". Yo no tramo nada. - Me alisé la falda del vestido e hice una bolita con mi saco, ya vacío. - Solo ayudaba a Santa Claus con el reparto. Ya sabes, él no es de Eldarya, no sabe de quién es cada habitación.
-Ajá. Así que esto tiene que ver con ese circo que habéis montado tú y Mathieu, ¿no? - Insistió, señalándome con el paquete. Alcé el mentón, algo ofendida por su tono.
-Tan horrible no ha debido de parecerte si has escrito una carta.
-¿Y cómo sabes tú eso? 
-Eh...- venga Cyn, piensa, salva el día, salva la Navidad. - Ya te lo he dicho. Soy la ayudante de Santa. Me lo ha contado, antes de...irse volando en su trineo.
-Ya. Así que esto es el regalo que pedido, ¿no? - Asentí con precaución, sin estar del todo segura de a dónde nos estaba conduciendo aquello, pero con la certeza de que lo mejor que podía hacer era salir de allí cuanto antes. El vampiro, ajeno a mi ansiedad incipiente, rasgó el papel sin mucha ceremonia para toparse con el libro.
-Ya veo... -murmuró, no sin cierta sorpresa. Me permití un pequeño atisbo de orgullo.
-¿Es lo que habías pedido? 
-Sí. - El chico comenzó a darle vueltas al libro, para después hojearlo. Se detuvo en una página en concreto y tras unos segundos, alzó de nuevo la vista hacia mí. - Lo sabía.
-¿Qué? -Mascullé yo, pero Nevra se limitó a sacar un marcapáginas azul de entre dos páginas. Comencé a sospechar por dónde iban los tiros. - Oh, mira...te ha regalado un marcapáginas también, qué detal...
-Veo que está en la misma página donde lo había dejado esta tarde. -Observé en silencio al vampiro, que parecía regodearse internamente con mi expresión desubicada. Rápidamente las piezas encajaron.
-¡Lo has hecho a propósito! Condenado vampiro, ¿por qué no puedo organizar nada sin que nadie me...?
-¿"Sin que nadie te" qué? ¿Sin que nadie te pille robando libros de la biblioteca? 
-Oh vamos Nevra, ¡es culpa tuya en primer lugar! Si hubieses pedido otra cosa, no tendría que haber recurrido al hurto. - Me defendí, pero el muchacho no parecía convencido.
-¿Es que has pagado de tu bolsillo el resto de regalos, entonces? 
Abrí la boca para responder, pero la verdad es que la puya había sido certera.
Rápido Cyn, di algo, de momento solo sospecha, no le des razones para que lo confirme.
-N-no pienso desvelarte el secreto de la magia de la Navidad. Esta conversación ha terminado. Si me disculpas... -Me di rápidamente la vuelta y eché a andar a paso ligero en dirección a la seguridad de mi habitación. Notaba los iris del vampiro clavados en mi nuca.
-Cyn, vuelve aqu...
-¡Feliz Navidad, Nevra!

Mi rápido sprint me llevó fuera de las garras del vampiro, aunque la mayor parte del mérito se debía seguramente al escaso interés que puso en perseguirme. La paz no me duró mucho, ya que ante la puerta de mi habitación Lance parecía montar guardia.
Por el Oráculo, qué difícil es hacer una buena obra en este condenado cuartel...
-Así que aquí estás. -La voz de Lance no sonaba enfadada, pero por si acaso me acerqué con cautela. Una nunca sabía cuando le iba a tocar correr, y generalmente, si alguien me estaba buscando no solía ser para nada bueno.
-¿Sí...? - asentí, no sin recelo. Después me deslicé hasta situarme junto a la puerta de mi habitación. Ya había tenido bastante carrera por hoy, en caso de que la cosa se pusiese fea, lo mejor era que me atrincherase en mi guarida. El muchacho lanzó un rápido vistazo a mi modelito navideño y a mi saco vacío, y esbozó un intento de sonrisa que sin embargo no dejaba de tener cierto toque irónico.
-Veo que has estado ocupada.
-Sí, bueno, salvando la Navidad...-murmuré, mientras habría lentamente la puerta sin darle la espalda al dragón.
Mantén el contacto visual Cyn, no puede oler tu miedo, si te giras lo tomará como un signo de debilidad y atacará.
-En fin, creo que me iré a dormir, así que...
-Ten. - Lance me tendió un sobre. Durante unos diez segundos, lo observé completamente desubicada. Después mi vista paseó del chico al trozo de papel repetidas veces. - Cuando pasé por el kiosko ya no estabais, y en la biblioteca se me olvidó dártelo. Espero que no sea demasiado tarde ya.
Sin procesar de todo lo que estaba pasando, tomé el sobre y murmuré un "no" apenas audible que pareció contentar a mi jefe de guardia. Tras desearme buenas noches, se marchó.
Todavía en estado de trance entré en la habitación, cerré de llave para evitar posibles persecuciones y continué mirando el sobre. ¿Así que finalmente Lance había decidido participar en mi...proyecto navideño? ¿Voluntariamente? ¿Tan diligentemente como para venir a entregarme la carta en persona fuera de plazo? ¿Y si lo había juzgado mal y de bajo aquella coraza y aquellas pintas de persona fría y desagradable, le gustaba la Navidad? ¿Y si, de entre todo el QG, iba a ser él el más comprometido con mi plan navideño?
Sin esperar mucho más, abrí el sobre para leer su misterioso contenido.
"Mathieu me ha dicho que debo pedir algo que desee, así que te pido por favor que no te escaquees de nuevo del entrenamiento. Por tanto, lo único que quiero pedir es que estés mañana a las 7 AM en el jardín. Lance.
...
La madre que lo...


FIN~~ 

Esto ha sido todo, queridos! Espero que os haya gustado, sé que es más cortito de lo que os tengo acostumbrados últimamente, pero ya sabéis, lo bueno si breve dos veces bueno <3
Os deseo una muy feliz Navidad y unas felices fiestas~ 

Nos leemos~~ 


3 comentarios:

  1. Me encanto 😍😍 me dió mucha risa el final espero que puedas seguir escribiendo especiales y sigas con tu fic que está igual de bueno

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  2. Sin duda Lance y Cyn deben acabar juntos por que la manera en que el dragón es capaz de torear a Cyn es maravilloso xDDDDDD

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  3. A tus pies, como siempre.
    Es que benditos fics, bendita la sección del Randomdarya y bendita tú.
    Y bendita Cyn, ya que nos ponemos.
    Mi oferta de edificarle un templo, un altar o lo que ella quiera sigue en pie.

    Apoyo totalmente la aportación del comentario de arriba, btw

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